XXI. Mi manera de buscar tu sonrisa y mis saltos rompe platos.

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Llego por la mañana a clase y compruebo que no hay nadie

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Llego por la mañana a clase y compruebo que no hay nadie. La campana que anuncia el comienzo de la jornada escolar todavía no ha sonado, por lo que concluyo que mis compañeros están en el hall o en la cafetería, aprovechando los pocos minutos que les quedan de libertad para dormitar o charlar un rato. La falta de ánimo me impidió unirme a ellos. Además, Klaus quiere hablar sobre el culo de Dagna y, sinceramente, no tengo el más mínimo interés en saber cómo de firme lo tiene. 

Me dirijo a mi silla, me siento y apoyo la cabeza en la mesa con la única intención de dormir. Las luces están apagadas y los pocos rayos de sol que penetran por las persianas a medio subir me regalan un ambiente idóneo para echarse una cabezadita.

Mañana me traigo una almohada. 

Pero si mañana es sábado, cabeza de almeja.

El sonido de unos pasos capta mi atención, así que levanto la cabeza para saber quién se está acercando: Rainer Wolf se detiene en la puerta, adoptando su actitud despreocupada de siempre, con las manos en los bolsillos del pantalón y el peso del cuerpo apoyado en una pierna. Me escruta con cierta reticencia, como si dudase entre acercarse o no a mí. Yo le doy una respuesta clara con mi cara de hartazgo mal disimulada: que me deje en paz. 

Vuelvo a bajar la cabeza y a ocultarla entre mis brazos. Durante toda la semana he mantenido la misma actitud, es decir, he ignorado la existencia de Wolf porque considero que no se merece ni que le preste atención.

Cierro los ojos y dejo la mente en blanco. Entonces, me percato de lo mucho que me incomoda el silencio que reina en el aula. Alzo la vista y me encuentro a Rainer sentado frente a mí, con la barbilla apoyada en una mano, mirándome.

—Müller, hablemos.

—Eh... No —respondo en un tono tan infantil del que me arrepiento al momento, así que prosigo con mi actitud del todo adulta y regreso a mi siesta.

—Samuel, es en serio —me insiste en un tono más suave, agarrándome del brazo. Ese contacto y el hecho de que me llame por mi nombre es razón más que suficiente para que vuelva a levantar la cabeza y le mire con todo el hastío posible.

—Wolf, no me jodas. Yo quería hablar contigo y me mandaste a la mierda de todas las formas que quisiste. Así que ahora ten tu merecido. No vas a obtener lo que quieras solo cuando a ti te dé la gana.

Permanecemos en silencio, mirándonos. Yo mantengo la misma actitud defensiva. Él por su parte, parece que no sabe cómo continuar con el tema. 

Entonces, cuando vuelve a abrir la boca para hablar, Annie entra en el aula, interrumpiéndolo. 

—Oh... ¡Holi! —dice con cierta sorpresa, saludando a Wolf, y yo me transformo en alguien inexistente. Camina hacia su pupitre, al lado del mío, deja su mochila y saca el teléfono—. Tengo que hablar contigo, Rainer.

Bien, ¿hoy todo el mundo tiene algo interesante que decir o qué?

—¿Qué sucede? —pregunta él, acercando su silla hacia donde está nuestra compañera. 

Rompiendo mi monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora