Estoy en el despacho de Gestalt, sentado frente a su escritorio, observando como ella se toma un café. Bosteza y al momento me pide disculpas, pero al cabo de cinco segundos vuelve a hacerlo, y a disculparse también. En estos momentos de completo silencio, me pregunto qué habrá hoy para almorzar en mi casa. Sea lo que sea, lo cocina Sylvia. Uf, creo que voy a deslizarle la idea de empezar a pedir comida por encargo, o eso o que me deje cocinar a mí. Ayer mi padre se pasó una hora en el váter tras la cena; dijo que estuvo vomitando, pero la peste que salía del cuarto de baño no parecía indicar eso. Ah, estoy divagando, y Gestalt lleva un buen rato mirándome.
—Tierra llamando a Samuel —me dice. Yo asiento con la cabeza y me disculpo—. Me hablabas sobre Rainer. Unos días antes de Navidades quedasteis en tu casa. ¿Qué pasó?
Ella sabe perfectamente que pasó algo, si no, no estaría contándole ese detalle. No me hace mucha gracia rememorar lo sucedido; sin embargo, necesito hacerlo para desahogarme. Para sentirme mejor, porque ella siempre sabe cómo lograrlo.
—Nos pusimos con un trabajo de biología, vimos una película, después hablamos en mi cuarto. No sé qué me pasó, pero llegado un punto me envalentoné y le dije que me gustaba.
Ella me mira durante un instante con los ojos muy abiertos. Deja la taza de café en el escritorio, se recuesta en su asiento y entrelaza las manos sobre las piernas. Sé que reacciona así porque no esperaba ese derroche de valentía por mi parte.
—¿Y qué pasó después?
—Que intenté besarle.
—Oh. —Sé lo que está pensando ahora mismo: «intentar» es un verbo que le indica, en este contexto, todas las acciones que no se llevaron a cabo. Porque si él no me hubiese rechazado, yo no habría utilizado esa palabra, así de simple—. ¿Qué hizo él?
—Me apartó y me echó en cara mi actitud. Después me dijo que estaba confundido, que no le volviese a hablar, que lo que sentía era una mierda y que nadie se fijaría en una persona tan débil como yo.
—Eres consciente de que eso no es cierto, ¿verdad? —se apresura a preguntarme. Entiendo cuál es su preocupación ahora mismo: no quiere que vuelva a despreciar mis sentimientos, a considerarlos un error. Cualquiera, ante un rechazo así, podría caer de nuevo en ese estado de negación. Pero no, no quiero que vuelva a pasar eso conmigo—. Samuel, lo que sientes...
—No es un error, porque me afecta —le completo la frase y ella sonríe—. Ya lo sé, no te preocupes. Estoy bien, de verdad, no tan bien como debería pero ya se me pasará. Quiero dejar atrás esta falta de ánimo y volver a ser yo mismo. No voy a consumirme por este rechazo. Yo no hice nada malo confesando lo que siento.
—Exacto. Lo que sientes tú está bien. Puede que ni la situación ni el receptor fuesen los adecuados, pero eso no significa que haya sido un error.
—Lo sé, y tampoco estuvo bien su actitud —dejo caer como crítica, porque parece que la psicóloga no está por la labor de comentar nada sobre el comportamiento de Wolf—. A ver, creo que estoy llevando bien la vuelta a clases. Hace una semana intenté hablar con él para arreglar las cosas, pero no sirvió de nada, y ahora se comporta como si yo no existiera. Así que he intentado centrarme en otras cosas, u otras personas. Quiero decir, ¿por qué voy a centrar tanto mis pensamientos en alguien que me trata mal, teniendo personas a mi lado que sí me quieren? Es una tontería, ¿verdad? Eso de mortificarnos por alguien que no vale la pena.
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Rompiendo mi monotonía.
Teen FictionSamuel Müller y su nuevo compañero de clase, Rainer Wolf, competirán por una beca para estudiar en Estados Unidos. Lo que ninguno de los dos sabe es que esta rivalidad se convertirá en un profundo y complejo amor. 🏳️🌈 Historia con representación...