Capítulo 44

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Tercera luna.
Había entrenado a los muchachos de su grupo lo mejor que había podido, pero estaba claro que nada más podía hacer, la guerra ya estaba ahí.
Fue a darles una pequeña charla para animar sus corazones abatidos, pero justo cuando fue a hablar escuchó algunas palabras mal sonantes que provenían del follaje y sonrió aún sin mirar a la persona la cuál le pertenecía la voz.
Cuando vio el cabello rubio, los ojos amenazadores y aquella expresión de enfado, su corazón pegó un salto y aparentemente no solo su corazón también su cuerpo ya que en un segundo ya estaba al lado del que había gritado. Katsuki se asustó al encontrarse con el chico que amaba. Le miró largo rato y después le abrazó mientras respiraba con dificultad. Izuku le abrazó de vuelta con una sonrisa de oreja a oreja, volvían a estar juntos. Cuando abrió los ojos vio a Todoroki sonriendo desde atrás, feliz. Izuku no estaba muy seguro de porqué estaba sonriendo en una situación la cuál debería morirse de celos, pero se alegró de ver esa expresión en el rostro de su amigo, no era habitual.
Cuando se separaron, Izuku intentó hablar pero al segundo de abrir la boca los labios de Katsuki chocaron contra los suyos. Aquello le cortó la respiración unos segundos y después se dejó llevar, colocando sus brazos alrededor de el cuello de Katsuki y él rodeándole la cintura apasionadamente. El beso fue tan demandante como triste. Parecía que Katsuki quería soltar todos sus sentimientos en ese beso, como si fuese una despedida, como si fuese un adiós. Izuku aprovechó de todas formas para besarle como nunca, para disfrutar de su calor, del calor que le producía al verle, al tocarle. Quería tragarse ese calor, guardarlo dentro de él, y cuidarlo como si fuese un gran tesoro delicado. Cuando se separaron una sonrisa socarrona estaba en los labios de Katsuki, Izuku respiró hondo y sonrió dulcemente. Le había dado un buen beso si Kacchan estaba sonriendo así, pensó. Las manos de Katsuki descendieron hasta el trasero de Izuku y éste se puso colorado y le apartó las manos de inmediato. Los chicos que se encontraban detrás del lobo se rieron, traviesos. Izuku sumido en su vergüenza fulminó a Katsuki con su mirada. Él levantó las manos, declarándose inocente mientras que todos los muchachos se reían sin descanso. Izuku temió que se fuesen a ahogar.
-¿Te parece bonito? -le dijo con el rostro como el color de la capa del león.
-¿Tu culo? No sé, no lo he visto, pero vamos, no te creas especial por tener un buen culo. -hubo una pausa en la que se escuchó una pequeña risa, ligera y tímida que provenía del propio Todoroki. Izuku jamás le había visto reír. -No te creas superior todavía no has tocado el mío, ya verás como te desmayas por mi sensualidad.
-¡Kacchan! ¡No es momento de hablar ahora de culos!
-¡Porqué! ¡Yo creo que les interesa mucho a éstos chicos!
Izuku se dio la vuelta y estaban todos riéndose y atentos a lo que hacía Katsuki a continuación. El lobo aprovechó para fijarse en la capa despampanante que llevaba su querido león. Era de un rojo intenso como la sangre, como sus ojos. Le hacía parecer aún más majestuoso, más increíble, más amenazador. Pero sobretodo, poderoso.
-¡Es el dominante! -gritó uno de los muchachos que estaban detrás de ellos.
-No me digas que...
-He traído a mi manada hasta aquí. -respondió con una sonrisa mientras de entre los matorrales salían un montón de personas con el cabello del mismo color que Katsuki, pero totalmente delgados y poco fortalecidos. Izuku quiso sonreír, de verdad que quiso, pero le salió una mueca extraña. Mientras los leones se acercaban al claro donde estaban instalados y al fuego para calentarse apartó a Katsuki del resto y se lo llevó un poco lejos para que pudieran hablar tranquilos.
Cuando Izuku estuvo seguro de que ninguno de los integrantes de ambos grupos los habían seguido se giró hacia Katsuki y le dedicó una mirada llena de preocupación y desasosiego.
-¿Qué ocurre? -preguntó de la forma más oscura, tenebrosa. Hizo que el bello de Izuku se pusiera de punta.
-¿Esos son leones? -le preguntó con un ligero temblor en el labio inferior. Se sentía como si hubiese perdido todo el calor del cuerpo, como si se lo hubiese tragado el suelo y lo único que hubiese dejado sobre la faz de la tierra era un ser que se tambaleaba y estaba helado.
Escuchó como la respiración de Kacchan se hacía más pronunciada, como en esos suspiros agotados pudiese decirle lo duro que estaba siendo para él ver a su familia en aquellas condiciones. Estaban la mayoría famélicos, delgados y deshidratados. Su piel tenía un aspecto tan blanquecino y débil que daba la sensación de que eran hojas, hojas frágiles que el viento no tardaría en llevarse por delante. Miró al suelo unos segundos y luego devolvió su mirada al león que se tocaba la frente con estrés.
-Cuando llegué estaban todos así, e incluso peor. He conseguido que los más jóvenes se recuperen más o menos y los demás están llevándolo poco a poco. Pero están mejor, te lo aseguro. -le intentó tranquilizar Kacchan, o a lo mejor se estaba intentando tranquilizar a sí mismo. Izuku miró su deslumbrante capa y sus ojos se abrieron de par en par.
-¿Esa no será...?-Kacchan se miró los hombros y le devolvió la mirada asustado. Después asintió con calma. -¿Estaba muerto...?
Kacchan no le dejó terminar.
-Lo maté yo.
La respiración de Izuku se cortó de repente. Su cuerpo se quedó estático. Tenía delante a un asesino, a un asesino que había matado a su propio padre. Pero también tenía al hombre que amaba, que había dado vida a su hija, que era un cascarrabias, que le tocaba el culo delante de chicos jóvenes. El que le besaba con amor, el que le abrazaba en las noches frías...
Kacchan se quedó erguido mirando al cielo, esperando un grito, algo que le hiciese sentirse mal con lo que había hecho, pero no llegó. Ese grito, esa acusación, no llegó, ni llegaría ya que lo que recibió fue el abrazo asustadizo de un tembloroso Izuku.
Suspiró y le devolvió el abrazo.
-No quería moverse, no quería salvar a su pueblo y se morían Deku, se estaban muriendo allí...
-Shh...no importa ya. Están contigo, tú les ayudarás y les llevarás por el buen camino.
Katsuki hundió su cara en el cuello de Deku y respiró profundamente, quitándose un peso con su simple presencia y su simple comprensión.
Cuando se separaron se besaron con delicadeza.
-¿Y ese grupo de inútiles?
-Son unos lobos proscritos. Como yo. Digamos que me siguen y me quieren ayudar porque yo les hice cambiar su vida.
-¿Cómo?
-Fui el que les dio fuerzas para hacer lo mismo que yo. Como cuando empiezas una revolución.
-Entiendo. -dijo de forma cortante.
Aquello deberían haber sido buenas noticias para Katsuki, pero no las eran, para nada. Ahora debía de encargarse de la seguridad de aquellos chiquillos a parte de los integrantes más jóvenes de su manada. Esperaba salir con vida de aquélla guerra, pero era probable que no lo hiciera.
-Kacchan, quiero protegerles. Son como una familia.
-Lo sé. -respondió cortante de nuevo.
-Y si me pasase algo, -la expresión de Katsuki cambió drásticamente. - me gustaría que cuidases de ellos. Que les dieses fuerzas para que visitasen los sitios a los que quieren ir, son sólo niños asustados que quieren ver mundo...
-¡Deku! -le gritó de repente, cogiendo su cara entre sus manos. -Me encargaré de no tener que cuidarlos nunca. Los inútiles mejor que se queden juntos. -los ojos de Izuku brillaron al escuchar aquello. Sus mejillas se ruborizaron y besó a Katsuki con calma.
-Te quiero...-le dijo en un susurro. Katsuki no supo cómo reaccionar, y le besó de nuevo.
-Y yo a ti, Izuku. -susurró mientras sus labios pedían un último roce.
La luna jamás se había visto tan bonita como aquella noche, hasta que algo empezó a tapar su luz, algo empezó a ponerse entre ellos y la luna. Se separaron y miraron, intentando aparentar calma antes de la tormenta que se avecinaba.
La luna se estaba tiñendo de negro, como las manos que aquella noche se iban a teñir de rojo.
Entonces, se escuchó, como un trueno sobre el mar tranquilo, el primer grito.

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora