95. Fiesta en la playa

540 85 10
                                    

Busqué a Yarel y a Edward y les avisé de que abandonábamos la fiesta. Les agradecí muchísimo todo lo que habían hecho y luego busqué a Damon, de él no obtuve paradero conocido. Desistí pensando que estaría con cualquier otra chica a la que había podido engañar. Cogí a Dun y nos fuimos junto con el carruaje. Estuve alerta todo el trayecto. Me lo había pasado bien en realidad, era la primera vez que iba a una fiesta así, en la orilla, y había sido preciosa. Eathan y yo estuvimos charlando todo el trayecto de tonterías, juntos, riendo de estupideces. Añoraba esos ratitos en los que podíamos volver a ser dos niños...

─¿Qué planes tienes para seguir la fiesta en casa de Líomar? ─me encogí de hombros─ Vaya, voy a tener que hacerlo todo yo, como siempre ─levanté una ceja.

─¿Perdona? Eso no es cierto, yo hago cosas por ti... ─me paré a pensar algún ejemplo y me quedé en blanco. En realidad, él hacía de todo y yo prácticamente nada.

─¿Te has quedado sin lengua o sin argumentos? ─ se puso a reí y sonreí avergonzada.

─Vale, voy a intentar remediar eso. Voy a montar una fiesta privada para ambos. Se supone que hay que tener música, alcohol y fuego, eso puedo arreglarlo, voy a tener que estrujarme el cerebro un poquito, pero voy a hacerlo ─sonreí a mi amigo─ Te vas a quedar anonadado cuando veas lo bien que lo monto ─ asintió con una sonrisa burlona.

─Eso ya lo veremos, soy muy exigente... ─sonreímos.

Seguimos con el camino hasta llegar a la casa. Arys estaba agotada, se le habían hinchado un poco las piernas y se la veía cansada, pero era normal, estaba embarazada y se movía más que yo todo el día. Líomar la ayudó a entrar a casa y la llevó a su habitación. Mi madre se fue rápidamente a su cuarto, Arbenet y yo nos quedamos mirando y nos entendimos, ella se fue tras mi madre y yo cogí a Anna en brazos, se había quedado dormida. La abracé con todo mi amor.

Subí hasta su habitación y Eathan me abrió su puerta. La dejé encima de su cama y la tapé con una fina mantita. Le di un beso en la cabeza y me quedé mirándola por unos segundos. Le acaricié el rostro, Eathan estaba apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho. Me sonrió y se acercó a nosotras. Besó a la pequeña en la frente y le acarició la cabeza.

─Pocas veces he estado tan seguro de que amo con todo mi corazón... Esta niña es lo mejor que podía pasarnos... ─nos quedamos mirando a los ojos─ Es igual que tú de pequeña, testaruda e inconsciente, pero fuerte y valiente como ninguna... ─le acaricié el rostro y le di un beso en la mejilla.

─Y tiene al mejor maestro del mundo cuidándola, nadie en este mundo podría ser mejor para ella que tú, Eathan, las que tenemos surte somos nosotras de tenerte a nuestro lado ─le sonreí sinceramente. Anna se removió en la cama─ Vamos a irnos antes de que se despierte, espérame en la orilla, estoy ahí en cinco minutos ─salí corriendo de la habitación y me metí en mi cuarto.

Me quité la diadema de flores que llevaba en el pelo y las botas de montar. Me cambié de vestido y me puse uno azul celeste mucho más cómodo y más corto. Me fui a la habitación de Anna de nuevo y le cogí prestada una cajita de música que tenía encima del tocador. Bajé sin hacer mucho ruido a la cocina a por dos vasos y una botella de licor de granadas de dragón.

Me paré en el recibidor y vi una enorme manta que había en el sofá, de esas de entretiempo, la doble y la llevé bajo el brazo. Salí afuera y me planté delante de Eathan cargada hasta arriba. Mi amigo sonrió al verme tan ajetreada. Dejé las cosas al suelo y luego él me ayudo a poner bien esa enorme toalla improvisada. Le invité a tomar asiento. Cogí la cajita de música y le di cuerda para que sonase la melodía. Era una nana preciosa, se la había regalado Damon, y me pareció un detalle precioso de su parte. Cogí la botella y ambos vasos y me senté justo al lado de mi amigo. Le llené el vaso y se lo tendí, luego llené el mío y chocamos los vasos.

─¿Ves? Puedo hacer muchas cosas sola, no siempre lo haces todo tu, señor Guardián de la Tierra ─negó un par de veces y sonrió.

─Casi lo haces perfecto, pero no veo ninguna fogata por aquí... ─miró a nuestro alrededor. Levanté una ceja y con un chasqueo de dedos hice aparecer un pequeño fuego entre mis dedos.

─Listo, ya tienes fuego ─se puso a reír y me contagió su buen humor─ Soy una chica muy resolutiva, tengo miles de recursos ─asintió y levantó su vaso, apagué la llama.

─Brindo por ello pues, para que jamás dejes de tener todos esos recursos, señorita Kashegarey ─sonreí y choché el vaso con él. Bebimos y luego aparté el vaso. Me acerqué a él y me apoyé sobre su hombro.

─Gracias por todo lo que haces por mi Eathan, soy muy afortunada de poder tenerte cerca. Haces que el mundo sea un lugar más bonito solo con tu simple presencia. Sin ti estaría perdida... ─me arropó y me besó en la cabeza.

─Te quiero, Eirel.... ─nos quedamos mirando a los ojos y sonreí instintivamente─ Eres lo más importante de mi vida y solo quiero que seas feliz... ─me dio un beso en la cabeza y me acunó ligeramente─ Aun no me creo que haya estado durante tanto tiempo sin ti... Y esos tres meses que me aparté, fui un completo idiota ─me incorporé ligeramente y le cogí la mano.

─Eso no es cierto, tenías el corazón roto, yo debí ir a buscarte antes... ─le miré y le sonreí. Nos quedamos por unos segundos en silencio, observándonos el uno al otro, como si el mundo se hubiese detenido esa noche─ Tienes unos ojos preciosos... ─sonrió avergonzado y miró al mar. Negó un par de veces─ Te lo digo en serio, tienes una mirada preciosa, me pasaría horas viéndote ─suspiró y bebió un sorbo. Luego negó, como si quisiera contestarme y lo evitase al mismo tiempo─ ¿Qué te pasa? ─negó─ Venga, no hagas esto, nos conocemos demasiado, sé que te está ocurriendo algo y no quieres decírmelo.

─Tú te pasarías horas mirándome a los ojos, y yo estaría dispuesto a pasarme la eternidad si solo tus ojos tuviesen que mirarme... ─me sonrojé. Escondí una sonrisa por debajo de mi nariz.

─Siempre tienes las mejores frases preparadas, estás hecho un poeta... Eres demasiado perfecto para ser real ─sonreí y él se puso a reír y negó repetidamente.

─No soy perfecto, y lo sabes de sobras ─sonreímos─ Soy un completo desastre, solo sé disimularlo mejor que tú ─se puso a reír de nuevo.

─No, no, no, yo soy mucho peor, créeme. Deberías verme cuando entreno, yo sola me hago daño ¡Yo sí que soy un desastre! ─negó y me apartó un mechón de pelo de la cara.

─Pues seremos un desastre juntos... ─me dio un beso en la mejilla y nos quedamos frente contra frente. Le miré a los ojos y me acarició el rostro─ Si pudieses verte con mis ojos comprenderías porque te quiero tanto...

─Con mirar tus ojos tengo suficiente, nadie en el mundo es capaz de reemplazar tu mirada. Ni el tacto de tus manos, ni tus abrazos, ni tu forma de escuchar en mis silencios todo aquello que grita mi corazón, eres irremplazable... ─le abracé tan fuerte que nos quedamos tumbados sobre la manta.

Le empecé a dar besos en la mejilla como si no hubiese un mañana y él empezó a hacerme cosquillas. Me puse a reír como una loca, con todas mis fuerzas, y que bien sentaba eso... Qué bonita era la vida entre sus brazos, que pequeños mis problemas y que livianas mis cargas. Si de algo había estado segura, desde el primer día, era de que Eathan era mi pilar, en todo... Quería con locura a todo el mundo, pero a él, era imposible describirlo. Era parte de mí, la mitad de mi alma, de mi corazón... Porque cada vez que se me rompía, él traía el suyo para arreglarlo...

Terminamos tumbados boca arriba, medio abrazados y medio revueltos. Respirando agitados, sonriendo y suspirando a partes iguales. Me cogió la mano entre las suyas y la besó, le sonreí. Sobre nosotros se extendía un precioso cielo estrellado, con una luna llena enorme que nos custodiaba. Vestía toda la playa de plateado, y bañaba de un tono argentino el inmenso mar que nos acompañaba. La brisa marina nos removía algunos mechones de pelo mientras nos acariciaba las mejillas. Nos quedamos un largo rato en la playa, abrazados. A ratos dormidos, a ratos charlando de tonterías. Quizás esa noche no fue la fiesta que esperaba, quizás no bailé con el amor de mi vida... O sí, nadie podía saberlo ¿Pero que más daba? Tenía al lado al mejor regalo que jamás me había dado la vida. 

ERALGIA II, Los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora