Capítulo 16

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Pasaron un par de días en los que Newt no salió de su cuarto ni siquiera para comer. Se pasaba el día sin poder dejar de pensar en los últimos momentos con Beca. Nadie se había atrevido a ir a ver cómo estaba pero todo el mundo sabía que seguía en su cuarto. Ni siquiera había visto lo que Beca le había dado, cuando llegó a su cuarto, cerró la puerta, lo dejo sobre la mesilla y se tumbó en la cama.

Durante aquellos dos días, Thomas y Minho volvieron a ir por el camino por el que les llevó Beca pero esta vez no hubo suerte, las puertas no se habrían, así que decidieron buscar alguna otra forma de llegar hasta allí.

Tom ¿estás ahí?– Le preguntó Teresa uno de los días.

Si, dime.

¿Habéis conseguido llegar?

Que va. Las puertas están cerradas y no se abren.

Entonces debía de ser Beca.

Ya... ¿Has visto a Newt?

No. Sigue en su cuarto.

Lo debe de estar pasando fatal.

–No te quedes atrás.– Le dijo Minho de repente y aceleró un poco.

¿Tú qué tal vas con los mapas?

Lenta. Si tuviera algo de ayuda lo encontraría antes.

¿Acaso sabes que estás buscando?

No exactamente.– Sintió a Teresa suspirar.– Voy a seguir. Luego hablamos.

Vale.

Thomas y Minho siguieron corriendo durante todo el día intentando llegar hasta aquella pared pero no hubo manera.

–¡Aagg! Entre tú y yo, estoy harto de esas fucas paredes.– Se quejó Minho al volver.

–Si, y yo.– Dijo Thomas más distraído.

–¿Acaso has escuchado lo que he dicho?

–Si, y yo.

–¡Thomas!– Minho levantó la voz y aplaudió delante de la cara de Thomas, lo cual le asustó un poco.

–¿Qué?

–¿En qué piensas, pingajo?

–En el pobre Newt.

–¿Todavía no ha salido de ahí?

–No parece.

–Muy bien, vamos a hablar con él.

Minho echó a andar hacia la Hacienda seguido de Thomas, aunque no le parecía muy buen plan, si Newt quería estar solo, esto era lo peor que podían hacer.

–¡Newt!– Dijo Minho golpeando la puerta.– Sabemos que estás ahí. Vamos, abre.– Nada.– En fin, si no te abren la puerta, entra por la fuerza.

–¿Pero que dices?

En vez de dar una explicación, Minho hizo exactamente lo que dijo y abrió  la puerta sin ningún miramiento.

Al entrar, vieron a Newt en la cama y cuando les vio entrar se incorporó confundido. Parecía no haber dormido en días y ni siquiera se había aseado.

–¿Que hacéis aquí?

–Sacarte de aquí. Ten un poco de dignidad.

–Minho cálmate un poco.– Le dijo Thomas.

–Eres el segundo al mando, no puedes quedarte aquí para siempre. Si lo haces, CRUEL habrá ganado.

–Me da igual quien gané. Se la han llevado, pero claro, ¿tú qué vas a saber? No sabes lo que se siente...

–¿Cuando te separan de alguien a quien quieres? Mira cara fuco, yo también tenía seres queridos aunque no los recuerde.

–¡Pero ella estaba aquí!– Dijo con la voz quebrada.– A ella la recuerdo, y eso es lo que duele.

–¿Sabes tío? El amor es como los calzoncillos: te gustaría que durarán para siempre, pero no lo hacen.

Todos miraron a Minho en silencio.

–Creo que esa es la peor comparación que he oído en mi vida.

Minho siguió hablando incoherencias para animar un poco a Newt mientras Thomas se apoyó en una de las paredes. Se dio cuenta de que aquella era la primera vez que estaba en el cuarto de Newt así que se tomó su tiempo para observarlo todo hasta que reparó en el colgante que había en su mesilla y lo cogió para examinarlo más de cerca.

 Se dio cuenta de que aquella era la primera vez que estaba en el cuarto de Newt así que se tomó su tiempo para observarlo todo hasta que reparó en el colgante que había en su mesilla y lo cogió para examinarlo más de cerca

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–¿De dónde has sacado esto?

–¿Ah, eso? Me lo dio Beca antes de...

–Minho, mira esto.– Se acercó a él.– Es igual que el grabado de la pared.

–Déjame ver eso.– Dijo quitándoselo.

–¿Pero de que estáis hablando?– Preguntó Newt acercándose a ellos.

–El grabado de la pared de la que te hablamos, es igual que este colgante. Probablemente sea esto lo que abría la puerta y...– Explicó Thomas pero se calló cuando se dio cuenta de que Minho, había "roto" el colgante. Había separado la parte que se supone que era el Claro del resto y se había quedado con una pieza en cada mano.

–Uy.

–¿¡Pero que has hecho!?– Dijo Newt quitándole ambas piezas.

–¡Yo nada! Se han soltado solas.

–Era lo último que me quedaba de Beca, gilipullo.– Dijo mirando el colgante y entonces la parte del Claro, comenzó a parpadear.– ¿Qué...?

–No puede ser casualidad.

–Hay que llevar el colgante a la pared.– Dijo Thomas.

–¡Chicos!– Escucharon gritar a Fritanga y entonces apareció en la puerta.

–¿Que pasa?– Preguntó Newt desde la cama.

–Son las puertas, tíos. No se cierran.

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