Capítulo 17

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Pasaron unos días, o eso pensó Katsuki. Abrió los ojos, aunque aquel pequeño movimiento le costó muchísimo. Le pesaban hasta los párpados. Se intentó incorporar, ¿Qué había ocurrido? Se sentía el cuerpo como si estuviese siendo pinchado por mil astillas. No podía ser peor así que decidió no moverse más. De repente vio, levantando con dolor la cabeza, su cuerpo lleno de hematomas, y arañazos de peleas. ¿Cuando había peleado él?
De repente todos los recuerdos de lo ocurrido le azotaron el cerebro. Era horrible y habría preferido no haberlo recordado. Respiró hondo. Habían pasado unos tres días desde que los habían descubierto a él y a Deku y desde entonces no le había vuelto a ver. Estaba asustado, ya que parecía una tienda de las tortugas, pero era imposible que fuesen ellos, le querían, le adoraban, y Katsuki a ellos de igual forma.
Lo que había ocurrido desde que los habían encontrado había sido que lo habían alejado de Deku y después al parecer todos los integrantes de aquella manada odiaban a los leones, así que cada uno tuvo su puñetazo. Cada uno de los componentes de aquella aldea le pegaron un puñetazo o patada mientras le insultaban por ser un león. Aquello había sido el momento más vergonzoso y horrible de su vida. Recordó con dificultad que al puñetazo número veinte se le habían saltado las lágrimas y entonces los insultos habían empezado a ser bestiales. Aparte de que parecía que les gustaba pegarle e infringirle algún tipo de dolor, ya que, de alguna manera hasta los niños le hicieron daño.
Sin soportarlo empezó a llorar descontrolado. No pudo quitarse las lágrimas de las mejillas ya que estaba atado, tanto de las muñecas como del cuello, como si fuese un perro. Tal vez era la aldea de los perros y era su recibimiento. Descartó esa idea de inmediato al imaginar a Deku siendo tratado como le habían tratado a él. Aquello era inhumano, no podía ser real. Ninguna aldea le haría aquello a ciegas, porque sí, ninguna aldea, ¿No?. De repente escuchó un siseo en la tienda y vio como entraban dos mujeres muy fornidas y se dirigían hacia él con el ceño fruncido. Se encogió a pesar de que todo su cuerpo se quejó completamente por aquel movimiento. Gruñó y pidió clemencia para que no ocurriese de nuevo aquello, intentó escapar de alguna manera, pero obviamente se hizo daño de nuevo y se ahogó con la cuerda que lo aprisionaba. Se quedó quieto, recuperando la respiración mientras aquellas mujeres se le acercaban y le daban cada una un puñetazo en la cara. Se quejó y comenzó a llorar por todo el dolor que le causaban aquellas personas. Ya no le importaba nada, no quería saber quiénes eran, sólo que le dejasen en paz y que le dejasen de hacer daño.
Le dejaron descansar después de los puñetazos y entonces Katsuki pudo pensar un poco. Las miró con los ojos entre cerrados y preguntó lo que su mente llevaba pensando durante aquellos tres días.
—¿Qué habéis hecho con Midoriya? —preguntó. No se atrevía a decir el apodo de Izuku ya que, bueno, ya había pasado suficiente vergüenza y dolor como para que ahora notasen que le quería, que le amaba.
Su garganta se quejó cuando terminó de hablar, llevaba tres días llorando sin parar y gritando de dolor y gruñendo. Aquello era un infierno.
—¿Midoriya? —repitió una de las mujeres contenta y sorprendida porque hablase con ellas. La otra se empezó a reír de una forma muy maléfica. —No le hemos hecho nada, él es de esta manada, fue el que te trajo como regalo. —contestó felizmente y con una sonrisa.
El rostro de Katsuki se debió de volver más blanco de lo que ya estaba, porque las dos mujeres empezaron a reírse fuertemente en su cara. Mientras no le hiciesen daño físico, ya estaba acostumbrado al psicológico, así que no le importó lo que hiciesen.
Solo pensaba en que aquel pequeño idiota le había engañado de la forma más rastrera posible. Se quedó paralizado, aquello no podía ser real. La persona que le había confesado que le quería, la única que se había atrevido a quererle, a él, le había engañado.
En verdad no le quería.
Había sido todo mentira.
Solo le quería porque era un león, y una vez que consiguió su información para aquel estúpido libro, se libró de él de la forma más fácil.
—Bueno, ahora es un Alfa, y he oído que va a casarse dentro de poco. Es emocionante, porque nadie sabe con quien. —dijo la otra, con emoción y ganas.
Katsuki debía de tener la boca abierta, porque sus caras reflejaban diversión absoluta. 
—Pero él me besó...—susurró, tal vez, demasiado alto.
—¿Que te besó? —repitió una de ellas, ya daba igual cuál de las dos. —¡Eres un idiota! ¡Los Omegas suelen tener instintos para atraer a los Alfas, y al ser tú un león joven, supongo que caíste en sus redes. Lo que me parece patético es que te gusten los hombres.
—No me gustan los hombres, me gusta solo Deku. —respondió enfadado. Aquello le estaba sacando de sus casillas.
—¿Deku?
—Anda, iros a molestar a otra parte. —dijo con voz ronca.
—¿Cómo has dicho? —preguntó una de ellas amenazadora.
—Nada, la verdad, ya nada importa. Lo que no entiendo es porqué no me matáis.
—Fácil, eres un hombre, pronto llegará tu manada en tu busca y entonces será cuando acabemos con ellos. Todos ellos.
—¡Jah!
—¿Qué ocurre? —preguntó la otra.
—Pues que soy un desterrado, un león vagabundo. —las dos abrieron las bocas sorprendidas. —¿Qué pasa? ¿No os lo había dicho el grandioso Alfa Midoriya? ¡A mí nadie me busca, no me necesitan! ¡Soy débil! —soltó con un grito.
Era cierto, era malditamente cierto. Había sido débil y se había enamorado de la persona que no debía, y en cima le habían torturado simplemente porque pensaban que tenía alguna especie de poder sobre su manada, cuando era totalmente al contrario.
—Entonces eres hombre muerto.
Y salieron corriendo de la tienda dejándole de nuevo solo.
Miró su cuerpo y esta vez no empezó a llorar por el dolor que sentía, si no que no sintió nada. Empezó a pensar que a lo mejor todas aquellas lágrimas que había arrojado habían sido por Deku, por pensar en lo que le estuviesen haciendo aquellos monstruos, pero resultaba que él era uno de ellos.
Esa noche, no lloró, ya no quería, ya no sentía.
Esa noche, Katsuki murió.
Siguió respirando pero su corazón se partió de una forma tan espantosa que algo en él no volvió a ser igual.

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora