Me paré un segundo a mirar el campo de batalla, el lodo se mezclaba con la sangre de mis hombres caídos y de los monstruos. Un par de brujos se llevaban a través de un portal a los soldados muertos y heridos, de vuelta a sus hogares, para recuperarse o para descansar eternamente. Los monstruos que seguían sobre el fango removieron mi conciencia, no quería verles ahí... Moví ligeramente mis manos y los sepulté bajo tierra al igual que hacía Alarich en el campo de batalla, suspiré y escondí media sonrisa al recordarle...
De repente empezaron a llover unas flechas enormes en llamas, se clavaron dos a mi lado. Damon se puso a correr hacia mí al igual que Eathan y me apartaron del medio tirando ambos de mi armadura. Nos quedamos los tres refugiados contra la pared del muro, a los pies de un brujo joven de piel oscura y rasgos similares a los de Edward. Cruzamos una mirada con el chico y rebufé.
─Dios, es un problema enorme que no podamos protegernos de este tipo de ataques. Lo que no entiendo es porque lo hacen, este tipo de flechas no derrumban un muro ─Eathan miró al cielo de golpe.
─Un muro no, pero un dragón sí... ─mi corazón se encogió de golpe y me levanté buscando a Arbenet.
Lo sabía, ese cabrón sabía que Arbenet era la piedra angular de mi vida. Lo sabía de tal manera que había usado un ataque especifico solo para ella. Esas flechas eran enormes, partirían por la mitad a un humano, matarían a un Dragón perfectamente. Se me había parado el pulso, sabía el final de esta historia y me negaba rotundamente a aceptarla. Me puse en medio del campo de batalla, buscando con mis ojos a mi mentora. Empecé a llamarla.
─¡Arbenet baja! ¡Es una trampa! ¡Van a por ti! ¡Arbenet! ─no dejaba de gritar su nombre, desgarrándome las cuerdas vocales y la vi aparecer justo detrás de una de las torres del castillo. Gesticulé con mis brazos pidiéndole que bajase, que saliese de ese punto.
Escuché otro estruendo, una de esas flechas golpeó la parte alta del muro y desvió su rumbo. Arbenet estaba descendiendo rápidamente, acercándose a mí asustada, creyendo que me pasaba algo, y la flecha alcanzo su pecho de lleno. Otra vez, la maldita mariposa del destino, con su simple aleteo desató la peor de mis pesadillas...
Sentí ese dolor agudo en mis propias carnes y corrí hacia ella, estaba cayendo en picado, debía amortiguar el golpe. Use el poder del aire para mantener su cuerpo suspendido, frené el golpe ligeramente pero su enorme cuerpo golpeó el suelo más fuerte de lo que debió haberlo hecho, provocando que la flecha terminase de clavarse en su torso. Me acerqué a ella y me tiré a su lado. Coloqué mis manos sobre su cuerpo y le pasé mi energía, desboqué mi poder hacia ella, sentía como me temblaban los brazos, no iba a permitir que muriese.
─¡Arbenet! ¡¿Arbenet?! ─Eathan se acercó a nosotras y le sacó la flecha del pecho tirando con fuerza, su sangre empezó a inundar el suelo. Mi amigo se puso a mi lado e intentó curarla al igual que yo.
─Vamos, vamos, Arbenet, has pasado cosas peores que esto ─empecé a llorar, apenas podía ver nada y me apoyé sobre el cuerpo de mi dragón.
─Sé que todavía estás aquí, conmigo. Escucha mi voz, por favor, vuela hacia mí, vuelve conmigo, por favor... Arbenet, te lo suplico, vuelve conmigo... No me dejes sola, por favor, tu no... No te vayas, quédate conmigo, quédate a mi lado ─el nudo en mi garganta impedía que me saliesen las palabras. Damon creó una barrera a mi nuestro alrededor, y Yarel, Líomar, Caín y Edward se acercaron. Eathan seguía pasándole energía, agotando su propio cuerpo.
─Arbenet lucha, por dios... No nos dejes huérfanos de este modo... ─Yarel y Líomar también intentaron curarla, al igual que Edward.
De repente sentí un tacto familiar sobre mi rostro, sentí como si alguien secase mis lágrimas, y suspiré, más calmada, como cuando ella me abrazaba durante mis ataques de ansiedad... «Te quiero, mi niña...» su voz retumbó en mi cabeza, en mi corazón, y luego, perdí la noción del mundo... Me quedé sola, y esa vez, sola para siempre...
Existe un sonido, un ruido que podemos estar escuchando toda nuestra vida sin saber que está ahí porque nuestro oído se acostumbra, y es el día que se apaga, que te das cuenta de él. Sientes que te falta algo, es un segundo, pero te sientes más vacío, porque ese ruido formaba parte de ti. Jamás me había fijado, ni había prestado atención, pero en mi interior pasaba algo similar, escuchaba el corazón de Arbenet, de forma instintiva, y siempre estaba ahí, latiendo junto al mío... Y en ese momento supe que lo había perdido todo, cuando sentí ese vacío en mi pecho, ese silencio aterrador, en medio de la batalla. Su corazón había dejado de latir, y el mío, acelerado, le estaba pidiendo que volviera a su lado.
─No... No, por favor, no... ─Eathan dio un par de pasos atrás, todos lo hicieron.... Me arrodillé y miré al cielo─ No... Dios, no te la lleves a ella, por favor... A ella no... Arbenet, no te vayas de mi lado, se fuerte, por favor...
Apoyé mi cabeza en su cuello y la abracé con todas mis fuerzas. Grité, de esa forma en la que solo gritamos cuando el dolor nos está matando, y yo, sentía que había muerto con ella...Su cuerpo empezó a encogerse hasta volver a su forma humana. La cogí y la abracé, retiré un par de mechones de pelo de su angelical rostro y la acuné entre mis brazos, contra mi pecho. Le acaricié el rostro y le besé en la frente, me quedé apoyada con el mentón sobre su cabeza, mirando a la nada... Buscando sus preciosos ojos azules en mis recuerdos, rezando para que despertara, meciéndonos como ella hacia conmigo de niña...
No merecía nada de todo lo que ella había dado por mí, nada... Y, sin embargo, ella jamás había dejado de verme como su mayor tesoro. Me había quedado huérfana, ella me amaba como a una hija, y yo a ella, como a otra madre... Grité de nuevo de dolor, ahogándome entre sollozos y lágrimas, rogando que volviera, que me sermonease, o que me abrazase de nuevo, pero la quería de vuelta. Había perdido mi otra mitad, mi amiga y confidente... Había perdido mi faro, ese que iluminaba mis tormentas y guiaba mi barco hasta su puerto, había pedido su cobijo.
La rodeé con fuerza y la besé de nuevo en la frente. No dejaba de acunarla, como si fuera ella la niña que lo había perdido todo, como si fuera ella la que estaba rota, y no... Ese vaivén no era para ella, en realidad era para mí, porque era la última vez que nuestros cuerpos se movían como uno solo, era la última vez que nuestros cabellos se enredaban unos con otros, era la última vez que nuestras pieles se fundían como una sola y era la última vez que sentía su olor, a ceniza, a hogar...
Amaría con locura toda mi vida a seres de todos los tipos, razas y especies, pero a nadie de la misma forma que a ella. No había en el mundo nadie a quien pudiera amar del mismo modo que quise a mi mentora, nuestro lazo iría más allá de la muerte, más allá de la eternidad. En ese momento sentí que me habían arrancado el corazón del pecho y quien lo había hecho, esta vez, estaba cerca. Sabía que eso era obra de Axel, él conocía mis puntos débiles, y Arbenet era uno de los principales. Besé por última vez la frente a esa mujer, y me quedé mirando a la nada.
─Edward, encárgate de su cuerpo. Quiero que la dejes en su cama, en mi casa. Voy a acabar con esto y luego le daremos una sepultura digna... ─le acaricié el rostro de nuevo y el brujo se agachó a la altura de mis ojos.
─Eirel, la ira no es buena compañera para una batalla, debes tener la mente fría ─asentí y miré a Damon─ Yo me encargo de Arbenet, tened cuidado, por favor... ─cogió a Arbenet en brazos y desapareció con un portal.
Me quedé plantada en ese campo, sintiendo mi pecho más vacío que nunca, sintiéndome sola, desamparada, como una niña perdida en medio de una feria... Había soltado su mano, para siempre... Eathan tiró de mí y me abrazó con toda su ternura. Aguanté mis lágrimas, debía terminar con esto, si no lo hacia uno de mis hombres iba a ser el siguiente. Me aparté ligeramente de él y me recompuse.
─Quiero que mantengáis a raya los exteriores, que no entren ─miré le agujero que yo misma había abierto en la pared y levanté un muro de roca de la nada, Eathan me miró y rebufó.
─Eirel, no estás bien, vas a ir a luchar contra Axel llena de ira y de rabia y esto puede afectarte... ─negué repetidamente.
─Va a afectarle a él, porque voy a arrancarle el corazón del pecho al igual que él ha hecho conmigo... ─miré a Damon y asintió, estaba listo. Miré de nuevo a mis chicos─ No importa la distancia, a un metro o a cien... ─Líomar sonrió.
─Nuestros corazones seguirán latiendo juntos.... Ten cuidado, por favor ─asentí y empecé a correr siguiendo a Damon.
ESTÁS LEYENDO
ERALGIA II, Los Demonios
FantasySEGUNDA PARTE Sabía que no podía salir ilesa de todo aquello, pero no esperaba tal masacre en mi alma. Y solo fue el principio. Entre todos los pedazos rotos de mi vidriera, yo descubrí que amaba las sombras entre los brillos. Todos tenemos sombras...