XVIII

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No sé qué escribir,
pues hoy mismo siento miedo,
que me dan ganas de huír
a la nada, a los minutos de hielo.

No logro conectar el alma a mi mano
y me siento vacío, tan perdido
como vagabundo en pleno arcano;
me siento tan vacío como nunca lo he sentido.

Quisiera escribir un par de versos de amor,
no, me siento harto de escribirle,
pues en mi noches desveladas, de dolor
he compuesto en su nombre, hasta abatirle.

Ay vida esta de ser poeta...
Piensan que solo sentimos bellas palabras
y no comprenden que también existe la saeta,
razón profunda de escrbir poesías macabras.

¡Oh, la saeta, el orgullo...
vano sentimiento que lleva a la muerte,
que seca los trenes crepusculares del arrullo
y nos entierra en el océano inerte de la suerte!

No logro componer un verso tierno,
esperando un segundo mortal que me inspire
de palabras de fuego, como en invierno
escribo notas que hacen que mi alma suspire.

He intentado provocar mi poesía
de tantas maneras, que hoy no encuentro
la forma de acariciarla con mi pluma encendida
sobre el pecho de mi papel, ya desecho

por lágrimas abatidas, tranformadas en cenizas
de esta cruel espada de llanto que hirió
el alba de mi amacer con sus sonrisas;
¡Hoy el poeta, abatido con sus versos, murió!

Tomando un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora