Una vez en mi habitación empecé a dar tumbos para encontrar un lugar seguro en el que mantener escondida la bolsa. Necesitaba un sitio seguro en el que poder revisarlo todo con cuidado. Abrí el armario, empecé a mirar por el fondo para encontrar un rincón lo más escondido posible cuando de repente una gota de agua cayó sobre mi cabeza.
Levanté la vista y vi una trampilla por la que se colaba un haz de luz diminuto. Usé un par de baldas como escalera y trepé hasta llegar a la trampilla, di un par de golpes para abrirla, al parecer estaba atrancada. Al ceder la madera algunos restos de agua cayeron sobre mi rostro. Alguien había dejado mal cerrada una pequeña claraboya del techo.
La buhardilla era inmensa. En una parte muy alta, y conforme el tejado iba bajando se perdía altura. Nunca había estado ahí, estaba repleta de cajas y muebles, parecía que llevaban siglos ahí. Retiré algunas cajas de encima de una mesa, cojeaba y le metí un pedazo de madera debajo de una pata.
Me sacudí el polvo de las manos con un par de palmadas, ese era un buen lugar para estudiar todo lo que me había traído sin que nadie me molestase. Sería algo provisional, solo hasta que descubriera todo lo que Kayen había escondido, y luego, decidiría que haría con toda esa información.
Quité el tamo de una enorme silla de comedor, la moví hasta la mesa a plomo para no arrastrarla y hacer ruido innecesario, pesaba como un muerto. Con una sábana vieja lo limpié todo. Cogí un candelabro y lo puse sobre la mesa. Estaba lista, tenía mi sitio. Respiré hondo intentando no morirme con el polvo y los ácaros y abrí la mochila.
Coloqué con cuidado todo lo que Kayen había dejado en ese sitio. Los libros, los papeles, la cajita y las cartas. Todo eso era información que podía ayudarme a centrar mis ideas y a conocer el plan de Kayen.
Sin más preámbulos empecé a leer los libros, todos estaban relacionados con Axel y con los demonios. Al parecer Kayen estaba recopilando información sobre su padre y su raza. Me puse a leer sus apuntes, y encontré entre esas hojas, doblado varias veces, un plano del palacio de Axel.
Lo desplegué totalmente para observarlo detenidamente, era un laberinto ¿Cómo pretendía Kayen hacer algo ahí dentro si Axel podía esconderse en doscientos sitios distintos? La estructura tenía más de diez pisos, era retorcida y angulosa, con ninguna lógica aparente en sus formas. Si en algún momento tenía que entrar en ese lugar necesitaría esparcir migas de pan para volver a salir. Me froté los ojos. La cosa no iba a ser tan fácil.
Revisé algunas cartas, en muchas el destinatario era Damon. Me puse a leerlas en orden cronológico. Empezaban al poco tiempo después de que Kayen adquiriese el poder de Protector del Fuego, eran cartas simples, sin mucho texto en las que Kayen explicaba a Damon cómo le iban las cosas.
El número de correspondencias aumentaba exponencialmente a partir de mi llegada a Eralgia, eran cartas mucho más largas y detalladas. Kayen explicaba a Damon todo lo que podía conocer acerca de mí, o de nuestros compañeros. Eso me hacía desconfiar en parte, que él le rebelase tanto a Damon, por mucho que creyera en él me asustaba. El flujo de cartas terminaba tras el atentado a Vilangiack, cuando Damon empezó a aparecer más veces.
Los apuntes de Kayen en las libretas eran muy confusos. Había palabras sueltas rodeadas varias veces para resaltarlas. Palabras como «Caos» «Smïthër» «Sangre» «Demonio». Todo estaba expuesto en un batiburrillo de ideas que supuestamente se relacionaban, pero que yo no lograba entender.
Abrí la cajita que contenía los frascos. Sería imposible averiguar de qué se trataba todo eso sin ayuda y Edward era el indicado para decirme que eran esas sustancias. Estaba segura de que él dominaba eso, pero tenía miedo de que le contase a Damon lo de mi hallazgo. No podía permitirme que ese imbécil supiera que yo había dado con información privilegiada, si había decidido no ayudarme era posible que quisiera boicotear mis planes.
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ERALGIA II, Los Demonios
FantasySEGUNDA PARTE Sabía que no podía salir ilesa de todo aquello, pero no esperaba tal masacre en mi alma. Y solo fue el principio. Entre todos los pedazos rotos de mi vidriera, yo descubrí que amaba las sombras entre los brillos. Todos tenemos sombras...