115. El castillo

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Nos plantamos frente a una enorme puerta, Damon la abrió de una patada y siguió corriendo hacia el interior del castillo. Desenfundé mi espada y me puse alerta. Seguí a Damon a gran velocidad, podía correr mucho más rápido que antes y eso me daba ventaja. El interior del castillo era completamente oscuro, solo había antorchas colocadas a decenas de metros. En el suelo había una alfombra roja que cubría todos los pasadizos. Damon me detuvo en una esquina y tiró de mí para que nos agachásemos. Ambos jadeábamos, intentábamos mantener la respiración lo más pausada posible, pero en esa situación eso era utópico. Nos quedamos mirando un instante a los ojos, Damon desenfundó su espada y cogió aire.

Justo delante de nosotros apareció un ciclope, mucho más grande que los que estaban afuera luchando contra nosotros. Damon se abalanzó sobre él y de un solo golpe le abrió el estómago. Sus tripas y su sangre inundaron el suelo y la bestia tras soltar un último berrido cayó de frente sobre sus propias vísceras. Damon me hizo una señal con la cabeza para que le siguiera, esquivé ese enorme cuerpo y me pegué al lado de mi compañero.

Seguimos avanzando, alerta, entre esos pasadizos. No dejaba de ver a Arbenet cada vez que pestañeaba, pero debía seguir, no podía permitirme parar. Damon me miró fugazmente y me detuvo. Me empujo hasta una esquina. Nos quedamos apoyados contra una pared, dentro de un hueco de una puerta enorme y nos miramos a los ojos. Me retiró un par de lágrimas del rostro y sonrió con compasión. Me dio un beso en la frente y nos quedamos un segundo medio abrazados. Nos miramos de nuevo y forcé una sonrisa.

─No hace falta que disimules conmigo, estas destrozada por dentro, Eirel. Pero vas a salir de esta ─asentí mordiéndome el labio─ Vamos a salir de esta, se lo debemos a todos ─me miró a los ojos y me cogió la mano con fuerza─ Sé que puedes con esto, te necesito firme a mi lado. Yo no voy a llorarte las penas, Eirel ─asentí y rebufé. Me recompuse y le clavé mi mirada en sus ojos.

─No te he pedido que lo hagas ¿Dónde está Axel? ─Damon señaló el pasadizo con un movimiento de cabeza─ ¿Y qué hacemos aquí? Deberíamos estar abajo esperándole ─ se quedó escuchando por un segundo y me cubrió la boca con su mano. Me apretó con fuerza sobre su pecho y nos escondimos en la oscuridad de ese hueco.

Nos quedamos en silencio y justo por delante de nosotros pasó un monstruo del tamaño de un oso, peludo, maloliente y semidesnudo. Su piel era oscura, sus manos gigantescas, parecía un humano, pero, sus dientes sobresalían de sus mandíbulas cual jabalí. El corazón de Damon retumbaba sobre mi oído, tenía miedo, podía sentirlo. La energía que desprendía ese ser era inmensa, no era un demonio, pero era muy fuerte. El bicho se perdió en la inmensidad del castillo y Damon me soltó poco a poco.

─Es Lord Hüron, el tío no tiene miramientos con nadie, es mejor no encontrarlo de cara, fue uno de los experimentos de mi padre y es una bestia despiadada. Es más duro que el acero, pero por suerte es más tonto que un zapato, no percibe poderes y apenas oye nada. No quiero enfrentarme a él, si no es necesario. Puede que en un futuro me sirva ─asentí y salimos de nuestro escondite.

Damon me cogió la mano y tiró de mí. Me guio por los pasadizos a paso ligero, casi corriendo. Abrió una pequeña puerta que pasaba desapercibida al fondo de un pasadizo. Nos deslizamos por unas escaleras angostas, oscuras y empinadas. Cogida a su mano me sentía más segura, a salvo. Estaba preocupada, en el exterior mis chicos tenían que aguantar la avanzada de un ejército gigantesco, y sin mí, estaba angustiada por ellos. Pero no debía pensar en eso, debía mantener mi cabeza fría, alejar de mi mente y de mi corazón cualquier sentimiento, volverme de roca, blindarme y así, lucharía sin compasión alguna.

Aparecimos en un sótano. Era un pasadizo húmedo, iluminado con antorchas a medio apagar, con ratas corriendo por todos lados. El hedor a orines y heces de roedor te carcomía por dentro, me aguanté una arcada. Damon sonrió al ver mi cara y negué, me cubrí la boca y la nariz con parte del cuello de mi jersey y seguimos andando. El techo era abovedado, estaba construido con ladrillos rojizos y por las paredes se concentraban siglos de humedades que dificultaban la respiración.

A nuestra izquierda, desde detrás de un pilar de carga apareció un chico. Me abalancé sobre él y le apresé contra la pared, pegando el filo de mi espada sobre la piel de su cuello. El joven levantó de golpe sus brazos y vi en sus ojos que se asustó. Era un chico alto, de facciones suaves, ojos verdes manzana y cabello rojizo, el parecido me sacó una sonrisa, era la primera vez que veía un pelirrojo en nuestro mundo. Miró a Damon y él soltó una risotada.

─Eirel, no le mates, que es de los nuestros ─sonrió y me apartó el filo de la espada de su cuello─ Rob, que mal de tu parte dejarte vencer por un Guardián de este modo, amigo ─se dieron la mano─ ¿Has podido conseguir la llave? ─el chico asintió y se sacó del cuello un colgante con una llave peculiar. Me la tendió a mí y la cogí. Era un pedazo de metal dorado, redondo, con varias coronas de dientes redondeadas a su alrededor y un extremo plano por donde poder cogerlo e insertarlo.

─Señorita Kashegarey, es un placer poder verla al fin en persona ─el joven me tendió la mano─ Tanto Damon como Kayen me han hablado mucho sobre vos, y no se ofenda, pero se han quedado cortos hablándome de su belleza... ─me sonrió y yo levanté una ceja.

─A parte de bella, soy el Guardián de Escolapio, no me trates con tanta cortesía por el simple hecho de que sea mujer ─le tendí la llave a Damon─ Hay que seguir, debemos llegar antes que Axel a la cámara ─Damon asintió.

─¿Mi padre está en su trono todavía? ─el joven asintió─ Es increíble, se cree que va a vencer...

─Tiene motivos para hacerlo, los Loëth han abandonado el palacio como almas que lleva el diablo para montar el tinglado que hay afuera, cree que va a vencer y si no actuamos rápido, lo hará ─Damon rebufó.

─El castillo está casi vacío, Axel ha dejado a todos sus hombres a fuera, si no está metido en el agujero es porque sabe que tiene a alguien que le cubre las espaldas... ─miró al joven─ ¿A quién? ─el chico negó repetidamente y me suplicó con la mirada, algo andaba mal...─ Maldita sea, Robert ¿Quién está con él en el maldito castillo? ─rebufó.

─Lord Huron... ─Damon rebufó esperando algo más─ Y Lady Marlën... ─miré a ese chico se había puesto pálido....

─Hijo de puta... Solo podía dejarse a ella aquí dentro, porque sabe que es la única que puede conmigo ─Damon se frotó el cogote─ Vale, voy a por ella, no hay otra forma. Si lo aplazo esto no terminará nunca, si Marlën está con él se siente a salvo ─dio una palmada y sonrió─ Le reviento la cabeza a esa maldita sabandija, Axel se queda sin guardaespaldas y no le va a quedar otra que correr a esconderse ─el chico rebufó y negó.

─Y si te revienta ella a ti la sesera nos quedamos nosotros sin plan y nos va a tocar escondernos. Sabes que no puedes enfrentarte a ella, te entrenó, al igual que me entrenó a mí, es mi madre y la conozco, no hay forma de que podamos vencerla ─levanté una ceja.

─Vamos a ver, ¿Tu madre es un demonio capaz de plantarle cara a Damon de tal forma que Axel la utiliza de escudo? ─asintió─ ¿Os entrenó a ambos? ─asintieron─ Pero a mí no... ─Damon negó repetidamente y le frené con la mano antes de que pudiera decir algo─ A mí no me has entrenado solo tú, Eathan y mi padre también lo hicieron y tengo mis trucos. Puedo con ella ─Robert dudó por un segundo y cruzó una mirada con Damon.

─Podría intentarlo, los tres juntos podemos contra ella ─nos quedamos mirando y rebufó. Se frotó los ojos y negó.

─Esto no era parte del plan... Marlën es una máquina de matar ─le acaricié fugazmente el hombro a Damon.

─Nadie dijo que esto sería fácil, ya hemos cambiado el plan, ahora no es momento de ceñirnos a un papel. Si no funciona lo que teníamos planeado, nos adaptamos, hay que salir de una pieza de este castillo, con todos los que tenemos afuera. Es más, si sabemos dónde está Axel, vamos a por él. Me da igual que no esté en esa maldita cámara acorazada, quiero matarle, me da igual dónde ─asintió.

Echamos los tres a correr. Damon nos guio de nuevo al pasadizo principal, tras subir varios tramos de escaleras. Robert, el joven que nos acompañaba nos seguía de cerca. Por el camino tuvimos que luchar contra algunos orcos y monstruos de poca monta que Axel había esparcido por el castillo para cansarnos. No tenía escapatoria, en un momento u otro tendría que salir de su escondite, y luchar o esconderse, y no importaba cual era la opción que escogiera, estaba muerto para mí. 

ERALGIA II, Los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora