XLVIII. Mis charlas sobre las estrellas, los gatos exhibicionistas y el perdón.

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—Quien sabe lo que es correcto también hará lo correcto

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—Quien sabe lo que es correcto también hará lo correcto. 

Mi voz interrumpe la de Rainer, quien observa con cierta curiosidad tanto el sobre que sostengo entre mis manos como la nota que había dentro y que acabo de leer. Nos encontramos al lado de mi casa, frente al buzón. Hace un rato que hemos salido de clases, y aunque todavía estamos a mediados de febrero, hace un sol inapropiado para esta época del año. Klaus dice que somos el experimento de algún ente superior que quiere comer alemanes a la parrilla.

—¿Quién te ha enviado eso? ¿Tu admiradora secreta alias Gestalt? —pregunta, quitándome el sobre sin pedir permiso alguno y, acto seguido, saca de su interior un libro—. El hombre que confundió a su mujer con un sombrero —lee el título y después me mira, frunciendo el ceño—. ¿Ahora Alfufre te regala novelas? Qué romántico.

—Se llama Alwufre.

—Eso es exactamente lo que acabo de decir, Müller, Azufre.

¿Qué?

Déjalo, sospecho que tiene el cerebro de un Homo erectus.

—Pues es genial. Ahora tengo algo nuevo que leer. —Le quito el sobre y lo guardo junto al libro en la mochila. Qué extraño, ¿por qué el paquete estaba todavía en el buzón? Si mi familia siempre recoge el correo por la mañana y lo deja en la sala. En fin, supongo que será otra de las múltiples formas que tienen de demostrarme lo enfadados que están conmigo pero, demonios, se están pasando un poco. Pongo la mano en el pomo de la puerta y compruebo que está cerrada, así que quito las llaves del bolsillo del pantalón—. Bien, no hay nadie en casa. 

—Así que vamos a pasar la tarde solos. —Una vez dentro de casa, me cercioro de que en verdad no hay nadie en ella y subimos las escaleras hacia el piso superior. Asiento con la cabeza y él se ríe. ¿Qué le hace tanta gracia?—. Algún día me presentaré como es debido ante los señores Müller. 

—¿Y permitir que te persigan con un bisturí para darte caza? Paso. 

—Cómo exageras —suelta una vez que llegamos a mi habitación, para después tomar asiento frente a mi escritorio—. Entonces, ¿ya terminaste de leerte el anterior libro que te regaló tu admiradora? 

—Sí, y aprendí un montón de cosas. 

—¿Por ejemplo?

—¿Sabes lo que es el condicionamiento clásico? —Niega con la cabeza y yo me siento en el suelo, apoyando la espalda en la cama—. Es un tipo de aprendizaje por asociación en la que, si juntas un estímulo que te resulta neutral con otro que te provoca una respuesta, puedes conseguir que, a la larga, el primer estímulo neutral te cause esa misma respuesta o una parecida. 

Se pone de pie frente a mí, mete las manos en los bolsillos y bufa, divertido.

—Creo que es mejor que me pongas un ejemplo.

Rompiendo mi monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora