Capítulo 23

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El camino hasta la aldea no pudo ser más aburrido. En cierto modo, eso ya se lo esperaba Izuku, aunque no con sus amigos de por medio. La cuestión fue que, al estar tan sumamente nervioso por lo situación que se iba a presentar con su llegada, no le había dado tiempo a hablar de su pasado con sus amigos, ni a ponerles al día de todo lo que había ocurrido.
Cuando llegaron a la aldea, unos días después, ésta estaba desierta. Izuku fue a todos los árboles, cuevas, lagos y no encontró nada. Estuvo todo el día buscando algún lugar en el cuál se hubiesen refugiado de los lobos, pero no lo encontró. Ese sitio estaba vacío.
Mientras sus amigos se paraban a descansar y comer, él se sentó algo apartado para poder pensar con claridad. De repente unos brazos, pequeños, pero fuertes le rodearon. Sabía quien era la dueña de esos brazos. Allí estaba Eri, la pequeña jefa de aquella aldea, abrazándole como si no hubiese un mañana. Después unos brazos más robustos le rodearon y le envolvieron en un enorme abrazo que le dejó sin aire. Cuando se separaron, Izuku no pudo reprimir una sonrisa ante las personas que estaban en frente de él. Allí, sentados en el suelo, estaban Kirishima y Eri, ambos con una sonrisa de oreja a oreja. Iida y Uraraka no tardaron en acercarse a conocer a sus amigos. Una vez hechas las presentaciones, comenzaron las preguntas importantes.
—¡Sabía que Bakugo te traería de vuelta, él es tan varonil! —exclamó Kirishima mientras levantaba su duro puño. Pero Eri no aparentaba estar tan convencida. Miró a Izuku fijamente, como si quisiese saber todos los secretos que ocultaba su repentina llegada.
—¡Sí! —respondió al fin. —Aunque Bakugo no dijo nada cuando volvió hace unas horas.
—¿No dijo nada sobre mí?
Eri negó, y después le miró fijamente, intentando descifrar todo su rostro.
—Lo suyo habría sido que nos informase si ibas a volver o no, pero bueno, cada hombre necesita su espacio. —Dijo Kirishima felizmente.
Izuku asintió y miró a Eri, sabía que con la única que podía razonar en aquél momento era con ella, ya que Kirishima estaba demasiado emocionado.
Mientras él se entretuvo con Uraraka y Iida, Izuku apartó a la niña para preguntarle:
—¿Sabes dónde está Katsuki? Es muy importante que lo encuentre y compruebe una cosa.
Eri le miró fijamente, y a la vez algo decepcionada. Se quedó callada, como si no hubiese oído la pregunta, y cuando Izuku se dispuso a repetirla, ésta le calló de inmediato.
—No...no sientes amor. —le soltó de repente. —¿Has perdido tu brillo?
Aquello desconcertó a Izuku muchísimo, pero decidió no darle más vueltas. De todas formas, tenía unos trescientos años, si no recordaba mal, era normal que se le fuese la olla.
—Eri, en serio, no tengo tiempo para enigmas, de verdad, necesito encontrar a Katsuki de inmediato.
—No pienso decirte donde está. Tú no eres Izuku. —y con eso corrió hacia Kirishima y le abrazó una de sus piernas. Kirishima se asustó y miró a Izuku algo dudoso.
—¿Qué ocurre, hermano? —Izuku se encogió de hombros. —¿Eri?
—¡Ese no es Izuku! ¡Está diferente! ¡Ya no sabe lo qué es amar! —y con eso Kirishima miró a Izuku decepcionado. —¿En serio, hermano? —le preguntó con la voz queda. Izuku estaba perdiendo la cabeza con esa niña, aquello no era normal. No sabía lo que había visto o lo que no había visto Eri en él, pero estaba claro que no le importaba, su único objetivo era encontrar a Katsuki y confirmar sus sospechas.
Kirishima se acercó a él, despacio, casi amenazándolo con la mirada. Cuando estuvieron los dos frente a frente, el pelirrojo habló.
—Izuku, ¿Para qué has venido? —preguntó eso tan seriamente que se asustó de lo que había madurado aquél chico. Suspiró y decidió ser sincero.
—Tengo que comprobar si he marcado a Katsuki como mi Omega. En ese caso, me quedaré con vosotros y lucharé a vuestro lado. En caso contrario, me marcharé para siempre. Y seguiré con mi nueva vida.
—¡Ves! ¡Ya lo has oído! ¡Lo piensa todo con lógica, con métodos inteligentes, en vez de con el corazón y cometiendo errores! —la niña se echó a llorar.
—¿Has venido sólo para comprobar una marca en Bakugo? —Izuku perdió fuerza de voluntad ante el lloro de la niña y ante aquella pregunta, empezó a dudar de que estuviese haciéndolo bien y entonces se acordó de Kacchan. Solía pensar en él cuando se ponía nervioso por las situaciones que salían de su control. Aquello le ayudaba a ponerse en el lugar de su querido Kacchan y pensar en lo que habría hecho él en aquella situación (probablemente pensaba en todo lo contrario a lo que tenía en mente). De repente el lloro de Eri cesó, y le miró de nuevo fijamente.
—Eso es, no te has olvidado de él. —dijo enigmáticamente, entonces Izuku ya supo por donde iban los tiros.
—Chicos, ya sé que pensasteis que Katsuki y yo salíamos juntos, y a lo mejor, en esos momentos sentí algo por él...
—¿Por él?—preguntaron Iida y Uraraka a la vez. Al parecer eso no le gustó nada.
—...sí, por él. —confirmó Izuku. —Pero eso ya está olvidado, me marché de la aldea y desde entonces decidí olvidarlo todo.
—¡Sí, eso es algo que todavía no entiendo! —dijo Kirishima con una dureza en su voz que asustó a Izuku. —¿Porqué te marchaste sabiendo lo que  le hacían a Bakugo? —le espetó con el ceño muy fruncido, como si estuviese imitando al propio Bakugo.
—¿Qué? —Izuku pensó que aquello ya se lo había mencionado Kacchan antes, pero, no lograba descifrar lo que le habían hecho. Él siempre había pensado que simplemente le habían tenido retenido, por muy horrible que ya fuese eso de por sí. —¿Q-qué le hicieron?
Kirishima le miró unos segundos y después desvió la mirada a Eri para averiguar si estaba diciendo la verdad. Ella asintió y Kirishima devolvió su atención a Izuku.
—Los de tu manada le estuvieron maltratando, le pegaron, le insultaron, y prácticamente siempre le dejaban al borde del colapso. Después le ataban en una tienda del cuello y las manos y le dejaban allí, hasta que alguien venía a alimentarle o a darle otra paliza...—la voz de Kirishima dejaba ver un dolor impresionante. Daba la impresión que él mismo había pasado por todo eso, pero no era así. Izuku se tapó la boca con la mano de le impresión y unas pequeñas lágrimas cayeron sin permiso por sus mejillas. No se podía creer lo que le habían hecho. Aquellos días en los que podría haberle encontrado y liberado los habría pasado como el propio infierno, y luego con la amenaza de matarlo...
Se sentó porque no tenía fuerzas para sostenerse en pie.
—A m-mí me d-dijeron que lo iban a matar. Que no podía hacer nada por él. Pero no me enteré de esos abusos, lo siento de verdad. —respondió entre sus lágrimas y temblando. Aquello debió de ser horrible para Bakugo, a pesar de lo fuerte que era, ningún ser humano aguantaría eso por tantos días. Estaba seguro que cuando le dijeron que le iban a matar, quiso saltar de alegría, así acabaría su sufrimiento de una vez por todas.
Izuku al imaginarse aquello sus sollozos se hicieron más sonoros. Ese pensamiento era de lo más enfermo, para cualquier ser humano, desear estar muerto es estar enfermo, pero considerando la situación de Kacchan, era normal que quisiese acabar con todo.
Algo que le sorprendía era que siguiese allí con vida.
—¿Puedo verlo ahora? Tengo que disculparme con él de muchas cosas. —dijo en un casi susurro.
Eri y Kirishima se miraron y asintieron. Ya era hora de que aquellos dos hablasen más que sólo de guerra.
Había que arreglar problemas del pasado.

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora