Capítulo 18

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Al día siguiente vino una mujer, bueno eso pensó al principio Katsuki, antes de verle la cara, porque cuando se la vio, se quedó mudo. Era Deku, el propio inútil estaba delante de él, curándole las heridas, dándole de comer, pero sus rasgos eran más femeninos, delicados y su cuerpo era distinto. Era exactamente igual a Deku quitando esas pequeñas observaciones. ¿Quién era realmente?
—¿Deku? —preguntó soñador. A pesar de saber que le había traicionado y que le había entregado, le amaba, le quería y pensar en que le estaba cuidando le producía un cosquilleo en el pecho.
—No. —dijo secamente una voz femenina, muy distinta a la de Deku. Katsuki no podía evitar mirarla asombrado y fijamente a los ojos tan parecidos a los de Midoriya. Aquellos ojos que producían un brillo que le asustaba, pero obviamente, aquellos eran una simple copia y a su vez no emitían aquel brillo tan característico. —Soy su hermana. —susurró lentamente. —Su hermana melliza. —dijo tranquilamente mientras le cuidaba. Katsuki no protestó sobre que Deku no mencionase a su hermana, ya que empezaba a dudar que algo de lo que le hubiese contado el chico fuera verdad.
—Él te ha...—susurró mientras limpiaba su cuerpo y su cara de la mugre de cuatro días. Quitaba la sangre seca e intentaba curar las heridas.
—Me ha traicionado. —declaró, terminando la frase de la chica. Ella le miró y forzó una sonrisa dulce. Era aquella clase de sonrisas que ponen las madres a sus hijos cuando las cosas van mal y tienen que mentirles para no preocuparles. Aquello no relajó a Katsuki, al contrario. Aquello no parecía que fuese a acabar bien.
—Claro, supongo que te debes de sentir fatal. He oído que te besó, o algo así. —comentó como si fuese una tontería. Pero enfureció a Katsuki aún más. Ese tema no era para tomárselo a broma.
—Sí. ¡Y por lo que veo las noticias vuelan aquí! ¡Ojalá Deku se pudra en su bonito y asqueroso trono de Alfa!
—Aquí no hay tronos.
—¡ME VES CARA DE QUE ME IMPORTE! —le gritó harto de ella. Puede que fuese la copia femenina de Deku, pero por esa razón le odiaba más. A la vez la quería. La quería porque se parecía a Deku, y él amaba a ese estúpido.
—Bueno, parece que hoy tienes más fuerzas.
—Cállate. ¿Qué importa si tengo fuerzas o no? Lo único que os importa es pegarme y gritar insultos estúpidos en mi maldita cara.
—Es importante porque al parecer se está debatiendo si vives o mueres y para las dos ocasiones debes estar perfecto.
Con esa información Katsuki bajó la cabeza y miró a la nada. No había pensado en aquello. No en serio. No lo suficiente. Iba a dejar de respirar, de ver, de pelear. Jamás volvería a ver a su madre, ni a su padrastro. Por los dioses, jamás se había dado cuenta de cuanto quería a su padrastro. Y a su madre, aquella mujer guerrera que había luchado por que el león dominante no le matase. Resultaba que había algo de mentira en sus orígenes que se le había contado a su manada. Él, no era hijo de el dominante que dominaba su manada. Es más, era por eso que le había intentado matar cuando llegó a la aldea. Él era el único de los hijos varones que habían sobrevivido a ese dominante. Ya que los demás los había matado siendo bebés. Era fácil de pensar y aceptar esta teoría ya que el dominante tenía el cabello negro y su madre rubio. Él, de haber sido hijo de ambos, no habría nacido con el cabello tan rubio como el de su madre. Pero al parecer los pocos que habían llegado a esta teoría en su aldea habían sido apaleados por el dominante y callados de inmediato. Katsuki siempre había sabido la verdad, de haber sido su verdadero padre, no habría querido arrebatarle su puesto a la fuerza como había intentado.
Suspiró, volviendo a sentirse débil, inútil. Estaba empezando a dudar de si de verdad había sido alguna vez fuerte, ya que al parecer todo lo que tenía o ganaba lo acababa perdiendo de alguna forma. Tal vez, morir no era tan malo como se había imaginado. Tal vez, así le calmaba el dolor del corazón que llevaba aplastándole el pecho desde la noche anterior. Tal vez, así le hacía un favor a mucha gente. Tal vez, solo, tal vez, podría rendirse y dejar que otros luchasen, que él se rezagara y descansara en un sueño infinito.
Tal vez, el mundo ya no necesitaba a ningún Katsuki Bakugo.

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora