VII. Mis conocimientos sobre tópicos.

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Lo primero que hago cuando llego a mi casa es tirarme en el sofá de la sala de estar donde se encuentra mi hermana mayor

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Lo primero que hago cuando llego a mi casa es tirarme en el sofá de la sala de estar donde se encuentra mi hermana mayor. Madre mía, me duele tanto la cabeza que siento como si tuviera dentro de ella a un grupo de heavy metal tocando música gutural a todo volumen. Debido a eso, no logro descansar. Lo peor de todo es que no paro de pensar en el momento en el que el director Weber me puso el segundo aviso por mala conducta; una falta más y me expulsan del Sinclair durante dos días, lo que supondría una mancha en mi expediente y la imposibilidad de optar a la beca. No pienso tener otro fallo porque, si me expulsan, arruinaré mi futuro y no existirá pista de carreras lo suficientemente larga como para poder huir de mis padres.

Bostezo y giro mi cabeza hacia la izquierda. Ahí está Sylvia, sentada en otro sofá, haciéndose la pedicura mientras habla por teléfono. Parece muy animada. Me pregunto por qué hizo las maletas y regresó a este país, si le encantaba estudiar la especialidad de radiología en Holanda. 

Estoy más que seguro de que la respuesta a mis dudas se encuentra en el dedo corazón de su mano izquierda; ya no lleva el anillo de compromiso que le había dado su novio holandés, Juud, hace seis meses, cuando este le pidió matrimonio. Por un momento, siento la necesidad de preguntarle por qué rompieron su relación, pero soy más que consciente de que recibiré una mala respuesta, así que desecho rápido la idea de interesarme en ella y en su vida. 

Mi hermana siempre ha seguido el mismo esquema sentimental: consigue un novio y mantiene con él una relación bastante superficial e intensa. Cuando se aburre termina con el noviazgo y, a los pocos días, ya tiene el ojo puesto en un chico nuevo. Sin embargo, con Juud todo fue distinto. Lo que no entiendo es que dejase su vida y sus estudios en Holanda por culpa de un amor fallido. Creo que nuestros padres la han consentido tanto que ni siquiera se da cuenta de que ha preferido huir de los problemas en vez de enfrentarlos. A veces, cuando nos dan mucha libertad en la vida, le dan mucha libertad a nuestros miedos. 

Mentiría si dijese que comparto la manera que tiene Sylvia de vivir las relaciones, aunque me hace pensar mucho; es curioso ver como las personas dependen emocionalmente de otras, hasta el punto de detener sus vidas cuando sus parejas o ese alguien especial los abandona, como si conseguir un amor fuese el objetivo más importante de nuestra existencia, como si la gente fuese incapaz de estar sin la compañía de alguien que los escuche y los comprenda. Como si costase demasiado asimilar la realidad de que uno despedirá la noche y saludará el día en una cama vacía. Quizás no entienda lo que significa estar solo porque conozco a Annie desde que somos niños, así que me dedico a juzgar con demasiada dureza las actitudes dependientes del resto de personas, porque ni siquiera me he parado a pensar en cómo sería mi vida si Annie no estuviese enmascarando ese sentimiento de soledad, el cual empiezo a sospechar que es bastante duro.

 Puede que no sea capaz de comprender en su totalidad lo que no he sentido en mi propia piel; que no exista empatía sin experimentación.

Abro los ojos, contrariado por mis propios pensamientos; el aburrimiento y la preocupación me hacen divagar de más. Debería distraer la mente en otra cosa.

Rompiendo mi monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora