Las batallas que peleamos solos

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Camina elegante por el sendero de concreto, hasta que la obligan a detenerse, de frente la multitud, a sus espaldas la mansión del presidente.

Oh Seneca-piensa Mona Vanderwaal mientras mira a la multitud rebelde que furibunda grita clamando su sangre como justicia-oh Seneca, ¿Que hiciste?

Se le llama juicio pero ha sido poco menos que eso, ni bien cayó la mansión, una tropa de subdiligencia rebelde se dispersó apresando a los principales cabecillas del gobierno: secretarios de estado, generales, políticos, directores de información, de desinformación y por supuesto vigilantes. Plutarch era el traidor mayor del Capitolio, y un ex vigilante, por lo que no tenía sentido ocultarse o correr, quizá por eso la tasa de suicidios más grande se dio entre los hombres y mujeres que solían tener el control de las arenas en los tiempos de gloria del capitolio.

Mona de cualquier manera no tomó tal decisión, ella tenía cosas más importantes que hacer.

Entre ellas arreglarse, beberse la copa de vino "del fin del mundo" sobre la que Alex, Wren y ella solían bromear y esperar su aprehensión que no tardó en llegar.

¿Y el juicio célebre de las tropas rebeldes? Nada, no fue nada. Fue básicamente una mujer zarrapastrosa del distrito nueve recitando lo que en otro tiempo habría llamado su currículum y pidiéndole que confirmara si aquello era verdad. Que si había sido vigilante jefe por primera vez a los veinticinco años, si, que si fue vigilante jefe otras tres veces más, si, en el sesenta y siete, setenta y setenta y uno. Que si había sido mentora de Adan Wilt, si, ¿Y de Seneca Crane? No tanto como mentora, pero si le contaba sus victorias y pedía su consejo... como esa vez...

...ella ha ido por él-le había dicho emocionado-por primera vez estamos vendiendo una historia de amor... una trágica historia de amor que todos recordarán por siempre...

Ten cuidado Seneca-había murmurado Mona-les das demasiado poder, demasiada...

¿Esperanza?-el sonríe-El presidente habló conmigo al respecto...

Deberías escuchar entonces-dice mientras recuerda a Alex y la forma en la que esta murió frente a sus ojos.

Lo tengo bajo control-dijo. Sin embargo no lo parecía.

Mira que bien controlado lo tenías-gruñe Mona mentalmente.

Lo siguiente que supo fue que estaba condenada a muerte junto con otros cuatro vigilantes de mayor edad, incluído Octavius Rwx "el sanguinario".

Será un honor morir a su lado-había dicho este justo antes de que los sacaran al estrado-creo que somos nosotros los que mejor lo hemos hecho cuando las reglas eran diferentes-los otros tres caballeros asintieron aceptando tal honor, Mona también asintió aunque por cortesía.

Así había acabado allí, sobre el estrado, parada con porte elegante a pesar de sus ropas austeras y sin chiste, escuchando sus logros una vez más mientras la multitud clamaba su muerte.

A Mona no le preocupa morir o ser humillada. Si le preocupara, ella misma se habría suicidado en el momento preciso. No, aún de pie frente a la muerte tenía mejores preocupaciones como escudriñar a la multitud como si buscase entre sus filas el perdón de los rebeldes o los fantasmas de los noventa y dos tributos que murieron mientras ella era vigilante jefe, pero no, Mona busca con desesperación hasta que le encuentra: entre los consternados habitantes del capitolio y sus extravagantes ropajes hay alguien que solo viste un polo marrón y pantalones resistentes bajo la capa rosa más llamativa que ha visto jamás. Sus ojos conectan por un segundo con los de ella, con los de Cece. La única amiga que tuvo jamás, la que la esperaba dormida en las butacas hasta que ella finalizaba cada detalle, quien no la juzgó por querer ser madre sin casarse, la madrina de su pequeño hijo Tysoon quien se aferra a su mano mientras mira consternado a su mamá, tan lejos, tan cerca, la Cece que no volvió a ser la misma luego de la muerte de Alex, de Spencer y el posterior suicidio de su Madre.

PLL: The Hunger games.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora