La primera luna.
Estaba en aquél cielo despejado amenazando con caer encima de Izuku en cualquier momento. Estaba apartado de sus nuevos seguidores, descansando, había sido un día de locos. Le habían rescatado de aquella especie de tortura impuesta por Endeavor y sus padrastros y había estado toda la tarde ayudando a mejorar las habilidades de sus salvadores. Estaba claro que aquellos muchachos, la mayoría de su edad, no habían luchado nunca, y bueno, aquellos que sí habían luchado eran impresionantes con algunas armas, pero en cuanto se las quitabas, se quedaban indefensos, como conejillos asustados ante un depredador. A Izuku le quedaba mucho trabajo por delante, eso estaba claro, pero no por eso estaba feliz, es más, le parecía un poco pesado tener que entrenarlos a todos para poder luchar como él, pero aún así, se creía capaz.
No pudo evitar pensar en Kacchan mientras descansaba su mente de problemas que pudieran ocurrir de repente, de cualquier imprevisto en sus planes que no tuviese en cuenta.
Su plan inicial había sido dejarse llevar por su tribu y después que Kacchan siguiese el plan al pie de la letra, que intentase por todos los medios aplacar el conflicto, hacer que los leones dejasen su orgullo de lado y pensasen en las consecuencias que podrían provocar a una aldea como la de los lobos.
Respiró hondo y echó de menos el contacto y calor de Kacchan a su lado. Se abrazó las rodillas y los hombros para imitar el calor de Kacchan, pero obviamente no se pareció ni de lejos a que le envolviera él en sus brazos. Quería sentir sus labios de nuevo, pero en vez de rozar los suyos para simular los labios de Katsuki, se quedó estático, paralizado, mirando la luna. Aquella misma luna estaría en lo más alto cuando la sangre cayese en aquellos bosques.
Cuando lo verde se tiñese de rojo.
Pensar en la guerra inminente le provocaba escalofríos, le producía estrés y le temblaban las manos, pero no tenía otra opción. Debía planificar una estrategia para que la mayoría de sus compañeros no muriesen en combate, bueno, no la mayoría, se encargaría de que ninguno de ellos muriese en el intento. Iba a hacerse responsable, aunque le costase su propia vida.
Suspiró, era duro, muy duro, pero tenía que mantener la mente fría y pensar positivo. No debía dejarse llevar por sus pensamientos y estar alerta.
De repente de entre los matorrales apareció el chico de pelo negro y ojos amenazadores, sabía su nombre pero se le había olvidado. Estaba muy cansado como para tratar ahora con aquél muchacho, pero, en cierto modo, quería saber qué era lo que escondía aquél chico. Cuál era su historia.
El muchacho se sentó a su lado sin preguntar e Izuku se apretó más contra sí. No tenía nada pensando sobre aquél chico, en otras palabras, no sabía que decirle ni cómo empezar conversación, así que se mantuvo en silencio a su lado.
Por otro lado, el muchacho parecía extrañamente cómodo y a gusto a su lado, cosa que tranquilizó en gran manera a Izuku.
—Eres mi héroe. —dijo el chico de repente. Su voz sobresaltó a Izuku que pegó un pequeño brinco en su sitio y apretó más sus rodillas contra su pecho. Era cierto que tenía fuerza y coraje, pero aquél chico le inspiraba un sentimiento de dolor y misterio.
—¿T-tú héroe? —preguntó impresionado, no creyendo sus palabras.
—Sí. —hizo una pausa y cogió fuerzas. —M-mis padres murieron, ambos por culpa de una invasión sorpresa hace unos años...—Izuku abrió los ojos de forma desmesurada, si sus padres eran aquella pareja. —...se les ha recordado como héroes, pero eso me frustra más. Recuerdan su muerte como algo bueno, como algo heroico.
—Pero arriesgaron su vida para que otra tribu no nos invadiese. Creo que es una buena causa para ser recordados como héroes...
—¡No! —le cortó bruscamente. —Los héroes deben vivir, no luchar para morir en la batalla. Un héroe de verdad lucha por vivir, no morir en el intento.
Izuku se quedó pensando en sus palabras, demasiado serias y letales para alguien tan joven. No debía de haber sido agradable para él haber pasado por aquella pesadilla de quedarse sin padres.
Suspiró, le había contado lo que le perturbaba por dentro y ahora le tocaba a él compartir sus demonios, y obviamente entre ellos estaba su padrastro.
—Tienes toda la razón, pero...
—¡Por eso tú eres mi héroe! Lo das todo pero intentas vivir, luchas por una vida mejor, no por mantener todo como estaba. —le dijo entusiasmado.
Izuku sonrió ligeramente, pero luego se enfadó consigo mismo por ello.
Él no era ningún héroe, había huido como un idiota mientras Kacchan sufría en el peor infierno de todos. Jamás se perdonaría por ello. Jamás.
—Verás, me siento halagado. Pero no soy ningún héroe, es más, dejé atrás a la persona que más amaba en éste mundo, huí como un cobarde. —entonces, se dio cuenta de que uno de sus demonios era él mismo. No lo había estado pensando lo suficiente, pero era tan cierto como que la luna estaba en el cielo semi completa. Cogió aire, y al hacerlo, el nudo que tenía en la garganta le hizo daño en los pulmones.
Uno de sus demonios era él mismo.
Que triste realidad.
Pero resultaba que iba a castigarse con aquél fallo toda su vida, hasta su muerte.
—¿Y, porqué la dejaste?—Izuku salió de sus pensamientos y miró al chico con sorpresa en su expresión. Su voz le había traído de vuelta, y con ella, aquella horrible pregunta. Ni siquiera él lo sabía.
—P-pensaba que estaba muerto, hice una estupidez, pero es cierto. Huí de lo que más amaba por pensar que ya no estaba aquí conmigo, que ya jamás abriría los ojos, que jamás podría darme su calor. —hubo una ligera pausa en el que los puños de Izuku se apretaron con fuerza. El chico se fijó en todo momento de los movimientos de su héroe, pensativo.
—Pero no lo estaba. —Izuku negó con la cabeza ligeramente. —Bueno, todos cometemos errores. Te metiste en ma cabeza una idea equivocada y eso fue lo que pasó, un fallo más. Otra caída de la cuál te levantaste. No pasa nada. —esas palabras hicieron que los puños de Izuku se tranquilizasen, que todo su cuerpo en tensión se relajase.
No pasa nada, que bonita frase, sonaba hasta bien, pero él no debía dejar que no pasase nada. Esa frase te tranquilizaba, pero él debía de encargarse de que jamás se la volviesen a repetir. Cuando esa frase salía de unos labios inocentes y pretendía reconfortar a la otra persona era porque esa persona había cometido un fallo fatal.
Y Izuku no se iba a permitir más fallos, no iba a permitir más muertes, no iba a permitir más «No pasa nada», estaba harto, iba a cambiar, iba a luchar, e iba a pelear por lo que amaba.
Y si tenía que dejar su vida por aquéllos que amaba, lo haría, porque los padres de aquél chico habían dejado su vida por su pequeño hijo, porque viviese una buena vida en esa aldea, con esa tribu, con sus hermanos.
—Bueno, lo importante es que esa persona me amaba lo suficiente como para perdonarme, y yo le hice la promesa de jamás volverle a fallar. —le soltó seguro de sí mismo. Luego se tumbó sobre el césped y miró las estrellas, aquella que ayudaban a Kacchan a dormirse. ¿Las habría contado cuando era pequeño en una noche llena de pesadillas? ¿Habrían sido su escape de sus monstruos el mirarlas? ¿Se habría sentido más reconfortado al haberlas tenido allí, en el cielo, observándole, dándole luz a un cielo que solo tragaba oscuridad?
Lo único que le importaba en aquél momento era que, con la luna, las estrellas se escondían y se perdían en el firmamento. La luna era una egoísta, a medida que avanzaba la noche les iba quitando el protagonismo a las estrellas, y con su luz hacía que a éstas se las tragase la oscuridad.
Justo como si cada estrella fuese una vida, y la luna, la guerra.
Que metáfora tan escalofriante, ¿verdad?
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El Cuento Del León Y El Lobo
Fiksi PenggemarUn mundo en el que las personas viven acompañadas de animales, como parte de sus almas. Un mundo en el que, a pesar de la diversidad de razas, religiones, leyendas, dioses...hay grandes desigualdades y guerras. Un mundo muy parecido al nuestro, pero...