Me acerqué a mi amigo y nos fundimos en un largo abrazo. Nos balanceamos ligeramente y le di un beso en la mejilla. Él me separó un poco para verme bien cuando me alabó:
—Estás preciosa. Me alegra verte con algo que no sea una enorme coraza...
Empecé a mirar por todos lados y a ponerme nerviosa, no sabía si había algún plan de contingencia, y eso me preocupaba. Había mucha más gente de la que esperaba, y niños...Con un hilo de voz murmuré:
—Dime que tienes algo pensado para proteger a la gente. Aquí no hay murallas, no hay nada que pueda cubrirnos las espaldas. —Edward apareció de la nada a mi lado y me asusté.
—¿A caso dudas de mis capacidades?
—¡Oh! ¡Por el Dragón, qué silencioso eres! —ahogó una risotada.
Nos fundimos en un abrazo y noté el poder del brujo recorriéndome el cuerpo buscando heridas. Me separó levemente para mirarme y juzgar mi nuevo yo con un vistazo rápido. Damon se lo había contado todo, estaba segura. Finalmente suspiró y señaló con el mentón la playa para afirmar:
—Los brujos nos encargamos de esto. No tienes que preocuparte de nada, esta noche estáis a salvo. Céntrate en pasártelo bien. —Me acarició el rostro y luego miró a Yarel—. Majestad, me encargaré de supervisar, de nuevo, las defensas.
Nuestro rey asintió con cortesía y dejó que Edward se fuera sin más. Me cogió de la mano y tiró de mí. Nos alejamos de la corte y paseamos entre la gente que nos lanzaba miradas indiscretas.
—Edward es mi mano derecha en asuntos de magia, soy el primer rey en doscientos años que permite la entrada de brujos en Eralgia, se me escapan cositas —canturreó falsamente feliz.
—¿Estás bien?
Yo notaba su forma de actuar. No estaba bien. Yarel quería a Edward cerca de él, sin mandarlo a revisar nada. Quería al hombre al que amaba a su lado, quería llevarlo de la mano y besarlo, quería ser libre de amar y querer, y no esconderse. Mi amigo suspiró y perdió la mirada en el atardecer para confesar en un suspiro:
—Las cosas no van como me gustaría, pero es parte de mi vida, la frustración eterna... —Le cogí la mano.
—Yo no soy nadie para pedirte que seas valiente, porque me ganas en todos los sentidos. Pero has levantado tú solo todo esto. Mereces ser feliz, a tu manera. Has dado mucho, no entregues a Eralgia todo... Guárdate algo para ser feliz tú, mi amor... —Le acaricié el rostro.
—No puedo dejarme ver con Edward. La sociedad tiene unas normas, debo seguirlas dando ejemplo. —Me crucé de brazos.
—¿Qué ejemplo? ¿El de que no puedes amar a quién desees por ser de tu mismo sexo? ¿El de fingir ser alguien que no eres? ¿Ese es el ejemplo que quieres dar? Yarel, eres el rey. Nadie va a oponerse a ti, menos después de todo lo que has hecho por Eralgia.
—Tendrían que cambiar muchas cosas, ahora mismo es imposible...
—Para que las cosas cambien debe haber un valiente que lo pruebe. Los jóvenes que se sientan como tú ahora mismo van a ver en ti su ejemplo a seguir, siéntete orgulloso de quién eres...
Le cogí la mano y se la apreté con fuerza. Él estaba con la mirada perdida en la lejanía, sin prestar cuidado a nada más que a sus pensamientos. Le sacudí la mano, llamando su atención y le dije:
—Voy a bailar contigo porque eres mi amigo, y te quiero muchísimo, pero ojalá no tuviese que hacerlo porque ya tienes al amor de tu vida entre tus brazos. —Yarel me abrazó y resolló un par de veces.
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ERALGIA II, Los Demonios
FantasySEGUNDA PARTE Sabía que no podía salir ilesa de todo aquello, pero no esperaba tal masacre en mi alma. Y solo fue el principio. Entre todos los pedazos rotos de mi vidriera, yo descubrí que amaba las sombras entre los brillos. Todos tenemos sombras...