III. Mi hombría, la runner.

46.6K 4.2K 8.5K
                                    

—Mierda —susurra Annie, recibiendo un examen sorpresa de inglés de manos de la profesora

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Mierda —susurra Annie, recibiendo un examen sorpresa de inglés de manos de la profesora.

—Como vea a alguien copiando del compañero, lo mando al despacho del director Weber. ¿De acuerdo? —amenaza la señora Merkel, observando de reojo a Klaus. Este coloca las manos tras la cabeza, se la frota despeinándose y resopla. Su fama de tramposo va más allá de los videojuegos y no es la primera vez que un docente lo pilla con fórmulas anotadas en los brazos. 

Sí, tenemos un examen sorpresa de Inglés para comprobar nuestro nivel y yo no estoy preparado para hacerlo. Dominio bien este idioma, pero llevo desde vacaciones sin repasar ni un triste modal verb. 

Me muerdo la uña del dedo pulgar y poso la punta del bolígrafo en la parte superior de la hoja, justo donde tenemos que identificarnos con nuestro nombre. Me dispongo a escribirlo cuando, de pronto, me surge una duda absurda que borra por completo mi seguridad para realizar la prueba. Me llevo las manos a la cara y me maldigo a mí mismo por me ineptitud. Por Dios, ¿surname significa nombre o apellido?

Miro con pavor como mis compañeros ya han terminado de responder a la primera pregunta. Annie le ha dado la vuelta al folio y Adolf se dedica a hacer dibujitos en la esquina de su hoja. Yo, por mi parte, sigo detenido en el principio, sin poder escribir mi nombre. ¿Cómo puede ser posible que algo tan sencillo como responder quién eres se vuelva tan complicado cuando no entiendes la pregunta? O, en su defecto, no tienes claro cómo debes dar dicha respuesta. 

Bah, ¿y por qué necesito identificarme? En cuanto la señora Merkel vea mi examen, sabrá al momento a quién pertenece. Es evidente, soy el único con tan buena letra y que hace las cosas tan bien. 

Y también eres el único con un ego tan grande.

Me rasco la barbilla y medito una idea que acaba de surcar mi mente: ¿significa eso que no es el nombre el que identifica a la persona, sino la persona la que identifica al nombre?

El teléfono de Emily empieza a sonar, interrumpiendo mis pensamientos con su melodía de llamada: una canción de heavy metal tan gutural que nos vemos en la necesidad de taparnos los oídos. La gemela apaga el móvil entre palabrotas, mientras la profesora la regaña, y mis compañeros se echan a reír. Uf, esta distracción ya me ha robado tres preciados minutos. 

Dejo de divagar y comienzo a responder las preguntas antes de que se termine el tiempo. Medito un ejercicio mientras contemplo la ventana que está a mi izquierda. En ese instante, recuerdo que hay un chico nuevo sentado en ese lado. Escribe a una velocidad envidiable, pero tampoco ha puesto su nombre. ¿Tendrá la misma duda que yo por culpa del dichoso surname? No pienso más en eso porque el chico deja de escribir y, entonces, caemos en cuenta de que ambos nos estamos mirando. 

Y, si las miradas hablasen, la nuestra diría: ¡te juro que no te estoy copiando!

Posamos con rapidez la vista en nuestras respectivas hojas y continuamos con la prueba. Cuando al fin la termino, me armo de valor y escribo «Samuel» en el apartado de surname. No le daré más vueltas al asunto, que sea lo que Dios quiera.  

Rompiendo mi monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora