73. Ángel salvador

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Sentía el latido de su corazón debajo la piel de su cuello. Estaba vivo, pero no sabía hasta cuando lo estaría. Le cogí el rostro entre mis manos, apoyé mi frente en él y le pedí a Escolapio que me diese fuerzas.

Empecé a curarlo, esperando que el daño no fuese irreparable, cuando volvió en sí de golpe. Ahogándose, tosiendo y muy agitado. Líomar se acercaba desde la casa corriendo. Edward abrió un portal ante mi de golpe y se tiró ante nosotros. Eathan se aferró a mi camiseta, preso del pánico. Le acaricié el rostro y lo besé la frente.

—Ya está, ya ha pasado... Estás conmigo, cariño... Ya pasó...

Resolló confuso y se acurrucó en mi pecho. Le besé la cabeza y le acaricié el pelo. Edward puso una mano sobre su hombro, su poder fluyó sobre el cuerpo del chico y de golpe el pelinegro levantó los ojos hacia mí y preguntó:

—¿Dónde está Damon? Necesito encontrar a Damon, tengo que hablar con él. —Acaricié a Eathan y lo acuné.

—Dime qué le ha hecho. Dime qué hago para curarlo, está muy desubicado, tengo que ayudarlo. —Edward miró los ojos de mi amigo.

—Solo le ha subido la presión, es algo temporal. Le han reventado los tímpanos y le ha roto un par de venas de la nariz, es poca cosa. Con un poco de tu energía estará bien. El que me preocupa no es él... —Vi en los gestos de Edward que algo no iba bien.

—Se ha volatilizado, no sé hacia dónde ha ido. Ve con Damon, y dile que no pasa nada, que luego hablaré con él.

Edward me acarició el brazo fugazmente con media sonrisa, agradecido. Se fundió en un portal de brillos morados y desapareció ante nosotros. Líomar ocupó su sitio revisando a Eathan.

—¿Vas a explicarme qué demonios ha pasado? —inquirió él hacia mí.

—Ha empezado a discutir con Damon y de repente se ha... Desmayado así. No sé más que tú.

—Échame una mano, vamos a llevarlo a su habitación. Necesita reposar un poco.

Lo cogimos por los hombros y lo sostuvimos entre los dos. Eathan era enorme, estando en ese estado hasta para Líomar y para mí nos pesaba de más. Ambos resollamos.

—Joder como pesa el cabrón —se quejó Líomar. Maté media sonrisa.

—El musculo pesa —expliqué.

—¿Porqué discutía con Damon? —quiso saber mi amigo.

—Porque no confía en él. Eathan no quiere dejarme con Damon, dice que no va a protegerme.

—Razón no le falta en absoluto —replicó Líomar. Yo hice una mueca—. No es un secreto que ambos no lo aguantamos. Tiene seiscientos años, ha tenido tiempo de hacer muchísimas atrocidades innombrables. —Suspiré agotada.

—Vale, no conozco a Damon, no sé nada de él, perdona por no tener seiscientos años para escuchar la historia de su vida. —Líomar tomó aire y se detuvo un segundo.

—No te estoy juzgando, no te pongas a la defensiva conmigo, que nos conocemos. —Me reprendió con una mirada—. Cámbiame la idea que tengo sobre él, demuéstrame que es alguien en quien confiar, pero después de dejar así a Eathan, vas a tener que esforzarte mucho.

Subimos a Eathan a su habitación, lo dejamos encima de la cama, y lo empecé a curar con mi energía. Líomar se fue y en un par de minutos apareció Arys por la puerta, asustada, temblándole las manos. Al ver a Eathan casi recuperado rebufó y buscó un sillón en el que dejarse caer. Me giré hacia mi amiga y le sonreí lo mejor que pude.

—Tranquila, está bien. No deberías preocuparte tanto estando embarazada —la reñí.

—Me voy a preocupar si me da la gana —ladró ella cabreada—. Líomar me ha dicho que Damon había herido a Eathan y por un segundo casi se me cae el corazón al suelo. —La miré con ternura y negué.

ERALGIA II, Los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora