75. Amor

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Solté un grito de guerra. Tan fuerte como pude. Respiré agitada, tomé aire de nuevo, me aferré a mi propio pelo, a mi ropa, e intenté respirar hondo. Me senté en el suelo y me quedé ahí, pensando si tirarme por el acantilado no me ahorraría muchos de mis problemas.

Tras un rato sentí una mano en mi espalda y me giré de golpe, en guardia. Mi madre. Me relaje y ella me apartó un par de mechones del rostro. Ella se sentó a mi lado, apoyando nuestros hombros. Dejé caer la cabeza sobre ella y me acurruqué.

—Te he escuchado gritar desde la playa, deberías plantearte ser cantante de ópera. —Maté media sonrisa y negué un par de veces—. Necesitas hablar con alguien que no sepa de qué va tu problema, y por desgracia, pese a ser tu madre, no tengo ni idea de lo que pasa...

Suspiré abatida, miré a mi madre y ella me ofreció tumbarnos las dos a tomar el sol sobre la hierba. Me dejé caer a su lado y me puse de costado para verla bien, levantando mi cabeza con la mano. Inspiré y ordené mi mente:

—Esta mañana estaba con Eathan, ha llegado Damon y se han peleado. Eathan ha dicho algo desafortunado y ha provocado a ese Demonio. Damon lo ha dejado fuera de sí un rato, nada grabe. He intentado hablar con Eathan después, para hacerle entender que Damon es inestable y ahora estamos peleados. —Mi madre me sonrió y me cogió la mano.

—Eathan te quiere, más de lo que puedas imaginarte. Quiere hacerte ver su verdad. Para él, Damon es una amenaza y esperaba que tras esta pelea estuvieras más de su parte. —Suspiré.

—Si soy justa con Eathan, si me pongo de su parte estoy obviando el daño que le ha hecho a Damon con su comentario, es como si hubiese golpeado primero él. Eathan no sabía que iba a molestarlo tanto, supongo, pero...

—Damon es muy viejo, debería tener más control sobre sí mismo... —dijo mi madre buscando apaciguar las almas.

—Lo sé... Aun así, Eathan cree que voy a alejarme de él porque Damon me lo pida. Eso no es verdad, tengo voluntad propia. No voy a dejar que ese Demonio me domine, no soy de nadie, soy mía y tomo mis propias decisiones, le duela a quien le duela. —Mi madre mi miró orgullosa.

—Esa es mi hija. —Se incorporó sobre sus codos, tomando el sol estirando el cuello—. Dale un algo de espacio a Eathan, puede que él solo recapacite. Estará dándose cabezazos contra la pared por haberse peleado contigo.

—Pues que se de doble ración a ver si recapacita —gruñí.

—Ten cuidado con Damon, si Eathan desconfía de él es por algo. Lo enseñó tu padre, si a él la intuición no le fallaba nunca, a tu amigo tampoco. Papá te diría lo mismo que yo... —Me besó en la frente y se levantó. Me tendió la mano.

—Lo echo de menos... Muchísimo... —Me levanté y mi madre me acarició el rostro—. Ojalá él estuviese aquí ahora, daría mi vida por escuchar de nuevo su voz... —Mi madre inspiró la brisa marina y me sonrió.

—Está aquí, en cada una de las flores, en cada una de las hierbas, de las hojas de los árboles. Nos acaricia con el suave viento del océano, nos abraza con el perfume del mar, y jamás se separa de nosotras, porque su hogar ahora está justo aquí. —Me puso la mano en el pecho—. En nuestro corazón... No soy tu padre, pero si necesitas un consejo voy a estar siempre para dártelo. —Le sonreí y la abracé.

—Gracias mamá, y perdón por no estar contigo todo el tiempo que te gustaría, yo estoy todo el día... —negó y sonrió.

—Fui la esposa del Guardián de Escolapio, y ahora soy la madre de la siguiente, sé de sobras cual es mi lugar en este mundo. Se libre de hacer lo que quieras con tu tiempo, pásalo con la gente que consideres que lo necesita, yo siempre seré tu puerto franco cuando haya tormenta, Guardián. —Me acarició el rostro—. Y ahora, me voy. Tengo que ayudar a Arbenet con un par de cosas.

ERALGIA II, Los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora