80. Potencial

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Empezamos otra tanda de ostias. A mí los pulmones me ardían. Yo había entrenado mucho con Eathan, pero Damon me estaba machacando. Los cinco meses que habían pasado desde la guerra contra Ketsyä me habían debilitado, sobre todo los tres meses que pasé con ansiedad.

Caí al suelo por enésima vez, y en ese momento me crujió la espalda, un rugido en mis huesos que me sacó un grito de dolor. Damon tiró de mí y me cogió por el cuello de la camisa, agachándose ante mí.

—Te he vuelto a ganar, si no vas a poner todo tu potencial en esto no sé qué estamos haciendo aquí. Eres mejor de lo que estás haciendo ahora mismo.

—Todo mi potencial, ¿Incluye mis poderes como Guardián? —Asintió— ¿Puedo usar mi poder contra ti? ¿Y si te hiriese? —Se puso a reír.

—¿Qué parte de Demonio no has entendido todavía?

Me levanté a duras penas. Erguí mi cuerpo lo mejor que pude y tiré la vara a un lado. Le lancé un conjuro con mi energía, suficiente como para freír un cíclope. Se desvaneció dentro de una niebla negra y reapareció a mi espalda. Me derrumbó contra el suelo de nuevo.

—Eso no está tan mal. Concentras poco la energía, cuando dispares un ataque de este tipo debes concentrar el flujo de forma que el tiro sea lo más directo posible. La clave está en la densidad y la puntería ¿Qué tal tu brazo?

—Podrías córtamelo y seguramente no lo sentiría.

Me tendió su mano para ayudarme a levantarme y sacó otro cordón de cuero de su bolsillo. Se puso detrás de mí y me empezó a atar la mano derecha al lado de la izquierda.

—No me gusta estar atada —remugué de mala gana. Él suspiró contra mi cuello:

—Eso es porque no has tenido el placer de que yo mismo te ate a los barrotes de mi cama y te haga cosas endiabladamente divertidas. Solo tienes que pedírmelo, señorita Kashegarey...

Un escalofrío me recorrió el cuerpo mientras Damon me ataba. Me apretó ambas manos y me inmovilizó. Se separó de mí y con uno de los palos de madera marcó un círculo de unos cuatro metros a mi alrededor.

—Esta es tu área de lucha, no puedes salir de aquí. Usa tus bonitas piernas.

Di mi primera patada y Damon la esquivó sin esfuerzo. Me golpeó en el estómago. Retrocedí hasta casi salir del círculo, me detuve y me recompuse. Detuve un nuevo golpe y con un movimiento rápido conseguí golpear con todas mis fuerzas a Damon en las costillas. Usó un portal y me apareció por detrás. Se me echó encima.

Rodamos hasta que me tubo justo debajo de su cuerpo. Con su mano en mi cuello e inmovilizando mis piernas con las suyas. Mis manos estaban atadas. No podía moverme, y me rendí.

Miré a Damon y todo se fue a la mierda. Sus ojos me hicieron prisionera. Sentí el tacto de su mano contra la piel de mi cuello. Yo estaba ardiendo, él siquiera había sudado en todo el tiempo que habíamos entrenado. Observé sus facciones, respirando agitada por el agotamiento y por su simple presencia. Me mordí el labio y suspiré. Le sonreí ligeramente.

—Te he golpeado otra vez, te estás haciendo viejo... —Sus labios se curvaron para formar esa arrogante sonrisa que te arrancaba toda la voluntad del cuerpo.

—Este viejo te tiene atrapada debajo de su cuerpo, Guardián... Seguiremos mañana.

Nos levantamos a la vez tras sepáranos. Fue a darme un rodeo para soltarme y yo le rompí el cuerpo ante sus ojos. Él mató media sonrisa detrás de mí y yo me volví para mirarlo, solo por encima del hombro.

—¿De verdad creías que un simple cordón de cuero iba a detenerme? Los Demonios tenéis el ego por las nubes... —bromeé. Él negó y suspiró.

—Los Eldas sudáis orgullo... A propósito, mañana trae al perrito faldero. Lo necesito.

ERALGIA II, Los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora