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La emoción estaba en el ambiente, las personas en la habitación yendo de aquí para allá, alistándose para el gran momento, para cuando la magia inicie.
Las sonrisas de felicidad no podían faltar en aquella ocasión, en especial para esa chica.
Se veía hermosa con su vestido blanco y su cabello prolijamente peinado, con el maquillaje adecuado y unos tacones que la hacían ver como una princesa. Ella en sí lucía como una.
Pero no pudiste evitar que una punzada de envidia incara en tu pecho. Porque el destino era injusto y tú no eras ella.
Ella llevaba ese majestuoso vestido, no tú.
Ella sería la mujer más hermosa en ese lugar, no tú.
Ella se casaría con quien siempre amaste, no tú.
Y, peor aún, ella era tu mejor amiga.
Ling se giró hacia ti y te dio una de sus mayores sonrisas, no pudiste evitar devolvérsela lo más sincera que te salió. Porque al final de cuentas no fue su culpa, sino tuya.
Nunca se te pasó por la cabeza que el peor error de todo sería el animarla a inscribirse en ese curso de baile que, por juegos del destino, él era parte.
Solo fue cuestión de tiempo para que ambos comenzaran a hablar y en casi nada después de eso él se le declaró, como no, si Ling era todo un amor.
Ese día lloraste como nunca antes lo hiciste. Sabías que ya no había oportunidad para ti, que ella se había ganado el corazón de él y eso nadie lo cambiaría.
Pero aún así guardaste la esperanza de que terminaran, por muy egoísta que suene, que incluso sea un rompimiento tan malo que no quisieran saber nada del otro nunca más. No es necesario decir que eso nunca pasó.
Tuviste que soportar cada relato que ella contaba, sobre cuan dulce, amoroso, tierno y perfecto como novio era él. De cuanto lo amaba, de cómo él decía que la amaba. Aguantar aquellas enormes ganas de solo gritar y llorar, porque es tu mejor amiga, porque ella nunca supo el nombre del hombre que había robado tu corazón.
Solo se trataba de un juego sucio de la vida.
Los años pasaron y su relación solo se hizo aún más fuerte, y como consecuencia a ti más débil. Perdiste la cuenta de todas las veces que Ling le había dicho a su madre que iba a una "pijamada" contigo pero en realidad se iba donde él.
La cereza del pastel fue cuando decidió presentarlo formalmente ante su familia como su pareja, donde también terminaste invitada. Por más que pensaste en mil formas de negarte, no pudiste hacerlo. Así que ahí estuviste, dos horas de tu vida viendo como él le dedicaba toda su atención a ella e incluso una que otra demostración de afecto. Terminando de destrozar tu corazón.
Te sentías sucia y una completa traidora al recordar cuantas veces lloraste en la oscuridad de tu cuarto a la par que rogabas por el fin de su relación. Ella merecía ser feliz, era tu amiga y debías de estar contenta por ella, así que te propusiste ser buena.
Y así habían llegado hasta ahora, un par de años después de que todo se fue al caño en tu vida. Por más que intentaste dejar de amarlo, no pudiste, aquel chico de ojos pequeños y personalidad deslumbrante había calado hondo en ti y te costaba admitir que fue incluso peor después de que lo conocieras más, porque pudiste percibir lo que hubiera sido tuyo de no ser por tu maldita timidez.
Tu único consuelo era creer que ya no dolía como la primera vez, pero muy fondo de ti sabías que la espina seguía ahí y que no se iría en mucho tiempo.
Ahora solo te quedaba admirlarlo de lejos. Difrutar superficialmente lo bien que le quedaba aquel traje negro, como su cabello del mismo color estaba peinado de una forma que lo hacía ver extraordinariamente guapo y de lo feliz que se veía, a diferencia de ti en ese justo momento.
─Kwon SoonYoung, ¿acepta usted Wen Ling como su legítima esposa? ─resonaron aquellas palabras en el amplio lugar.
El silencio logró un ambiente tenso, aún así fuiste testigo de la más grande mirada de amor que alguna vez sólo podrías imaginar.
─Sí, acepto.
Lo demás perdió sentido en aquel momento.
Tus ojos se llenaron de lágrimas al igual que los de muchas más, pero tus motivos eran obviamente otros. El dolor agudo en tu pecho fue inigualable, el frío en tu cuerpo quemó como el fuego y a ese punto tu llanto ya era incontenible, dejando las lágrimas salir silenciosamente.
No hay marcha atrás, pensaste con dolor.
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Me siento un poco culpable por escribir algo así ;-;
También tengo una nueva historia.
¿Han leído los "Si estuvieras en -tal grupo-"? Weno, más o menos así.
Entre otras cosas... lo que se comerá tu mejor amiga en la noche de bodas :v
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