LII. Mi orientación sexual, trending topic.

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Miércoles por la tarde

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Miércoles por la tarde. Camino por las calles sin rumbo fijo, sumido en mis pensamientos. El cielo está nublado y ni siquiera llevo un paraguas conmigo. Hace un buen rato que me escapé del gimnasio que está en el centro de Freude porque no soportaba ni un minuto más a Adam sacándose dos fotos por cada pesa que levantaba. La verdad es que esta semana ha sido de lo más tranquila, de hecho, creo que hacía tiempo que no me sentía tan en paz conmigo mismo. Aunque todavía tengo bastantes preocupaciones rondando mi cabeza y quitándome un poco el sueño, estoy contento. Sin duda, charlar de nuevo con Gestalt ha sido como un soplo de aire fresco. Por eso mismo, sus palabras no han dejado de repetirse en mi mente, alentándome a seguir con esta buena racha.

«Ten siempre presente el poder de las palabras, la magia de los gestos de afecto, la importancia de los detalles y la capacidad de obrar de una sonrisa».

Puede que ella no sea consciente, pero no pienso olvidar esta lección en la vida.

Qué sorprendente es esa mujer; cuando era pequeña un especialista le dio color a su vida, y como agradecimiento, ella buscó hacer lo mismo en los demás, lográndolo conmigo. No puedo estar más que agradecido, porque poco a poco entiendo que la felicidad es la paleta de colores de la vida, que no es un sentimiento ajeno a nosotros el cual debemos buscar ahí fuera. No, la felicidad reside en nosotros mismos, por lo que tenemos que luchar por conseguir sentirla.

Bostezo, exhausto tras un largo día, así que me dirijo hacia la tienda más cercana para comprarme un refresco y alejar el sueño. Me meto en una callejuela de un solo sentido cuya calzada está llena de socabones. La noche es cada vez más palpable y este lugar no cuenta con farolas; la única luz artificial que lo ilumina es la de los faros de los pocos coches que pasan por mi lado. Apuro el paso para llegar lo más rápido posible a mi destino; sin embargo, antes de que pueda salir de la callejuela, empieza a sonar mi teléfono. Lo cojo y miro la pantalla contrariado porque el número que me llama aparece como «Oculto». Pego el terminal a mi oreja y me dispongo a responder cuando la persona al otro lado del auricular se adelanta:

—¿Hola? —dice, con una voz masculina tan gruesa que por un momento parece fingida.

—¿Sí?

—¿Con quién hablo?

¿Qué diablos con esa pregunta? Pero si es él quien me ha llamado.

—¿Quién eres?

—¿Quién crees?

—Eh... ¿Adam? —Interpreto su silencio como una confirmación a mis suposiciones, así que prosigo—: ¿dónde estas? ¿Ha pasado algo? —Sigue sin responder. De la puerta de un bloque de pisos que hay a mi lado salen una señora y su hija. La última, que está tomando un helado a estas horas, me mira arrugando la nariz—. Oye, te oigo raro. ¿Todo bien?

—¿Quién es Adam?

—Oh, disculpa, te confundí. Creí que eras un amigo.

—Está bien. No hay problema.

Rompiendo mi monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora