Después de un rato, Katsuki se tumbó boca arriba a su lado. Respiró hondo y cerró los ojos. Se quedó unos segundos pensando, y después dijo lo que no quería decir.
—Digamos que... ahora estás obligado a quedarte. Supongo que por mucho que quieras escapar de todo esto, no querrás que muera.
Izuku miró a la nada un largo rato. Era cierto, además había tomado su decisión hacía unos instantes, cuando se encontraba entre esos brazos.
—He decidido, quedarme contigo. —esa respuesta hizo que Katsuki girase su cabeza sorprendido y le mirase confundido. —Siento todo lo que ocurrió hace tiempo, pero fueron engaños. Siento no haberte buscado cuando aún había esperanza. Siento haberte dejado solo con extraños y a tu suerte. Lo siento de verdad, yo...—Katsuki se quedó paralizado ante esa disculpa. ¿Acaso era por pena por lo cuál se estaba disculpando?¿Remordimientos? Pero en cambio, él... ¿No era eso lo que llevaba buscando todo aquél año? Entonces, ¿Porqué no se sentía satisfecho?
No supo cómo reaccionar ante aquello, así que se dejó llevar. Agarró con cuidado la mano de Izuku y le quitó ligeramente el guante para sentir su piel, a pesar de que sus labios estaban siempre fríos, sus manos eran cálidas y rugosas debido a las cicatrices. Entrelazaron sus dedos y sin decir nada más se quedaron allí tumbados, dejando el tiempo pasar, como si los segundos no se pudieran contar.
—Supongo que me has perdonado...
—Sí, pero no significa que lo haya olvidado. —le amenazó. Izuku asintió sonriente y contento de que estuviesen agarrados de la mano.
Esperó unos segundos para poder tratar el tema que le tenía tan intrigado, pero a la vez asustado.
—Kacchan...¿Yamikumo...?
—Supongo que tenías que sacar la mierda a relucir tarde o temprano...—soltó tapándose los ojos con la otra mano, la que tenía libre del agarre de Izuku. Suspiró y se preparó para comunicarle la noticia. Daba la sensación de que no eran buenas noticias, así que Izuku tragó saliva y se preparó para lo que venía.
—Yamikumo está muerta. Murió en el parto. —dijo con una ligera voz.
—¿E-está...?—Kacchan le miró fijamente y le rodeó con sus brazos con cuidado de no hacerle daño, como si ahora estuviese hecho de cristal. Sin notarlo las lágrimas empezaron a caer, a un ritmo cada vez más rápido. Katsuki para consolarle empezó a jugar con su pelo, con sus rizos, enrollaba sus dedos en ellos y los desenrollaba.
—Por eso he salido de la tienda. ¡Ella era muy buena persona! ¡No merecía haber nacido para dar vida a nuestra hija, simplemente! ¡Detesto que las cosas sean así!—respiró hondo y empezó a besar los rizos de Izuku, poco a poco, sin prisa. Y en algún momento las lágrimas habían desparecido.
—Te quiero...—le dijo entre susurros. La verdad es que no se había dado cuenta de aquello hasta que se había oído diciéndolo en alto. Era acierto, era la cosa más cierta que sus labios habían pronunciado jamás.
Cuando sus ojos se encontraron no tuvieron que decirse nada más ya que sus labios se encontraron y fueron los que hablaron.
Fue mágico.
Así fue, un momento más para recordar, un momento más el cuál podrían repetir todos los días y revivirlo las veces que quisieran.
Se separaron y se miraron sonrientes. Ya estaba claro que, todo era mejor si se quedaban juntos.
—Juntos somos fuertes. —susurró Katsuki mientras le besaba la frente. Izuku se sonrojó y asintió de nuevo, muy feliz, casi eufórico por todas las emociones que le provocaba aquél rubio. Cuando quisieron volver a besarse, escucharon un ruido entre el follaje. Se levantaron en tensión y miraron a su alrededor. Cogieron la posición de batalla y pelea y esperaron.
—¡Idiota! ¡Has cortado el momento! —gritó una voz.
—¡Ups! Lo siento, chicos...— se disculpó Kirishima mientras salía de entre los matorrales. Detrás de él iba Eri, con la pequeña en brazos.
Katsuki corrió hacia ella y le dirigió una mirada poco amigable mientras cogía a la pequeña.
—Ni un segundo de privacidad...—la regañó.
Después se giró con el ceño nada fruncido y se acercó a Izuku. Él, sorprendido y a la vez asustado le miró expectante. Después cuando entendió lo que quería hacer, asintió, sonrió ilusionado y extendió los brazos. Katsuki le colocó al pequeño bebé entre sus, ya no tan en forma, brazos. Fue impresionante la sensación de coger una criatura tan delicada y pequeña. Y sobretodo sentir su calor, sentir que ese niña era suya y de Katsuki. Sentir que aquella niña estaba realmente hecha de amor, de su amor. Ellos habían creado a aquella pequeña tan risueña.
Sonrió satisfecho y por instinto, se acercó a Katsuki y le dio un beso. Aquél momento no podía ir a mejor.
—Chicos...—y miraron a Kirishima, que nuevamente había cortado el momento. —...hay una guerra que ganar. —dijo mientras sonreía avergonzado.
Eri sonrió y empezó a caminar hacia el follaje de nuevo. Izuku sonrió también, contagiado por todo lo que estaba ocurriendo.
—Tenemos que protegerla mucho de los demás. —dijo Izuku tranquilamente.
—Sí...—dijo con un suspiro Katsuki. —Pero tenemos que marcharnos unos días. Tenemos que hablar con tu aldea y la mía para convencerlos de que paren esta locura. —estaba acariciando delicadamente la cabeza de la pequeña mientras hablaba, y esa acción parecía calmarle tanto como estar en su pecho tumbado. Sonrió ante su acción paternal y protectora.
—Tienes razón. —contestó Izuku cansado. —Te acompañaré a tu hogar, y te daré fuerzas. —declaró con una sonrisa.
—Yo...no voy a acompañarte a la tuya. —aquello dejó alucinado a Izuku. —Creo que lo que tienes que hacer, lo debes hacer tú solo. Te escucharán, esté yo o no. Además, esa es una aldea de locos.
—Pero, no me dejes solo, por favor.
—Te la tenía que devolver. Esto solo lo puedes hacer tú. En mi aldea si apareciese solo me echarían de nuevo, pero si voy con un visitante, tal vez se lo piensen...—se quedó pensativo por unos segundos. —¿No pasaste por mi aldea cuando fuiste al Aviario?
—La rodee. Al parecer tardé más tiempo, pero llegué al fin y al cabo...
—Yo cuando fui y regresé a buscarte me pasé para ver a algunas amigas de mi infancia. Pero tuve cuidado de que nadie importante me viese.
—¿Hablaste con tu familia? —preguntó algo cohibido. Tener contacto con la familia después de tanto tiempo no sería como una tranquila charla por la tarde.
—No. Mi madre me matará cuando os presente.
—¿Si? —preguntó curioso Izuku.
—Sí. Así que prepárate.
Izuku suspiró y miró al bebé.
—Lo mismo digo.
Hubo una ligera pausa y fue causada por el asombro de Katsuki ante la declaración del lobo.
—Te he dicho que no voy a ir a tu aldea.
—Lo sé, pero, por favor, ven conmigo un ratito para que te conozca. —le rogó. Al ver que no estaba muy convencido Izuku le dio un beso en los labios, ligero y corto. Esto le arrancó una sonrisa a Katsuki que no pudo disimular.
—No sé yo...—le dio otro pequeño. —Me lo estoy pensando...—otro más. —Casi, casi...—y entonces Katsuki no le dejó apartarse, le dio un gran y apasionado beso. —De acuerdo. —Izuku saltó y sin querer despertó a la pequeña que se puso a llorar. — Si la situación se complica nos vamos. ¿De acuerdo?
—Sí.
Katsuki asintió y le dio un beso en la frente a la pequeña, después a Izuku en los labios y después silbó. De los matorrales salió el león y el lobo acompañante de ambos. Sonrieron al verlos, ya que al menos ellos les habían dejado privacidad, a pesar que habían estado ahí todo el tiempo desde que habían salido de la tienda (ya que les habían seguido desde atrás y se habían quedado jugando apartados de ellos).
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El Cuento Del León Y El Lobo
أدب الهواةUn mundo en el que las personas viven acompañadas de animales, como parte de sus almas. Un mundo en el que, a pesar de la diversidad de razas, religiones, leyendas, dioses...hay grandes desigualdades y guerras. Un mundo muy parecido al nuestro, pero...