XVII. Mis sentimientos por ti.

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Viernes, de nuevo

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Viernes, de nuevo. Es extraño lo rápido que pasan los días cuando todo vuelve a su cauce normal de monótona tranquilidad. Estamos en clase, esperando a que la profesora Petri aparezca de una vez, porque lleva quince minutos de retraso. Klaus está tomando su zumo mañanero, observando como Adam juega en el teléfono. Tanja escribe a toda velocidad en su cuaderno, deduzco que está adelantando algún ejercicio de matemáticas. Wolf, por su parte, mira al encerado, abstraído. Lleva toda la semana con un constante gesto serio, y parece decaído. Sin embargo, no le presto atención, tampoco es que me importe. 

Mi mente está ocupada en asuntos más importantes, como el examen de Biología del próximo lunes o la cantidad ingente de tarea que nos ha puesto el profesor de Química para hacer durante fin de semana. Sí, solo pienso en eso, en nada más. 

La señora Petri hace aparición en la puerta abrazándose a un montón de papeles. Deduzco, por los pelos revueltos que lleva y las ojeras pronunciadas de su rostro, que no ha pasado una buena noche. 

—Lo siento, me pilló un atasco —se disculpa y algunos disimulamos mal una risa. Siempre utiliza la misma excusa—. Y me quedé encerrada en un ascensor, o lo que sea. —Se posiciona detrás de su escritorio y carraspea—. Terminé de corregir los trabajos que me entregasteis el otro día. —Mira a los lados, adivina lo que todos estamos pensando y prosigue—: el martes, los terminé de corregir el martes. 

—Por supuesto, si para ella los martes son lo mismo que los jueves por la noche... —susurra Tanja, sin despegar la vista de su libreta. Su larga melena castaña le tapa la cara a modo de cortina. 

—Chicos, me temo que estamos escasos de tiempo, así que, el próximo lunes, harán las exposiciones los grupos que han tenido la mejor y la peor nota. ¿De acuerdo?

Todos nos quejamos, no solo por lo incómodo que resultaría ese agravio comparativo entre el mejor y el peor, sino porque en tres días a algunos no les dará tiempo de preparar diapositivas y ensayar una presentación.

—¿No podemos exponer el próximo viernes? —pregunta Klaus haciendo un mohín y la profesora se ríe.

—Tranquilo, Kissinger, que Bauer y tú os habéis librado de hacer la exposición —contesta la señora Petri, y Tanja gruñe por un momento, apretando con fuerza su portaminas. El mal humor de esta mujer a veces me da miedo—. El lunes, al final de la exposición, os daré las notas del trabajo. Los mejores habéis sido Müller y Wolf y, los peores, Zimmermann y Spyri. 

Mis compañeros miran primero a Heidi, quien agacha la cabeza avergonzada, intentando asimilar su mala calificación. Acto seguido, todos miran al pupitre donde debería estar Annie. Sin embargo, este está vacío. 

—Oh, Zimmermann no ha venido hoy tampoco. Avisadla, por favor.

Observo fijamente su asiento. Lleva tres días sin asistir a clases, algo muy poco común en ella. Le preguntaría a Tanja por el motivo de su ausencia, pero no me atrevo porque, desde que Annie y yo nos distanciamos, nuestra amiga no ha vuelto a dirigirme la palabra y actúa como si no me conociese. Ese detalle me demuestra que, aunque nos llevábamos bien, aprecia mucho más a mi novia que a mí.

Rompiendo mi monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora