44» Jᴏsʜᴜᴀ

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[MARATÓN, 4/?]

El olor típico de un hospital entraba por mis fosas nasales y ya lo había inhalado tanto que no sabía si logré acostumbrarme o las nauseas eran peores

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El olor típico de un hospital entraba por mis fosas nasales y ya lo había inhalado tanto que no sabía si logré acostumbrarme o las nauseas eran peores. Siempre he odiado ese olor, nada bueno puede venir de estar en un hospital, y obviamente esta no era la excepción.

Mis piernas temblaban con cada paso que daba al igual que mi mano al momento de agarrar el pomo y girarlo para poder abrir aquella puerta que del otro lado tendría la imagen más desgarradora que vería en mi vida. De forma automática llevé una mano a mi boca para callar el gemido de dolor que iba a salir al verla así.

─Hey, sé que no es mi mejor look, pero no creo que me vea tan mal ─incluso en estos momentos no dejaba de bromear, aún así no podía disimular el esfuerzo a hablar o lo mal que sonaba su voz.

Ella estaba dando todo de sí, lo mínimo que puedo hacer es intentarlo yo también.

─Se podría mejorar ─respondí una vez que encontré mi voz.

Ella dio una pequeña sonrisa y luego levantó su pálida mano hacia mí, como indicación de que la tome. Cuando lo hice, sentí lo fría que estaba, recuerdo cuando era cálida y siempre me daba caricias que me hacían sentir mejor.

─Haz sido muy valiente, mi niña ─su sonrisa se hizo aún más triste y sus ojos brillaron acuosos─. Lamento no haber sido una buena madre, una que en vez de pasar contigo días felices sólo hizo que tengas que venir al hospital para verla.

Negué con la cabeza mientras pequeñas lágrimas ya bajaban por mis mejillas.

─Usted no pidió esto, sé que que hubiera querido estar con nosotras todo el tiempo, pero la vida es así.

─Siento que no tengo fuerzas para seguir luchando, sólo quiero descansar, ¿es eso egoísta? ─a este punto ella lloraba tanto como yo, pero incluso así su rostro seguía tan pálido como el papel─ Las amo tanto, mis niñas.

─Y nosotras la amamos a usted ─di un beso en el dorso de su mano y luego apoyé mi frente ahí mientras lloraba silenciosamente.

Sentí como apretó mi mano con poco más de fuerza y por alguna razón tuve esperanzas... pero todas estas se fueron al piso cuando lo único que comenzó a escucharse en la habitación fue el pitido de la máquina indicando que su corazón había dejado de latir.

El doctor y las enfermeras llegaron rápidamente, alejándome del cuerpo inerte de mi madre. Un enfermero me tomó de la cintura y me sacó a fuerzas del cuarto, en ese momento me di cuenta que me encontraba llorando desconsoladamente y casi que en shock.

Ya no escuchaba nada, solo seguía llorando junto a mi hermana, la cual a los pocos minutos se desmayó y tuvieron que llevársela. El doctor encargado del tratamiento de mi madre salió del cuarto y al verme sólo negó con su cabeza. No había necesidad de que me diga algo, ya lo sabía.

𝑺𝑬𝑽𝑬𝑵𝑻𝑬𝑬𝑵 𝑶𝒏𝒆 𝑺𝒉𝒐𝒕𝒔 ⸙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora