Sintió como la sangre caliente bajaba por su brazo izquierdo. Había sido un buen corte que le había dejado el brazo inútil, pero de todas formas, debía moverse. Kacchan pretendía asesinarle, pretendía destruir aquello que le amaba.
Izuku se levantó del suelo donde había estado luchando consigo mismo. ¿Porqué estaba llorando? ¿Por su padrastro? Era un idiota, un bastardo torturador y mal padre. No, por él no estaba llorando. Ese hombre no tenía salvación, y así había acabado, muerto en el suelo de un bosque interminable. Una muerte dolorosa. Se fijó más en el cuerpo de su padre mientras corría. No le había clavado un cuchillo en la frente como había hecho con las mujeres, sino que como Endeavor, le había abierto las entrañas para que tuviese una muerte horripilante y todo lo dolorosa posible. Apartó la mirada, ese hombre se lo merecía. Claro que se lo merecía, una persona que no había hecho el bien en ningún momento se merecía aquella muerte.
Y Endeavor. Había sido fácil matarle, desde luego se notaba que no estaba todo lo preparado que creía estar. Kacchan no había tardado ni un minuto en acabar con él de la forma más fatal posible. Pero Endeavor no tenía la culpa de todo aquello. Simplemente había sido la chispa. En algún momento, Izuku estaba seguro de que las tribus se enfrentarían unas contra otras y acabarían en masacre. Todo lo que él había soñado como pesadilla se estaba haciendo realidad, pero era cierto que la culpa no era sola de Endeavor. Los lobos le habían seguido como si no tuviesen cerebro, como si no pudiesen pensar. Si sobrevivía, cambiaría eso, cambiaría todo. Haría a los lobos más independientes, más fuertes y más listos.
Cuando notó otro cuchillo rozarle el cuello, supo que Kacchan iba en serio. Miró a las mujeres antes de darse la vuelta para tener en su punto de vista a Kacchan. Aquellas dos mujeres habían tenido el poder y el valor para haberse rebelado en contra de sus maridos. Podrían haber frenado todo el plan de Endeavor pero no habían querido ayudarles, no habían querido ser diferentes. Habían malinterpretado lo que estaba bien y lo que estaba mal, y por eso habían tenido una muerte rápida. Por que tenían opción de cambiar las cosas, porque pudieron haberlo hecho, pero por miedo o por sus principios no lo hicieron.
Se dio la vuelta y encaró a su querido Kacchan.
Sus ojos relucían con un brillo maníaco, que hizo pegar un brinco a Izuku. Debía hacerse a la idea de que aunque esa fuese la cara de Kacchan y esos fueran sus labios y sus ojos, no era él realmente. Algo en él le hacía ser diferente, complicado, macabro y psicótico. Respiró hondo y se acercó corriendo al cuerpo de su madre. Cogió el cuchillo que estaba clavado en su frente y con lágrimas en los ojos corrió hasta el león.
Él simplemente quería vivir su vida, alejarse de los problemas y conseguir una manada en la que estar a gusto. Estaba claro que probablemente la manada que dirigía en aquél momento no era la mejor ni la más fuerte, pero era su familia. Él era fuerte si había alguien que le respaldara, que le acompañase en las noches frías, con quien pudiese entrenar y aprender cosas nuevas. Sabía que, esa noche alguno de los dos tendría que morir. Kacchan estaba enloquecido por la bárbara muerte de su padrastro y estaba seguro de que no pararía hasta tener una pila de cadáveres delante de él, ya fuesen amigos, enemigos o ambos. Incluso si el propio cuerpo de Izuku acababa en esa pila sabía que hasta dentro de un tiempo el león no se daría cuenta de que lo había matado él mismo.
Desde luego, tardaría en recuperarse si es que sobrevivía a aquella noche.
Corrió hacia el león con el cuchillo apuntando su pecho. No quería hacerle daño, pero si conseguía hacerle unos cortes estratégicos en los brazos Izuku ya no temería por su vida.
Corrió y cuando estuvieron el uno frente al otro, Izuku se detuvo. No podía hacerle aquello a su Kacchan, no podía. Le quería demasiado como para simplemente matarle o infringirle dolor de algún tipo, ya le causó daño mucho tiempo atrás. Tal vez, era hora de que el destino decidiese su futuro, de que Kacchan decidiese si realmente quería estar a su lado, o era mejor quitarse de en medio a el lobo que le había estado incordiando tanto tiempo.
Cogió aire y lo clavó en el suelo con furia. Hizo un sonido al clavarse en la tierra húmeda por la sangre, y se quedó estático. Aquél cuchillo había atravesado a su madre, una persona que a pesar de sus fallos había amado y querido. No iba a dejar que aquella arma matase a más seres queridos. Ya había derramado suficiente sangre aquella noche.
Lo siguiente que sintió fueron cortes por su pecho, superficiales, sin llegar a perforarle nada vital, pero profundos. Aquellos cortes debían de contar y recordarle todos los fallos que había cometido en su camino.
Un corte, sangre.
Haber dejado a su familia era, posiblemente una de sus peores decisiones. Podría haber vivido feliz y con un gran puesto, protegido de su padre al lado de Todoroki. Pero había sido idiota y egocéntrico. Inútil
Uno más, más sangre.
Se había equivocado con el mapa y les había conducido a lo que había sido para Kacchan, una tortura inhumana que le había transformado en el monstruo que ahora le estaba matando. Qué inútil.
Otro más, más sangre.
Había dejado atrás a Kacchan y a la que era su hija. La pequeña que había crecido sin madre. La pequeña que había crecido con solo una figura paterna. Le habría gustado haberla visto nacer, verla abrir los ojos por primera vez y verla dormir y llorar y reír y sonreír. Le habrían gustado hacer tantas cosas que ahora se preguntaba si realmente su vida había merecido la pena. Menudo inútil.
Cayó al suelo y se tumbó boca arriba, dejando que la sangre saliera poco a poco de su cuerpo, mientras se sentía cada vez más cansado. Cada vez con más sueño. ¿Qué pasaba si cerraba los ojos? ¿Habría algo mas allá? ¿Soñaría con la vida que no había podido tener? ¿Le estaría esperando alguien al otro lado? Probablemente no, pero ¿Quién sabía?
De repente sintió una gotas calientes, y supo de inmediato que no procedían de su cuerpo. Aquél líquido caía en pequeñas gotas, con lentitud y calma. Cayeron sobre sus mejillas y sus ojos y le hicieron espabilarse ligeramente. Abrió con los ojos de par en par e intentó vislumbrar qué era lo que estaba cayendo sobre su rostro.
Cuando enfocó la cara de Kacchan, arrugada y afligida se sintió peor de lo que ya se sentía. Estaba llorando por su muerte a pesar de que había sido él su asesino. Izuku levantó con torpeza uno de sus brazos y le tocó la mejilla para quitarle las lágrimas sobrantes. Le temblaba tanto la mano que Kacchan no quiso tocarla, simplemente acercó su rostro a la temblorosa y pálida mano de Izuku y disfrutó del pequeño calor que ésta irradiaba. Gimió y se agachó hasta estar llorando encima de Izuku, sobre su pecho. Respiró su aroma y pensó en la hierba que les rodeaba. Era fresca, pero a la vez asquerosa. El olor putrefacto de la sangre del cuerpo de Izuku hacía que cualquiera quisiera huir de aquella situación. Aún así, Katsuki respiró hondo aquél dulce olor y agarró el cuchillo que estaba firmemente colocado en la tierra a un lado del cuerpo de Izuku.
Deku le observó medio ido. Ya casi no podía ni respirar, a su pecho le costaba mucho trabajo subir y bajar y no ayudaba que Kacchan estuviese poniendo su peso encima. Pero no se quejó, si lo último que iba a hacer en esa vida era tocar a Kacchan y sentir su calor, que así fuese.
Katuski cogió la mano que estaba en su mejilla y la abrió con cuidado. Entre sus dedos llenos de cicatrices colocó el cuchillo afilado como una astilla.
-Kacchan yo...
-Deku...-dijo entre unas respiraciones nerviosas y estresantes. En un segundo hizo que el cerebro de Izuku se pusiera a mil, pero no se notó ya que su cuerpo estaba ya medio muerto. -...mátame, por favor.
-No. -dijo secamente como respuesta. No, no y no. No iba a matar a la persona que más quería. Era él quien debía morir, no Kacchan. El león no merecía morir, había pasado por un infierno y una vez que se acabasen las cosas, ya podría vivir en paz.
-Si no me matas... -parecía que le costaba hablar horrores. Su cabeza de vez en cuando producía tics nerviosos y sus manos no temblaban menos que las de Izuku.
-No.
-¡No lo entiendes! -le gritó desesperado. -¿Crees que podré vivir sabiendo que he hecho todo esto? -hubo una pausa en la que se frotó la cara llena de lágrimas y se la llenó aún más se sangre. -Sabiendo que he...asesinado a inocentes. ¡A tus padres! ¡A niños! ¡Estoy asesinando a la persona que más quiero!
-Eso es...mentira.
-¿Entonces porqué no dejo de apretar el cuchillo? -y era cierto, lo que pasaba es que Izuku ya no sentía su cuerpo. Resultaba que el cuchillo de Katsuki estaba clavado en el pecho de Deku, y cada vez apretaba más y más para que se hundiese más en su cuerpo y muriese más rápido.
Izuku cerró su mano alrededor del mango del cuchillo, no tenía fuerzas para moverse y cerró los ojos. No hizo falta que hiciese más, ya que Katsuki dirigió su mano hasta su pecho y lo clavó fuertemente en aquél punto. Después sacó ambos cuchillos antes de desplomarse y los clavó en la tierra. Uno en frente del otro.
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El Cuento Del León Y El Lobo
FanficUn mundo en el que las personas viven acompañadas de animales, como parte de sus almas. Un mundo en el que, a pesar de la diversidad de razas, religiones, leyendas, dioses...hay grandes desigualdades y guerras. Un mundo muy parecido al nuestro, pero...