XXIII

22 2 0
                                    

SONETO
Chocolate caliente

Vestí la inspiración de mi poesía
en la dulce tristeza de sus ojos,
que vivió un esplendor de medio día
con miradas de flores y de hinojos.

Yo también la amé tanto. Mi alegría
era verla feliz con mis manojos
de rosas bellas y mi apología
fueron en sus oídos, solo abrojos.

Intenté de muchas formas amarla
y mis noches fueron siempre buscarla,
mientras me hundía en mis versos polares

que gritaban su nombre. Yo la amaba
entre un verso dormido, que me hablaba
de tenerla siempre con mis cantares.

Tomando un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora