117. Luchar

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El pánico me inundó por un segundo, si se desbocaba la bestia nos iba a matar a todos, debíamos retirarnos de inmediato. Me recompuse y ataqué de nuevo a Axel con uno de mis mejores ataques. Un rayo enorme salió del filo de mi espada, quemando parte de la alfombra y destrozando el trono sobre el que estaba sentado Axel.

Apareció justo detrás de mí a una velocidad vertiginosa y me clavó su espada en medio del estómago. Saqué sangre por la boca, y caí de rodillas al suelo. Al lado de Damon. Le miré y tosí, respirando con dificultad. Apenas reaccionaba, estaba aguantando el dolor como podía, su monstruo se estaba descontrolando. Axel me retiró la espada y me empujó con tu pie para hacerme caer al suelo, me mantuve firme. Con mi poder empecé a cerrarme la herida, el dolor era inmenso, pero, debía cerrarla cuanto antes.

─Deberíais cubrir mejor vuestra espalda, excelencia, tenéis el mismo fallo que vuestro padre... ─me giré ligeramente y vi como sus pupilas se dilataban al ver que me estaba curando la herida. Intentó atacarme de nuevo y frené el golpe. Le golpeé con el poder del aire sobre el pecho y retrocedió. Cogí mi espada con una sola mano y se la tiré como si fuera una lanza, se la clavé en el hombro y ahogó un grito. La cogió y la tiro al suelo, se cubrió con su mano la herida y nos quedamos mirando a los ojos.

─Mi padre era un millón de veces mejor que tú, en todos los aspectos. No tuviste ni las agallas suficientes para matarle tú mismo, enviaste a tu hijo, porque te encanta jugar, y ¿Sabes qué? A mí también me va este juego, me has estado jodiendo demasiado tiempo, no vas a escaparte de mí. No importa si es en esta vida o en otra, voy a ser tu peor pesadilla... ─me sujeté con fuerza la herida con una mano y con la otra concentré mi poder y le disparé en medio del pecho. Consiguió cubrir su cuerpo con una barrera que terminó rompiéndose. Un puñal apareció de la nada y me rozó el pómulo, Marlën. Axel sacó de nuevo la campanita y la hizo sonar dos veces más.

─ Mi amada señoría, sería un gusto quedarme a ver como mi propio hijo os descuartiza viva, pero temo que yo sería el siguiente, y no estoy dispuesto. Os recordaran como la mujer que pudo haber salvado el mundo, y terminó acelerando su destrucción, pero estad tranquila, el mundo arde solo, y yo seguiré atizando sus llamas, mientras vos os consumiréis en el fuego del infierno junto a vuestro padre, dadle recuerdos de mi parte. Que el averno os sea leve ─desapareció ante mis ojos junto a la bruja de Marlën.

Damon soltó un grito desgarrador. Me acerqué a él, presioné sobre mi herida y tragué saliva, era muy grande, curarla seria doloroso. Miré el cuerpo del pobre Robert... No podía hacer nada por él. Arrastré mi cuerpo hasta poder acariciar la mano a Damon, se apartó bruscamente de mí, se levantó tambaleándose y se dejó caer de nuevo a unos pocos metros. Rebufé, me levanté y me planté delante de él. Escuché un crujido, su columna vertebral se estaba deformando, vertebra a vertebra, desencajándose una a una. Cada vez él ahogaba un grito de dolor. Me agaché y le cogí la mano con fuerza.

─Damon, sé que duele muchísimo, pero estoy contigo, juntos podemos vencer al monstruo, toma mi mano ─cogí su mano entre las mías y sentí como se me clavaban sus uñas─ Estoy a tu lado, mírame a los ojos... ─levanté su barbilla hacia mí, sus ojos eran amarillos. Le acaricié el rostro y le sonreí con compasión. Negó y escondió de nuevo su rostro.

─¡Vete! ─su voz sonaba metalizada, grabe, apenas la reconocía. Negué ligeramente. Sus uñas empezaron a oscurecerse y a crecer hasta alcanzar un tamaño descomunal. Su cuerpo había mutado, sus huesos estaban ensanchándose, sus músculos crecían, se estaba deformando por completo.

Retrocedí un par de pasos, tenía miedo, le había mentido. Temía por mi vida, por la de todos los hombres que tenía defendiendo ese castillo, y por él, por cómo se sentiría él. Un crujido gigantesco dobló su espalda por completo, y un grito de dolor desgarrador inundó todo el castillo. Estaba sufriendo muchísimo, tenía que hacer algo, pero no tenía su antídoto, ese que me entregó él por si algo así ocurría... Cuando recordé sus palabras, él me dijo que yo era su antídoto, que le hacía sentir más humano... Me armé de valor, di un paso cuando de repente se levantó de golpe. Estaba encorvado, su mirada vacía, y sus manos se estaban transformado en garras capaces de arrancarme la cabeza. Sujeté mi herida con fuerza, mientras seguía curándome.

ERALGIA II, Los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora