GITANA
¿Que cómo era ella?
Era de esbelta figura resplandeciente,
de ojos pequeños, ojos hechiceros
que encarcelaba mi respiración
dándome aliento con su mirada.Tenía palabras envueltas de algodón
refinado ante la luz de la luna;
espacio vivo en la orilla de sus labios.
Agua clara,
fina textura de un golpe mortal
que más y más, acariciaba el corazón.Yo la recuerdo… con su boca chiquita,
y el dulce sabor de fresas
que convencía a mis sentidos de amarla.
Y puse hasta el mar en el borde
de sus hechiceros ojos
que gozaban del resplandor de una cigarra.Sus palabras eran miel en mis oídos;
su mirada era el sol de mi existencia
y bailaba en mis pupilas
el dulce prohibido sabor de su piel.
Ella era mágica, mágica flor
en el viento que silbaban sus cabellos
la dulce agonía de mi anhelo.Palabras rebeldes de muchachita
salían de su boca tierna
y me acorralaba,
y me volvía un idiota,
un tonto perdido en su amor
y agitaba mi vuelo cual gaviota
y me estrellaba en el aguijón de un adiós.¿Que cómo era ella?
Era mi ilusión prohibida,
mi quimera heredada
en un atolondrado sueño de primavera,
y fue tan fugas
como el sueño de un gato en la madrugada.Ella era una estrella, fugitiva de mi cielo,
un lirio adornado
entre el vuelo de las golondrinas;
olivo perfumado,
de las notas de mi pentagrama
que entonaban desesperadas, los versos de mi poesía.
Quimera dulce de mi utopía,
le tuve en mis manos,
en el fondo del alma mía,
respiré su aliento y el sabor de su mirada,
pues nuestras almas se besaban
en el borde de la noche
y en el silencio de la luna plateada.Llegó el otoño y el invierno de ese amor,
la flor de su mirada se ha marchitado
y caen las hojas de su corazón.
Los sueños de primavera se han convertido
en cenizas, quizás no…
Su amor era el cielo intocable
y en lo imposible acaricié su alma.
Besé sus manos y su boca;
La besé tanto como pude,
la abracé en el regazo de mi pecho
besando sus ojitos, acariciando su corazón,
y en esos besos toqué el fondo de su alma,
en cálido pétalo, la acaricié… la miré,
con esa dulzura que transmite la existencia
donado de sus pequeños ojos que me miraban
y susurraban versos de amor,
mientras el nácar de sus pupilas
perdidas estaban en el océano
de una cálida mirada mía,
en la orilla del fiel testigo, que fue nuestro mar.Llegó el otoño de un adiós sin pronunciarlo;
fue un prohibido amor de flor
de primavera y de verano,
pues era ella la más Hermosa Gitana
y yo tan solo un Triste Poeta cristiano.