XXXIV. Mis células, en estado de idiotafase.

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Año nuevo, vida nueva

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Año nuevo, vida nueva. O al menos eso es lo que te vende la sociedad cuando cambias el calendario y regresas al frío enero. Que serás súper hiper mega feliz, que lograrás todo lo que te propongas, que te volverás un triunfador. Pero, al cabo de unos días, desaparece todo tu optimismo y descubres que tu vida está igual de estancada que antes: tienes los mismos problemas por resolver, tu rutina no ha cambiado ni un ápice, tus ojeras permanecen ahí, en tu cara, riéndose de ti en el espejo. Lo peor es que la gente sigue siendo idiota, o incluso más que antes, y lo sabes con tan solo oír frases como esta: ¡oh, no te veía desde el año pasado!

De verdad que esa gente se merece lo peor.

Pero de qué buen humor te has levantado hoy, eh.

El que me caracteriza, baby.

Me doy un par de palmadas en la cara y salgo de mi casa, teniendo como destino la parada del autobús que me lleva al Gymnasium. Venga, que la gente no cambie con el año nuevo no significa que yo no pueda. Voy a recuperar mi buen humor de siempre; el gran Müller volverá a brillar más que este sol mañanero.

¿Hablas del astro que está ahí en el cielo, tapado por varias nubes? ¿Esa cosa tan ridícula?

No. O sea, sí. Bueno, da igual. Decido ignorar a mi cerebro y, tras un rato de silenciosa espera en la parada, subo al autobús que acaba de frenar frente a mí; nada va a impedir que cumpla mi nuevo propósito. Nada.

—¡Pero si es mi amargado favorito! —exclama Adam cuando ya estoy dentro del autobús. Lo localizo sin mucha dificultad por lo característico que es su pelo en punta. Está tumbado en uno de los asientos de atrás—. Ven aquí, ¿alguien ha pedido café solo?

Inspiro con lentitud, ignorando el tic que me ha dado en el ojo izquierdo. Relájate, Samuel, solo ha sido un comentario inocente.

—¡Hoy soñé que te venía la regla! —prosigue Klaus, que está situado un asiento delante de mi amigo.

Lo siguiente que escucho es un chillido agudo. Cuando me acerco a ellos para saber por qué ha emitido un sonido igual al de un animal al que le han pisado la cola, compruebo que se debe a que Dagna ha respondido a ese último comentario estrujando con fuerza el zumo que Klaus estaba bebiendo, causando que el contenido haya mojado toda la cara de su propietario. Uh, adiós zumo.

Me siento al lado de Dustin, que duerme a pierna suelta con la cara aplastada contra el cristal de la ventana. Por lo menos sé que él no me hará ningún comentario acerca de mi humor. Venga, no voy a permitir que las palabras de mis compañeros impidan que cumpla mi propósito de año nuevo. Soy inmune a los comentarios, llegan a mí y resbalan en mi brillante cara.

—Oh, Samuel... —murmura Dustin medio dormido, desperezándose—. Cuánto tiempo, llevaba sin verte desde el año pasado.

Madre mía, me están poniendo esto demasiado difícil.

Rompiendo mi monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora