42. Protección

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Abrí la puerta, y me puse a andar hacia él. Ni siquiera se giró a verme ni se molestó en girar su rostro ligeramente. Ni una mirada de reojo. Rebufé antes de llegar a él. La nieve del suelo se había reducido ligeramente, pero hacía bastante frio. Me quedé parada a un metro de él, tras las rocas.

—Estaba buscando a Edward y...

—Yo no soy Edward —Su voz era tajante. Me abracé los hombros, me estaba congelando.

—¿Sabes dónde está? —Dudó un segundo y asintió— ¿Dónde? Necesito hablar con él.

—Con la cabeza entre las piernas de tu rey, seguramente en Vilangiack, ¿Te abro un portal para unirte a su fiesta?

—¿Siempre eres tan agradable con todo el mundo?

—Contigo lo soy especialmente por lo poco que te aguanto, fíjate —replicó.

—No sé porque me esfuerzo. Eres imbécil —Me giré dispuesta a abandonarlo allí.

—Si lo que buscas es proteger la casa, llegas tarde —Levanté una ceja y me volví de nuevo—. He levantado un muro con mi energía. Le acabo de declarar la guerra a Axel, por enésima vez. No es un secreto, sabe que voy a por él. Por lo menos estaréis a salvo de sus ataques.

Miré a mi alrededor. Era cierto, el viento soplaba menos donde estábamos nosotros que en el bosque. Me acerqué un poco más a Damon.

—Esto debe absorber mucho poder, dime si necesitas que haga algo para ayudarte.

De repente se levantó y se me plantó delante. Hizo un movimiento brusco y cerré los ojos asustada, puede que esperando un golpe. Sentí el fino tacto de su capa sobre mis hombros.

—Empieza por no empeñarte en coger una hipotermia. Conozco tu tendencia a querer morirte de frio o a intentar convertirte en pingüino, aun no lo he descifrado —Lo miré descolocada y me clavó su mirada en el alma—. He declarado la guerra a uno de los monstruos más horrorosos que existen sobre la faz de la tierra, sabes lo que quiero que hagas —Asentí.

—Él ya me la ha declarado a mí. No voy a dejar que se atreva a hacer daño a la gente que me importa, confió en el plan de Kayen, pero tanto él como Edward tienen razón, esto no va a terminar hasta que no haya alguien controlando el mal en Save. Enséñame a ser fuerte, lo suficiente para poder matar a Axel, para cumplir con la profecía —Su rostro insinuó una pequeña sonrisa.

—Deja que tu cuerpo se recupere. No me sirves muerta —Lo miré rendida.

—Voy a tener que acostumbrarme a tu peculiar forma de preocuparte por mí —Hizo una mueca.

—¿Preocuparme por ti? No te confundas. Se lo prometí a mi hermano, y yo nunca he incumplido una promesa. Al igual que te prometí ser tu aliado en cuanto tenga el trono de Save.

Escuché pasos. Me giré de golpe y apareció Eathan acercándose despacio hacia nosotros. Le dediqué una sonrisa amplia, llevaba horas sin verlo, me moría por tirarme encima de él. La sonrisa que él me había devuelto de volatilizó cuando encontró la mirada de Damon. Sentí que la tensión en el ambiente empezaba a palparse.

—¡Anda! ¡El chucho prodigo! ¡Creía que me evitabas! —voceó Damon. Eathan sonrió algo molesto.

—Créeme que si pudiera lo haría —Mi amigo me rodeó la cintura con su brazo y me arropó—. Deberías estar descansando, tu cuerpo no ha eliminado el veneno, puedes marearte —Damon se puso a reír.

—Olvidaba que ya tienes niñera, que torpe por mi parte ¿Puedo poner una cláusula a nuestro trato? —preguntó él hacia mí. Levanté una ceja— Deja tu perro en casa, me dan urticaria sus estupideces —Eathan se tensó y le paré con la mano en el pecho, sentía su corazón latiendo bajo la ropa.

ERALGIA II, Los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora