XVIII. Mi solución a todo son las patatas.

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Lunes

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Lunes. ¿Existe una palabra más horrible que esa? Sin ella el tedio no existiría, ni la pereza, ni la monotonía. Me encuentro en clases, recostado sobre el pupitre, pensando en que ahora mismo nada lograría animarme. Mis ojeras hablan por sí solas; he pasado un fin de semana horrible, deprimido la mayor parte del tiempo, sin ser capaz de dormir. A mi espalda, están colgadas las notas del examen de Alemán que realicé tras cumplir con mi  expulsión. El caso es que ni siquiera el hecho de haber sacado la mejor nota de toda la clase me ayuda a estar contento. Aunque me extraña que el infalible Rainer Wolf haya sacado solo un tres. Raro. 

Miro al frente con desgana; me acompañan Klaus y Adam, que intentan animarme de manera pésima: uno se cuelga de mi brazo derecho mientras el otro me habla de una aplicación para ligar. 

—Tinder es más sencillo de lo que parece, solo tienes que subir una foto de tu indudable atractivo, véase tus abdominales, que los luces poco —me explica Adam, que intentaba descargarme en el teléfono la susodicha aplicación hasta que se lo arrebaté. 

—Espera, espera, ¿subir fotos de tu cuerpo no es un poco pretencioso? —le interrumpe Klaus, que parece bastante interesado en el tema.

—A ver, tanto como eso... Yo he visto cosas muy complejas por aquí, como chicos sacándose fotos semidesnudos presumiendo de cuerpazo cuando en realidad son unos raquíticos, incluso más que tú —le repone el otro—. Como te decía, Samuel: tú colocas una foto, una breve descripción sobre ti y ya verás como en una hora recibes un montón de matchs y mensajes de mujeres. Bueno, quizás también de hombres, así que mejor aclara en tu descripción que eres hetero. 

—Eh... —logro murmurar con una voz ronca que parece salida de las cuevas del mismísimo infierno—. ¿Qué es un match? 

—El equivalente online a un «joder, qué culo».   

Lo miro entrecerrando los ojos. Klaus le da unas palmaditas en el hombro para que asimile con más facilidad su derrota en el noble arte del apoyo entre amigos. Acto seguido toma el mando, se agacha y procede a animarme al más puro estilo Kissinger. 

—¿Sabes en qué mes estamos? —me susurra y adopta un tono sugerente—. Exacto, en octubre. ¿Y qué pasa en octubre? ¡Halloween! ¿Y qué hay en Halloween? Chicas con ganas de pasárselo en grande con atractivos estudiantes como nosotros. Samuel, te prometo que la noche del treinta y uno estaremos con un montón de chicas y, quién sabe, ¡conoceremos al amor de tu vida!

Le cierro la boca al momento con la mano y le pido que se calle. A mi derecha está Annie, y lo que menos me interesa en este momento es que escuche lo que Klaus está diciendo. Me parece de mala educación enviarle el equivocado mensaje de que estoy pasando página por nuestra ruptura solo un par de días después de que esta haya sucedido. No, así no funciono. 

—Primero: no quiero conocer a nadie —le explico, en voz baja—. Y segundo: todavía estamos a finales de septiembre, cabeza de chorlito.

Ignoro a mi amigo El viajero del futuro y miro con disimulo a Annie. Está sentada en su mesa, acompañada por Tanja y Rainer. Por lo que puedo escuchar, intuyo que están repasando para el examen de Matemáticas de mañana. 

Rompiendo mi monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora