LXXIV

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Tinto vanidoso

Tinto tinto tinto... no llores te pido,
que aunque la noche luce más negra que nunca,
el portal de mi canciones habla llenos de flores
por la magia que han producido sus miradas.

Mira, tinto, cómo llueven mis ojos,
pero sostengo el toque de su latidos
que hicieron sentir mi vida, más viva
cuando en mi pecho, dulcemente descansó.

Te estoy hablando como loco, como poeta tonto,
delirante, acabado con un verso deshecho,
que intenta sonreír en este silencio tan hondo,
mientras mis labios saborean, las lágrimas de mi lecho.

Ay suspiro, no susurres mis oídos esta noche;
déjame perder en la soledad de un sueño,
con claveles dormidos que sostienen mis manos
en esta angustia, del furor de mi existencia.

Aquí está conmigo (ya estoy delirando)
y sonrío en el intento vanidoso de no llorar,
porque me lamento, con el alma sollosando;
te busca en mi rivera y de la mano siempre soñar.

Esta noche en mi pecho tengo una daga,
que arrebata mi vida, con la tinta que se derrama,
esa tinta de mi sangre que escribe en la penumbra,
en el tenue sentido, con el tinto vanidoso en mi copa.

Oh, cómo canto llorando, buscando besos,
buscando en mi poesía sus cantos,
buscando los sonidos más tiernos para mis oídos,
buscando escuchar, que pronuncia en el cielo mi nombre.

Tinto que llenas mi copa, hasta el borde
de la más dulce melancolía de mis ojos,
embríagame hasta el delirio de mis sentidos,
pues llorar sin sentir, es lo único que pido.

Tomando un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora