Yo respiraba a trompicones. Sentía una presión en el pecho horrorosa que no me dejaba ni siquiera engullir. Tenía esa horrible sensación de querer respirar y sentir que tienes una losa sobre el busto. El sudor frío bajaba por mi espalda desnuda, destemplándome. Los temblores eran espasmos incontrolables de mis piernas y mis manos. Veía borroso. La ansiedad, la puta ansiedad. Mis ganas de vomitar eran insoportables.
—Necesito aire —dije en un aliento.
—Casi hemos terminado —dijo una chica.
—No... ¡No! —chillé.
Antes de que terminasen de quitarme la ropa interior yo me hice un ovillo conmigo misma. El aroma a jazmín me cubrió y yo me relajé en la calidez de su pecho. Su capa me cubrió el cuerpo, y sus brazos me levantaron del suelo. Me cargó sobre su torso, y me sacó de nuevo a esa sala del trono.
Damon me dejó cerca de una de las vasijas que usaban de macetero para una palmerita. Vomité por los nervios. Tenía un nudo en el estomago que necesitaba sacar afuera. Me sentía penosa y bochornosa, no era capaz de afrentar algo tan simple como una maldita ceremonia. Estaba acoquinándome, y me daba rabia a mi misma. Yo era fuerte y en ese momento era una maldita cobarde.
La capa se deslizó, dejando mis pechos a merced de la vista del Demonio mientras yo terminaba de sacar lo que había comido en mi ultima vida. Me agaché, me encorvé cubriéndome con los codos, abrazándome los hombros.
—No es necesario que me los escondas —dijo él con una sonrisa burlona—. Terminaré devorándolos a lametones.
Intentó provocarme, yo no podía contestar. No tenía fuerzas para hacerlo. Él vio mis gestos, se dio cuenta de que estaba rota ante él de una forma en la que pocas veces había dejado que me vieran. Yo había luchado sola contra mi ansiedad, escondida en el baño, de noche... Yo no quería que nadie me viera de ese modo, tan vulnerable... Recogió la capa y me la puso de nuevo en los hombros. Sus dedos se apoyaron bajo mi mandíbula, levantándome el rostro.
—No lo hagas... —tartajeó contra mí rostro.
—No me ayudas de esta forma... —sollocé—. Debo hacerlo...
—¿Y tu dolor? Yo... No soporto verte de esta forma. Yo... Ya sufriste mucho cuando volviste de esa guerra...
—¿Cómo lo sabes? —dije casi alejándome de él.
—El anillo. Por el anillo podía saber lo que te ocurría... Y no tuve el valor de verte sufrir. Esperaba que te ayudasen las personas a las que amabas, yo no... Me odias. No ibas a...
—No te odio. Jamás te he odiado en verdad...
—Un poquito a veces, sí... —murmuró contra mis labios.
—A veces eres insoportable... —contesté sobre su boca—. Pero no me caes tan mal a fin de cuentas...
Suspiré y forcé una sonrisa. Apoyé mi cabeza en su pecho, oliendo el jazmín arremolinado en su cuello. Respiré hondo, llenándome de esa fragancia y me armé del valor necesario. Yo deseaba un mundo en el que pudiera vivir, amar y sentir libremente. Un lugar lleno de paz, y se lo había prometido a él... Yo deseaba que él fuera feliz también... que ambos fuéramos felices de un modo u otro. Cogí aire y lo solté mientras me separaba de él y lo encaraba:
—Puedo con esto, pero... —Apreté su mano contra la mía—. No me sueltes.
—Nunca.
Volví a esa estancia. Las mujeres me miraron con un leve ápice de desaprobación por haberme ido con ese bicho oscuro de mi lado, pero... Hubiese escogido esa oscuridad por encima de cualquier luz que quisieran ofrecerme, porque yo había encontrado un hogar en esos brazos de sombras y jazmines.
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ERALGIA II, Los Demonios
FantasySEGUNDA PARTE Sabía que no podía salir ilesa de todo aquello, pero no esperaba tal masacre en mi alma. Y solo fue el principio. Entre todos los pedazos rotos de mi vidriera, yo descubrí que amaba las sombras entre los brillos. Todos tenemos sombras...