Capítulo 48

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Todo se detuvo.
Absolutamente todo.
¿Qué ocurría?
¿Quién había provocado aquello?
El cielo se caía.
Iba a destruirlo todo.
Una niña gateaba entre la masacre de aquella guerra.
Una niña de cabello rizado negro, con ojos de sangre y con las mejillas llenas de estrellas.
Una pequeña estaba andando delante de todo aquello.
Los que estaban luchando frenaron sus armas, frenaron su rabia, frenaron su odio. Porque no había nada mejor en aquel momento que un bebé gateando por aquél lugar tan terrorífico.
Todos le hicieron un pasillo a medida que pasaba por aquél lugar, a medida que sus manitas se llenaban de la sangre de tanto niños, como adultos furiosos. Siguió gateando, aparentemente tenía un destino.
Todos los presentes se llenaron de curiosidad y aunque mantuvieron un ligero espacio entre ellos y la niña, la siguieron. La siguieron a un paso lento cansado que hizo que algunos se mirasen, tirasen las armas y llorasen por los amigos y familiares que se encontraban por el camino. Sólo los más fuertes o los más solitarios la siguieron hasta el final.
La niña se metió entre el follaje, gateando sin descanso hasta que llegó a un claro.
El sol estaba aclarando la mañana, estaba iluminando la escena que se presentaba ante ellos. Una mujer rubia se tapó la boca y la nariz de la impresión. Un chico de cabello negro y ojos amenazadores comenzó a llorar libremente, no era más que un niño.
Después, cuando los que se habían quedado atrás se dieron cuenta del dolor de los que habían seguido adelante se acercaron a observar lo que ocurría y se les encogió el corazón.
Delante de ellos había una pequeña que estaba abrazada a uno de los cuerpos de uno de los dos hombres. Era el chico de cabello negro, el de sonrisa tierna y dulce. La niña había decidido abrazar e intentar jugar con aquél primero. Le intentó despertar, se puso encima de él y no sirvió de nada.
Así que, algo asustada se acercó al otro hombre. El chico rubio de sonrisa abierta y afilada. La pequeña abrazó su brazo fuerte y lleno de sangre. Se manchó más, pero eso pareció no importarle ya que empezó a sollozar al ver que no se despertaban.
Al ver que sus padres se habían marchado y la habían dejado sola.
Sus lloros y gemidos de dolor fueron los más fuertes del lugar, los más dolorosos.
Un pedacito de corazón de algunos de aquél lugar que hacía unos segundos se estaban matando los unos a los otros se lo llevó aquella pequeña niña que era la que más lloró, la que más sufrió. La que más amor quería y a la que se lo quitaron todo antes de poder llamarlo amor.

Desde aquél entonces, los presentes y supervivientes de aquella guerra fundaron una ciudad en la que aprendían a luchar sin olvidar sus costumbres y respetar las de los demás. Y, en la que instalaron una enorme biblioteca que hizo que varios pájaros eruditos del Aviario bajasen de sus árboles para echar un vistazo a aquéllos libros.
La pequeña Midori creció con Tenya y Uraraka, la cuál regresó en el último momento con un ejército de ranas que ayudó a retener a la mayoría de los lobos en la guerra. La tribu de las ranas también se instalaron en la ciudad.
Y, con el tiempo y a medida que crecía la pequeña de Katsuki e Izuku, Iida tuvo la mejor de sus ideas.
Recopiló toda la información que tenía de la pareja y empezó a escribir un libro. Cogió los retratos del libro de Izuku sobre Katsuki, y los puso en el nuevo libro. Contó su historia desde el principio. Aparentemente al lobo erudito le gustaba recopilar todas las cosas, experiencias y sensaciones que tenía en sus aventuras.
Una vez que lo finalizó lo guardó en la biblioteca de la pequeña Midori, algo escondido para que con el tiempo, ella misma y con su curiosidad heredada de su padre lo encontrase y leyese la historia de sus padres.
Para que cuando creciese, conociese el cuento del león y el lobo.

                                  FIN

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora