74. El pasado

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No quería una pelea, así que, no era una mala decisión. Pero no era la decisión lo que me preocupaba, era el hecho de que el ataque no me causaba ira alguna. Edward apareció en la puerta de Eathan, con una sonrisa. Al ver mi rostro se le fue toda la alegría, me cogió por la mano y me entró en la habitación. Eathan seguía dormido, suspiré.

—Cielo, me traes una cara de muerto que me estás dando miedo ¿Te ha dicho algo horrible Damon? ¿Verdad? Si es así le reviento la cabeza, le arranco los huevos y le... —Paré a Edward con la mano.

—El problema no es de Damon, es mío.

Me dejé caer sobre la cama, medio tumbada al lado de Eathan. Me froté el rostro repetidamente, agobiada por lo que empezaba a aflorar como una maldita verdad. El brujo rodeó la cama y se sentó, poniéndome la cabeza en su regazo.

—A ver... ¿Qué te pasa? —preguntó él con una sonrisa.

—No me duele lo que le ha hecho a Eathan, no tanto como debería dolerme. Temo que esté encubriendo el monstruo por querer descubrir al hombre. —Edward abrió los ojos sorprendido y me miró con una mueca.

—No hay ningún monstruo aquí. El problema es que tienes un ser muy poderoso que no sabe controlar sus impulsos si no es encerrándolos, y a veces le falla el sistema de autocontrol. Hay ciertas cosas que no ha superado... —Me incorporé levemente.

—¿Qué ha sido lo que le ha dolido tanto? ¿Porqué me da la sensación de que está roto?

—Porque lo está —respondió Edward en un suspiró—. Eathan le ha recordado que no pudo proteger a todos los seres que amaba...

—¿A quién?

—A su madre, por poner un ejemplo. La mató él mismo porque Axel se lo ordenó. Él no tenía control sobre sí mismo, no fue culpa suya, pero... Jamás ha dejado de culparse por ello.

Se me paró el corazón. Estuve tentada de echarme a correr, a buscar a ese imbécil y a pedirle disculpas porque nadie sabía nada de eso, que nosotros no pensábamos que él había... Vivido eso. Llamándolo monstruo le hacíamos mucho más daño del que creíamos... Edward perdió la mirada en el exterior y musitó:

—Ravena... Él... —El brujo calló de golpe.

—¿Quién era? —pregunté.

—Ni la nombres en su presencia. No le hables de ella, jamás, Eirel. He hablado de más, no... Olvida ese nombre, por favor. Prométemelo.

—Te lo prometo —murmuré—. Eathan no se lo ha dicho por esto, él simplemente ha dicho lo que todos los Eldas piensan... Le pediré que no vuelva a decir nada de eso nunca más.

—Deberíamos intentar olvidar lo ocurrido, e intentar que Eathan comprenda que meterse con Damon ahora, es como meterse con una menopaúsica por haber engordado, puede que te mate, y con razón. —Ambos suspiramos a la vez y nos sonreímos.

—Damon vive rodeado de muertos de su pasado... Es normal que sea de este modo... —Edward acarició su oscuro cabello con una de sus manos y negó.

—Dale tiempo... Cuando te deje ver lo bella que es su oscuridad comprenderás porque me es imposible separarme de él.

—Yarel se va a poner celoso... —dije empujando al brujo con el hombro.

—Ah, no... En absoluto. Quiero a Damon de una forma muy distinta, créeme.

—Lo he visto más... Vulnerable antes, no comprendía porque, pero ahora lo empiezo a entender mejor... —Me cogió la mano y la apretó con firmeza.

—Eirel, no tienes delante a un Elda o a un Humano, es un Demonio, con siglos de sufrimiento tras él. Si lo ves vulnerable es que no está bien en absoluto... Y lo peor es que no sé cómo ayudarlo esta vez...

—¿Se encuentra mal? ¿Le duele algo? —Negó y ahogó una sonrisa.

—Que tierno me parece que creas que alguien como él pueda ponerse enfermo. —Sonreí algo confusa— ¿Sabes cuándo tienes un brazo dormido porque llevas mucho rato sin moverlo? Pues el corazón de Damon ahora mismo pasa por algo similar, y cuando duele el corazón, no hay magia ni ungüento que valga...

—¿Es por Kayen? —pregunté. Él brujo se encogió de hombros con una sonrisa y se fue hacia la puerta.

—Cuida de Eathan, y procura que no se meta en más líos con Damon...

Edward se fue, dejándonos a solas. Me acerqué a mi amigo y le acaricié el rostro con ternura. No tenía fiebre, ni sudores, pero al despertar podía tener una mala reacción. Tras un rato empezó a abrir los ojos lentamente, acostumbrando sus preciosos ojos verdes a la luz diurna. Al verme sonrió agotado. Le di un beso en la frente y le acaricié la mano.

—Creo que es la peor resaca de toda mi vida... —afirmó. Me sacó una sonrisa y negué— ¿Qué ha pasado? Estábamos andando por la playa, y... No recuerdo nada más... —
Por un segundo pensé en esconderle la verdad, pero igual se iba a enterar tarde o temprano...

—Te has peleado con Damon, y parece que él ha ganado. —Abrió los ojos exageradamente—. Dijiste algo y tocaste la tecla equivocada.

Hice una mueca resignándome a no seguir hablando de más, y a mantener a raya lo que Edward me había explicado. Eathan intentó incorporarse y se mareó. Le puse la mano en el pecho y lo tumbé de nuevo. Me senté sobre la cama y lo miré directamente cuando le dije:

—Tenemos que hablar seriamente. No va a repetirse algo así. Por ninguna de las dos partes. —Asintió repetidamente. Empezó a recordar y se tocó la nariz buscando sangre.

—Es gilipollas, no sé cómo puedes estar tan ciega de no ver lo que tienes delante. —Rebufé e intenté mantener la calma y no meterle una colleja a mi amigo.

—Le has tocado tú los cojones. —Eathan me miró de reojo—. ¿Qué? ¿Esperas que te defienda, porque eres el que ha quedado inconsciente? No voy a hacerlo.

—Se está metiendo en tu cabeza, y te está dominado como le da la gana...Te está apartando de mí —murmuró él. Yo me erguí.

—Soy suficientemente inteligente para saber qué debo hacer, no necesito un tutor. No me has dejado explicarte porque debo mantenerte al margen. Te quiero, idiota —sollocé—. Te quiero más que a mi propia vida, y tú te lanzas delante de un Demonio inestable a provocarlo para que te mate, ¿Para qué? —Golpeé el colchón, frustrada— ¿¡Para qué?! ¡Acabo de perder a mi padre! ¡Perderte a ti sería matarme! —Eathan rebufó.

—Él ha tomado la decisión de hacerme daño, podría haberme empujado, o darme un puñetazo, y casi me revienta por dentro. —Me froté los ojos.

—Damon ha sufrido mucho más de lo que imaginamos. Saca tu empatía, por favor... Intenta verlo de otro modo. Intenta poner distancia con él, si no quieres ser su amigo, lo comprendo, pero por favor, no lo provoques. Lo heriste sin saberlo... Me duele ver que mi mejor amigo no es capaz de entender que hay alguien que no necesita reproches, que necesita un apoyo. —Eathan rebufó.

—No sé lo que me está dando más rabia, si tu brillo en los ojos cuando hablas de él, o que consideres que le he llegado a hacer daño a un Demonio que no siente nada y que solo está haciéndose la victimita para caerte bien. —Eathan se incorporó de golpe y se tambaleó. Me levanté a ayudarlo, pero se apartó de mí. —Déjame, ve a curar a tu amigo, yo puedo hacerlo solo. —Me señaló la puerta con el mentón.

—Te juro que hay veces que te arrancaría la cabeza —bufé cabreada. Me fui de la habitación con un portazo que casi arranco la puerta.

Bajé las escaleras corriendo, salí de la casa y me tropecé con Líomar. Pasé rápido, sin mirarlo, y me fui corriendo. Necesitaba estar a solas, y gritar. Gritar hasta romperme la garganta, porque no podía gritarle a Eathan lo imbécil que llegaba a ser a ratos. Subí al acantilado, el sol estaba en lo alto del cielo. Estaba el mar en calma, y en mi interior se había desatado la tormenta. 

ERALGIA II, Los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora