Su mirada se mantenía fija en el horizonte. Sus preciosos ojos negros reflejaban ese tono argentino que aparecía en el océano con el cielo nublado. Hasta la inmensidad de los mares se quedaba pequeña ante esa mirada. Esos ojos eran capaces de encerrar todos los misterios que inundaban el inmenso océano.
Damon te provocaba esa sensación agridulce, cuando algo te atrae y quieres mirarlo eternamente, pero sabes que está mal desearlo. Era como ver un accidente, la curiosidad frente al miedo de ser juzgado por ella. En realidad, él era ese accidente, de mi vida, de mi simple existencia. Fui consciente desde el primer momento, que ese ente que tenía a mi lado iba a ser la causa y la solución de todos mis tormentos...
Giró ligeramente su rostro, lo suficiente como para provocar en mí un mar de nervios ¿Y si podía saber lo que pensaba pese llevar puesto su anillo?
Su mirada, su arrogante mirada te despojaba de toda la razón que podías atesorar. Lanzó una sublime sonrisa al ver mi rostro, enrojecido, por el frío, por su simple presencia. Me recompuse. No iba a desarmarme de ese modo, lo odiaba por ello. Carraspeé y recalibré mi mente.
—Hemos estado charlando, por si querías unirte en vez de ser un Demonio solitario y depresivo.
—Y malfollado... —añadió él. Sonrió de medio lado y perdió de nuevo su mirada al océano.
—Y arrogante, borde e imbécil, y muchos otros adjetivos que puedo ir recitándote, la verdad —apunté con otra media sonrisa.
—Me encanta apostar —confesó él—. Y acabo de escuchar como le decías a tu amiga que no ibas a acostarte conmigo. —Se me atoró la saliva en la garganta y tosí repetidamente—. No olvides que tengo el oído prodigioso, entre otros órganos de mi cuerpo.
—Espiar a una dama es de muy mala educación.
—Me lo apunto para cuando encuentre alguna —espetó él sin mirarme siquiera.
Se me comió la rabia. Le hubiese pateado la mandíbula esa que tenía, la maldita línea perfecta de su rostro que daba celos solo de mirarlo. Era asquerosamente perfecto el muy gilipollas.
—Se te acelera el pulso, ¿Pretendes besarme? —preguntó burlón.
—Asesinarte —gruñí.
—Suerte. Mi padre te felicitaría si lo consigues —murmuró bajando el tono.
—¿Qué te hizo tú padre? ¿Por qué lo odias tanto? ¿A quién mató para que...?
—¿Alguna vez dejas de preguntar y te limitas a callarte? —espetó él en un gruñido seco. Di un paso atrás. Terreno peligroso. Yo no iba a rendirme. Quería saber a qué debía temer.
—Me has dicho que no pudiste proteger a la gente a la que amabas, si supiera lo que pasó podría aprender, y evitarlo en mi vida. Hablar de lo ocurrido a veces ayuda a superarlo, tú...
—No voy a hacer terapia contigo —me atajó—. Si quieres jugar a los psicólogos tienes amiguitos para ello. —Rebufé y me di por vencida. Me dispuse a irme— ¿Te vas? ¿Sin más? —preguntó incrédulo.
—No voy a perder tiempo con alguien que no quiere mi compañía ni mi ayuda. —Sonrió de forma burlona.
—Llamar a tu intento de exorcismo, ayuda, no sé si es muy correcto.
Me giré para irme con total dignidad, di un par de pasos y luego sentí sus dedos enroscándose en mi brazo con cuidado. Me apretó levemente y me retuvo en ese sitio. Tiró de mí, girándome, yo me volví poco a poco, cediendo ante ese contacto.
—No te vayas —rogó—. Puede que tu compañía no sea tan horrible.
—¿Me acabas de pedir que me quede contigo? —pregunté incrédula.
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ERALGIA II, Los Demonios
FantasiaSEGUNDA PARTE Sabía que no podía salir ilesa de todo aquello, pero no esperaba tal masacre en mi alma. Y solo fue el principio. Entre todos los pedazos rotos de mi vidriera, yo descubrí que amaba las sombras entre los brillos. Todos tenemos sombras...