PÉTALO DORMIDO
Hubo hace algún tiempo atrás,
lo que prefiero no describir en mi canto,
unos ojos que me miraban,
pequeñitos, ojitos cual escarcha matizada,
de ilusión por los versos de un poeta.
Aquellos ojitos, me regalaron un flor
y fue como mágico reloj
que el tiempo detuvo su andansa,
para contemplar los detalles de su boca
que permitieron acariciar los latidos,
que dulcemente me hablaron de amor.
Contuve mi locura en el detenido tiempo;
tomé la flor en mis manos,
la sentí solo mía.
Pudo ser una flor cualquiera
pero en el ragazo de su ternura,
fue la flor más bella,
de pétalos blancos como el nacar de su alma
y de machas amarilla, cual rubor de sus mejillas.
Hoy la guardo entre las hojas de un libro,
donde duerme soñando
aquel amor entre tú y yo.