Capítulo 20

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Uno a uno fueron entrando por aquella puerta en silencio. Newt fue primero adoptando el papel de "líder" por un momento. Sin Alby, era él el que mandaba en el Claro, pero ya no estaban allí, ¿qué sentido tenía seguir siéndolo? Aún así fue el primero en entrar. Seguido de Thomas, Minho y el resto.

Por aquel pasillo no se veía nada más allá de dos centímetros, así que tenían que ir con mucho cuidado, con ambas manos alargadas para no chocarse con nada, una para palpar la pared y la otra en el hombro del que tenían delante para no separarse. Anduvieron más de una hora, subiendo y bajando lo que parecían escaleras interminables y con la única seguridad de que si el de delante seguía caminando, todavía quedaba camino.

Cuando pensaban que estaban dando vueltas en círculo, Newt se topó con una pared de frente y tuvo que gritar para que todo el mundo se parara. Palpó toda la pared hasta que encontró un picaporte y al girarlo, abrió una puerta por la cual entraba luz e hizo que todo el mundo tuviera que cerrar los ojos por haber estado mucho tiempo en plena oscuridad.

–Es por aquí, vamos.

A través de aquella puerta llegaron a una gran sala, llena de pantallas y ordenadores. Los chicos se dispersaron y se asustaron al ver un montón de cuerpos sin vida por el suelo, parecían recientes.

–Alguien se nos ha adelantado.

Thomas respiraba con dificultad. Conocía aquel sitio, le resultaba familiar, y por la mirada que le dedicó Teresa, a ella también le sonaba.

–Eh tíos.– Llamó Jeff.– Tenéis que ver esto.

Todo el mundo se acercó a la pantalla que estaba frente a Jeff y él le dio al play mostrando un montón de imágenes que parecían falsas y se escuchó a una mujer hablar al mismo tiempo:

–Si estáis viendo esto, enhorabuena. Habéis conseguido superar las pruebas del laberinto. Por desgracia lo que os espera aquí fuera no es nada mejor. Probablemente os estaréis preguntando por que os hicimos esto, es muy simple: por una cura. El mundo  fue asolado por las erupciones solares, luego vino la radiación y por último, el Destello. Una enfermedad que afecta al cerebro se las personas desprendiéndolas de toda humanidad.– La mujer que hablaba hizo una pausa.– Todos estáis aquí por una razón, y creernos cuando decimos que esto ha sido por vuestro propio bien. Recordad siempre: CRUEL es buena.– Después se apagó.

–Cojonudo.– Dijo Fritanga.– Un mundo arruinado y una enfermedad que te vuelve loco.

–¿Y que será este lugar?

–¿No es obvio?– Dijo Newt acercándose a otros ordenadores.– Desde aquí nos observaban.

–Que huevos.– Masculló Minho.

¿Que hemos hecho Tom?–  Dijo Teresa asustada en su mente.– ¿Que les hemos hecho?

No lo sé.

Los chicos se pusieron a observar y a buscar cosas en aquella habitación, cualquier cosa que les pudiera servir.
Newt investigó un poco en el ordenador en el que estaba, abriendo archivos, mirando fotos, vídeos... todo lo hizo sin ningún tipo de ilusión hasta que, mientras leía un texto por encima, leyó el nombre de Beca y comenzó a prestar atención a lo que ponía, pero no dijo nada.

–¿Hola?– Escucharon gritar de repente.– ¿Hay alguien?

–Eh... ¿si?– Dijo Thomas confundido.

Entonces, un grupo de soldados armados entraron a la fuerza asustando a todo el mundo.

–¡Foder! ¿Qué pasa aquí?

–Tenemos que sacaros de aquí. ¡Ya!

–¿Y a donde nos van a llevar?

–A un lugar seguro, y ahora por favor, colaborad y salid de aquí.

Todo el mundo tenía tantas ganas de alejarse del laberinto que se fueron sin importarles mucho el destino. Todos menos Newt, que seguía absorto en el archivo que hablaba de Beca.

–Newt, tenemos que irnos.

–Solo un segundo, Tommy.

–Newt, no hay tiempo.– Dijo Minho acercándose mucho más serio que Thomas.

–¡Un segundo!

–Vamos, chicos. Tenéis que iros.– Dijo uno de los soldados y otros agarraron a Thomas y Minho y los sacaron de allí, mientras el que había hablado se encargaba de Newt.

–No por favor, deme solo un minuto.

–Ahí no hay nada que pueda ayudarte, chico.– Dijo y disparó a la pantalla.

–¡No! ¿Por qué lo ha hecho?

El soldado no le respondió, pero pudo ver la insignia de CRUEL en su chaqueta y comprendió que aquella gente no iban a ayudarles. Nunca estarían de su lado.

El guardia le sacó al exterior donde el viento y el calor le golpeó como nunca lo habían hecho. Por suerte, le llevó hasta un autocar, le metió a la fuerza y le obligó a sentarse junto a Minho, detrás de él estaban Thomas y Chuck. Teresa estaba sentada detrás del conductor sola.

–¿Qué foño hacías?– Le dijo Minho.

–Había algo de Beca.

–¿Qué?

–¿Y qué has averiguado?

–No mucho. Ese carafuco ha disparado a la maldita pantalla.

–Maravilloso.

Minho se recostó en su asiento sin que el autocar arrancará y miró por la ventanilla. Estaba sucia, como si no se hubieran limpiado nunca, y de repente, una mano ensangrentada se estampó contra el cristal como si quisiera romperlo asustando a mucha gente. Poco a poco una mujer se dejó ver, como si se estuviera levantando del suelo. Llevaba la cara sucia, con varias heridas, con sangre seca en las mejillas y el pelo enmarañado y arrancado a mechones.

–Déjame entrar.– Dijo sonriendo, tenía unos dientes extrañamente blancos para tener aquel aspecto físico.

–¿Qué...?

–¡Déjame entrar!– Gritó golpeando el cristal con ambas manos para romperlo.

Minho y Thomas, que eran los que más cerca estaban de la ventana, se apartaron asustados mientras aquella mujer gritaba y de repente se calló. Se escuchó un disparo y se calló suplicando que la dejaran entrar por última vez. Todos los Clarianos se quedaron pálidos de golpe al ver aquello, y después el hombre que disparó, que era el mismo que había llevado a Newt hasta allí, entró en el autocar, las puertas se cerraron y arrancó.

–¿Está muerta?– Quiso saber Chuck.

–Habría muerto de todos modos ahí fuera.

–¿A donde nos lleváis?– Dijo Newt por todos.

–Ya os lo hemos dicho: a un lugar seguro.

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