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La escuela de artes de Seúl es una de las mejores en todo el país, muchos chicos llegaban para cumplir sus sueños en la carrera deseada y yo no era la excepción. Llevaba estudiando aquí poco tiempo, pero me sentía como en casa. Todo el lugar estaba decorado con colores y de forma muy creativa que sin duda le daban un toque especial.
Como toda institución tenía sus ferias y programas, más que todo porque eso estábamos estudiando, una de las más nombradas y favoritas de todo el mundo era el intercambio de carreras. Se trataba de algo tan simple como un festival donde los alumnos del año escogido elegían una especialidad diferente a la que tenía, les asignaban un tutor que los ayudaría y ese día se presentaban con lo que escogió.
Yo, Kim HaYun, estudiante de canto, terminó seleccionando la carrera de baile. ¿Por qué? Pues por la simple desgracia de que ya no había más cupos para las demás. Ahora estaba obligada a aprender a bailar para que ese día no quede en total vergüenza delante de todo el mundo.
─No, así no es ─grunó SoonYoung por quinta vez en media hora─ Dios, Kim, ¿no puedes distinguir la izquierda de la derecha?
Bufé al escuchar la forma en la que me habló, sé que soy un asco bailando, pero si quisiera hacerlo seguiría baile y no canto, algo que es técnicamente como su contrario. Murmuré entre dientes una disculpa y volví a ponerme en la posición de inicio, escuché como él suspiró de cansancio.
Kwon SoonYoung, o como todos lo conocen; Hoshi, es el que terminó estando a mi cargo. Dicen que es un chico alegre, amable, demasiado carismático y divertido... sí, claro, de seguro ninguno de esos lo ha visto como profesor. Se vuelve un ogro. Y ahora yo estoy atrapada con este lindo y pelinegro ogro. Porque para qué mentir, es lindo.
─¿Al menos me estás prestando atención? ─dejó de verme desde el espejo para girarse y estar cara a cara.
La verdad, no. Estoy demasiado ocupada planeando en cómo lanzarte porlas escaleras.
─Sí, profesor ─susurré.
─Pues no parece.
Después de eso siguió con su clase normal, lo que significa regañarme porque me confundo, tropiezo o hasta olvido parte de la coreografía. Una hora después ya estaba de camino hacia mi casa, con los ánimos por el piso y ganas de matar al chico de ojos pequeños.
Arrastraba mis pies con pereza máxima y ni veía por dónde iba, la acera estaba más interesante. Lo malo fue que terminé chocando con alguien.
─Lo siento, mucho, en serio ─dije rápidamente. No fue un gran golpe, pero aún así qué vergüenza.