XXXVII

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Mirada al silencio

Veo puñales, aceros  implacables
que dejan teñido de pétalos amargos,
las caricias que lentamente van desapareciendo
en el camino solitario de mi anhelo.

Las herraduras, conspiran misteriosas
el sendero inútil de la fragancia,
que deja la tempestad suelta del roce
de miradas inquietas, por besar su aroma.

Cúspide de pañuelos matizados
por sonrisas traviesas, que viajan
entre los lirios sublimes de verano;
que viajan entre parpadeos de sombra viva.

No contengo el perfume de los claveles,
ni el lienso cantar de un peregrino;
tengo sueños en barquitos de papeles
y por cantar mis versos, soy el golondrino.

Solitario, callado al ocaso
que se va durmiendo entre la puerta
de la noche, que recibe los golpes del alma,
con susurros de silenciosa nota muerta.

Tomando un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora