LXVIII

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Dilema de un adiós

Me imagino tus mejillas, acorraladas
en ese abismo de melancolía que arrebata el alma,
que desprende nostalgia,
a causa de una adiós, que simplemente no es real.

Me imagino tus cabellos sueltos, agitados,
intentando acariciarme con una lágrima de tus ojos,
que a causa de un destino fatal
te juegas la vida por un rayo de luna blanca.

Dices que te vas, (pues mi alma no lo permite)
que quieres abrazar el olvido, en el silencio de lo imposible,
mientras la pintura migratoria de un beso
invade más las notas del alma que nos juramos.

¿Acaso, perdiste por instante el sabor de mi alma?
Mis versos están llorando,
se están asfixiando por la tinta derramada
que no contienen tus palabras, con filo de acero.

Me imagino, el llanto que producen tus ojos,
y tan solo quisiera consolar tu alma con un beso mío;
aprisionarte en mi suspiro
y en mi pecho que sueña tu respiración.

Quédate, y abracemos juntos nuestra nostalgia
y esas heridas que llevamos clavadas,
para consolarlas con el fruto de un crepúsculo,
que sostiene el bálsamo de nuestras miradas.

Ay golondrina no llores,
no llores por este gorrión,
por este gorrión que te añora,
que te añora con el corazón.

Me imagino la ternura de tu mirada tentadora,
llena de los diamantes de tus lágrimas,
enloquecida y desesperada por salir a mi encuentro;
te imagino llorando en el regazo de mi pecho.

No te vayas por favor… quédate en mi capullo,
que aunque es imposible este amor,
te abrazaré como siempre con mis dulces miradas
y acariciaré como sea, tu alma enamorada.

Tomando un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora