XIV. Mi forma de ser, decepcionante.

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Despierto, y no gracias al sonido de un despertador exasperante, simplemente he adoptado como costumbre el abrir los ojos a estas horas de la mañana para ir al colegio

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Despierto, y no gracias al sonido de un despertador exasperante, simplemente he adoptado como costumbre el abrir los ojos a estas horas de la mañana para ir al colegio. Al fin es lunes. Ha llegado el momento de levantarme, salir de casa y no volver a soportar a mis padres hasta la noche. Dejo atrás un fin de semana donde todo han sido gritos y reproches por mi conducta. Porque, según ellos, no hago nada más que tomarme la vida a broma, hacer el vago y perder el juicio en el momento más crucial de mi vida estudiantil.  

Es más que evidente que mis padres no me conocen, y que yo no tengo claro qué tipo de actitud les transmito. Aunque debo decir, a favor de sus estrictas mentes, que esta vez me he merecido parte de esa regañina, porque el sábado llegué a casa por la mañana con una buena resaca y ni siquiera he repasado para los exámenes de Inglés y Alemán que tengo hoy. 

No le doy muchas vueltas al asunto. Tras ducharme y vestirme, me preparo el desayuno y empiezo a comérmelo mientras repaso para la prueba, llenando el libro de Inglés de migas de pan. ¡Aj, qué guarrada! Tras cinco minutos, desisto porque no logro concentrarme y me dedico a dormitar. 

—¿Qué pasa, hermanito? ¿Has estado bebiendo bajo las sábanas? ¿Tendré que meterte en un centro de desintoxicación? —me pregunta Sylvia cuando entra en la cocina, vistiendo solo su ropa interior. Yo estoy sentado en la mesa, con la cabeza apoyada en la madera. Me duele la cabeza y llevo un buen rato estornudando; desde ayer sospecho que he cogido un resfriado y eso me provoca sueño. No tengo ni la más remota idea de dónde ha acabado la tostada que tenía hace unos minutos a medio morder en la boca. ¿Me la habré comido? Oh, por dios, ¿y si ha cobrado vida y se ha escapado corriendo de su fatal destino, es decir, de ser digerida en mi sensual estómago? Quizás he descubierto una nueva especie, ¿cómo la llamaré? Uhm... Samueltadus tostaperfectus—. Despierta, niño, que se te va a caer la baba durmiendo. 

—¿Por qué no fuimos los alemanes los que globalizamos nuestro idioma? —le pregunto, repasando mentalmente el significado de todos los false friends del inglés. Ella se encoge de hombros, se sienta en la encimera y devora un bizcocho. Yo saco el móvil del bolsillo y frunzo el ceño al revisar las notificaciones. ¿Qué demonios? 

Samuel M.: ¿Me has llamado quince veces durante el fin de semana? 

Maud H.: como puede ser posible q un adolescente d esta era, d este decenio y d este planeta no mire el movil al menos una vez al dia?? bixo raro

Samuel M.: Eres como un cuchillo oxidado clavado en las costillas.

Samuel M.: Llevo días ignorando tus mensajes. ¿No captas las indirectas?

Maud H.: pudrete, solo queria preguntarte sobre lo sucedido con tu novia valee 

Maud H.: a x encima de que me preocupo

Rompiendo mi monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora