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─Si alguien tiene una razón para que estas dos personas no se unan en sagrado matrimonio, que hable ahora o calle para siempre...
─¡YO ME OPONGO! ─grité a todo pulmón.
Las cabezas de cada uno de los presentes se giraron en mi dirección, juro que casi escuché el tronar de sus cuellos. La novia estaba al borde del llanto, ya que al ser una mujer creo que piensa que su marido le ha sido infiel.
Di una sonrisa tímida y luego reí suavemente.
─Ah, ¿esta no es la boda de Park Hyunsik? ─escuché un obvio "no" en distintos tonos venir de la multitud─ En ese caso... lo siento, boda equivocada.
Los gritos y reclamos comenzaron a escucharse como eco por todo el lugar y salí corriendo antes de que alguien sea capaz de lanzarme algo. Afuera de la Iglesia me esperaba mi mejor amigo apenas pudiendo mantenerse de pie debido a la risa, yo estaría igual si no temiera por mi vida. Agarré su brazo que no sostenía la cámara con la que me grababa y ambos echamos a correr como si de un maratón se tratara.
─¡Debiste ver sus caras, Jinnie! ─gritó el pelinegro─ ¡Dios Santo!
─¡No digas eso, acabamos de salir de una iglesia!
Seguimos corriendo un par de cuadras más hasta cansarnos, llegamos a unas bancas y ahí nos sentamos para recuperar el aliento. El cual se fue de nuevo porque a los segundos volvimos a reír como unos desquiciados.
─Muy bien, ahora podemos tachar el interrumpir una boda ─sacó la pluma y hoja que siempre lleva en su bolsillo.
─Aún no sé por qué me tocó esa a mí, no fue justo.
Unos minutos antes jugamos piedra, papel o tijera, se supone que sería dos de tres, pero perdí la primera y él dijo que solo era una oportunidad. Tramposo.
─Ya, deja de quejarte, la próxima me toca a mí y tú elijes.
Hablamos por unos minutos más, vimos el video de la boda y volvimos a reír. Sabemos que fue algo un poco cruel e inmaduro, pero estaba en esa lista y no había nada que nos parara en hacerla. Era una ridículez que habíamos sacado de facebook e imprimimos cuando teníamos once años, pero no sé cómo Chan la ha encontrado ahora cinco años después. Una mañana simplemente llegó a mi casa, tumbó la puerta de mi cuarto y comenzó a gritar sobre cumplir su sueño de hacer lo que decía ahí y que si yo no quería me iba a obligar.
─Muy bien, ¿y ahora qué? ─preguntó al paso de unos minutos.
─Ya hemos completado tres hoy, dejemos las demás para mañana.
─No no, aún falta más de la mitad ─se puso de pie y acomodó en su espalda la maleta donde llevaba varias cosas de las cuales no tenía conocimiento.
