Capítulo 30

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Cuando los rayos molestos de sol le hicieron abrir los ojos lo primero que vio fue el techo de su tienda, como todos los días. Pero, de repente, se dio cuenta de que era la primera noche que conseguía dormir bien. Tener un bebé tenía sus desventajas, y una de ellas era no dormir. Ser padre soltero, y cuidar de un bebé tú solo no era tarea fácil, pero esa noche había conseguido dormir, y además plácidamente. Respiró hondo y entonces sintió algo caliente en su estómago. Giró su cabeza para ver de quién pertenecía aquella mano que había aterrizado en su cuerpo, y se asombró al ver a Deku tumbado a su lado. No se asombró porque no se acordaba de que ayer se acostó con él, lo sabía y recordaba de sobra, si no, que el chico en cuestión estaba llorando. Se giró para encararle mejor y Deku se tapó con la otra mano los ojos.
—¿Qué ocurre? —le preguntó asustado. ¿Estaba acaso triste de que le hubiese llevado a dormir con él? Cuando se lo había dicho, el chico no había puesto objeciones. Y además, le había rodeado la cintura para tenerlo más cerca. No tenía sentido.
—Te hicieron daño. Mucho daño, Kacchan...has acabado como yo. —Katsuki se miró el torso, aún más lleno de cicatrices de lo que recordaba, ya que no le daba mucha importancia, y volvió a mirar a Deku y su torso, también lleno de cicatrices. Katsuki colocó una de sus manos en la cara de Deku y fue bajando por su cuello hasta su pecho y así hasta su estómago donde allí frenó la caricia.
—Bueno, ahora vamos conjuntados. —le dijo con una sonrisa que paró las lágrimas de Deku. Respiró hondo y se levantó de un salto.
—¡Vamos, estoy listo para marcharnos!
—Primero tendrás que vestirte, ¿No?
Deku se fijó en su cuerpo y corrió a coger su ropa. Katsuki sonrió ante sus cambios de ánimo y se dispuso a hacer lo mismo. Ya que iban a la aldea de los lobos debía llevar algo puesto, no podía ir luciendo torso, como se hacía en su aldea, ya que daría a entender que era un extranjero, y sería como ponerse un cartel que dijera: ¡Hola, soy un león! ¿Te apetece matarme?
Así, suspirando algo resignado, se colocó ropa de más y cogió sus cosas para seguir a Deku que ya estaba fuera de la tienda, esperándole, con su animal acompañante listo y preparado. 
Caminaron hasta que llegaron a la aldea y una vez allí, comenzaron las despedidas. Deku lloriqueó un poco y después se largaron a gran velocidad.
En realidad no tenían porqué caminar rápido, ya que la aldea de los lobos, estaba justamente al lado de la anterior de las tortugas, de todas formas no tardarían en llegar y no necesitaban correr. 
Izuku pensó que habían tenido suerte al no haberse cruzado con ningún lobo cuando llegaron el día anterior. Había sido suerte, y por eso estaba seguro de que no se repetiría.
—Estás muy callado para ser tú. ¿Acaso has cambiado tanto este año?
—No. —respondió sonriente. —Sólo estaba pensando en Uraraka.
—La chica. —aclaró Katsuki.
—Sí. Esta mañana no estaba en la aldea, ni la han visto marcharse. Iida me ha asegurado que habrá vuelto a casa, pero no me fío...
—No sé, lo más sensato que podría haber hecho es volver a casa sin causar problemas. Ya tenemos suficientes...
—No, pero es eso lo que me preocupa. Lo que me dijo ayer, que si moría nadie me tendría...me dio la sensación de que me quisiese muerto.
Katsuki le miró de reojo y comprendió la situación al instante.
—De acuerdo. Temes que vaya a hacer una locura y acabe mal parada. Y no sólo ella, todos nosotros.
Deku asintió. Había acertado de nuevo.
—Kacchan, ¿Ves los sentimientos?
Katsuki sonrió satisfecho y asintió. No se le escapaba ni una a aquél chico.
—Hace unos meses Eri me dijo que era un Lector de Almas, así que, ahora podría decirse que puedo saber lo que sientes en cualquier momento.
—Bueno, aunque ya lo sabías antes, ya que ese don se otorga al nacer.
¡Maldito friki!
—Es extraño, ¿Sabes? En mi aldea nunca hemos tenido un Lector. Al menos, no que yo recuerde.
—Eso es raro. Normalmente hay uno o dos en cada tribu.
Los dos se quedaron en silencio lo que duró el viaje. Cuando escucharon algunas voces que provenían de más adelante se escondieron, y avanzaron rezagados lo que les quedaba. Al parecer habían mejorado la vigilancia de su territorio, aunque, claro, los leones podrían atacarles y ellos tendrían que estar preparados para ese momento.
—Hay muchísimos más, no conozco a nadie...—le susurró Deku mientras observaban a los lobos pasar.
—Hay lobos solitarios y otras manadas que han llegado en este año para unirse a su lucha. Se creen que van a derrocar a un dictador u opresor o algo parecido. Se hacen las víctimas. —espetó de mala gana. Estaba claro que lo que se estaban granjeando era una guerra, pero, claro, si ellos se hacían las víctimas, y los demás se lo creían, tal vez la guerra se igualase.
—Necesitamos entrar.
—Recuerda: yo solo estaré lo necesario. Esto tienes que conseguirlo tú solo. —le dijo, y Deku asintió ante todo lo que le decía.
Esperaron a que los guardias se pusieran a hablar unos con otros, ya que siempre ocurría, se aburrían de su trabajo y se entretenían con cualquier cosa.
Así que, realmente no les resultó difícil internarse en la aldea. Se quedaron siempre rezagados y en cuanto encontraron un tumulto de gente, se metieron en él.
Katsuki esa misma mañana se había puesto una especia de color marrón en el pelo, se iría con agua, pero para adentrarse en aquél lugar le era más que útil. La verdad, él mismo no pensaba que por el color de su cabello fueran a reconocerle, pero al parecer no era un color normal entre la gente del bosque y la selva, así que era mejor taparlo.
El pelo se le había quedado apelmazado y sin volumen, al contrario de como él solía tenerlo, y le daba un aspecto totalmente distinto.
Izuku le miraba de reojo sonriente, estaba tan extraño, pero a la vez atractivo.
—Deja de mirarme así, van a sospechar. —le susurró en su oreja.
Izuku rió avergonzado.
—Lo siento, es que...
—¡CÁLLATE! —le susurró, a pesar de que se escuchó demasiado.
Algunas personas del grupo que seguían les miraron y entonces, Izuku se apartó y se metió entre un montón de tiendas. Parecía un lugar muy privado, e incluso romántico de no ser una situación de vida o muerte.
De todas formas Izuku le aprisionó contra una de las tiendas.
—¿Qué haces, idiota? Tenemos que encontrar a tu madre.
—Kacchan...tus manos. —le cogió de las muñecas y le enseñó sus manos que estaban temblando de una forma descontrolada.
Katsuki respiró hondo, pero aún así no consiguió relajarse.
—Es horrible, aquí, aquí...—tartamudeó y Izuku juntó sus frentes.
—Kacchan, te fallé una vez, no voy a dejar que ocurra de nuevo...
Katsuki sonrió, y después volvió con su ceño habitual.
—Esto es peligroso, Deku. Si nos ven, si intuyen que eres tú...
—Llevo una capa y pinturas en la cara, creo que tendrían que fijarse mucho en mí para reconocerme.
Y con una sonrisa se besaron, como si con eso todos sus problemas se fueran a resolver.
—Midoriya...
Esa voz sería su perdición, pero lo primero que pensó Katsuki fue que siempre tenían que interrumpirlos cuando se besaban.
¡Las casualidades no podían ser más molestas!

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora