«Aquí el más fuerte es el que se queda con todo»
Aquél día sería su gran combate.
Llevaba entrenando durante meses, no esperaba perder ante aquella batalla que determinaría por una vez su verdadero puesto en aquella estúpida e idiota jerarquía. Estaba preparado.
Se levantó de su roca, se estiró, saludó a King y se dispuso a prepararse para el encuentro. Salió de su cueva acompañado del felino, su león acompañante, con el cuál llevaba desde que tenía a penas cuatro años. Él había sido uno de los niños que había tenido suerte pues su padre no le había matado nada más nacer, algo habitual en su manada. Entre leones, más valía que solo hubiese uno dominador, un único líder.
Aquel día, en cambio, las cosas iban a cambiar. Ese día cumplía su mayoría de edad y podría enfrentarse al león dominante. Una vez vencido, él sería el nuevo dominante y se encargaría de su manada como siempre había soñado. Debía concentrarse.
Se lavó la cara en el río que pasaba por la salida de su cueva y se miró el reflejo en el espejo. Estiró y corrigió sus movimientos más complicados. Debía tener en cuenta que el dominante era el más fuerte y si había durado tantos años, debía de haber sido por algo. Tenía unas habilidades de combate impresionantes.
—¡Vamos King! ¡HOY ES EL DÍA! —gritó a los cuatro vientos. De repente de la cueva de al lado se oyó un gruñido y una palabra muy malsonante. Después vio a su madre salir despavorida hacia él.
—¿¡CÓMO SE TE OCURRE LEVANTARTE TAN TARDE PEDAZO DE MIERDA!? ¡NI SIQUIERA TE HAS PREPARADO Y EL COMBATE ES EN UNOS MINUTOS! ¡IDIOTA! —ésa era su madre, quién le estaba dando puñetazos en la cabeza, o intentando darle puñetazos ya que todos los esquivaba sin despeinarse. Estaba preparado, al menos, para enfrentar a su madre, que era la jefa de las leonas, quién llevaba siempre la caza.
Después de unos segundos maltratando a su hijo salió su padre acompañado de su león acompañante y el de su madre.
Su padrastro había sobrevivido en aquella manada debido a que era un hombre muy débil. No era rival para el dominante y mientras no criase hijos con su madre podría quedarse como su ayudante para la caza. Claro que él no hacía nada. Los leones no estaban hechos para la caza, o más que nada, no estaban entrenados para ello.
Su padrastro se acercó a él y le sentó al borde del río. Empezó a pintar su cuerpo lentamente mientras su madre les metía prisa porque acabasen, pero él se estaba tomando su tiempo. Su hijastro iría perfecto al combate.
Mientras, cuando su madre se tranquilizó olisqueó el aire algo extrañada.
Katsuki se asustó un poco porque el dominante estuviese acercándose ya para combatir, pero como su madre no hizo ninguna señal, se tranquilizó y aguardó a que les informara de lo que estaba detectando.
Ellos no tenían forma de animal, ni partes de animal, pero los entendían y se comportaban como ellos. Vivir tantos siglos entre ellos los habían vuelto iguales.
En su manada en particular, (y suponía que en otras también) los integrantes llevaban tatuada la parte del cuerpo que según su tribu era su parte más fuerte, por ejemplo, sus brazos y sus piernas eran señal de fuerza y su frente y mejillas de inteligencia. Después, dependiendo de la tribu se tatuaban diferentes partes del cuerpo. En el caso de Katsuki, sus manos estaban tatuadas con mandalas que empezaban en la punta de sus dedos y acababan en su muñeca. No es que sus manos fueran fuertes, pero era su punto más poderoso. Los leones normalmente, su parte más fuerte era su enorme mandíbula y sus colmillos, pero en el caso de Katsuki habían sido sus manos en especial. Con ellas podía destrozar a cualquiera que se le acercase.
Esperaba que pudiese destruir y aplastar al que era su dominante. Bueno, no esperaba, estaba seguro que lo conseguiría.
—El aire está tenso.
—¿Qué quieres decir? —contestó Katsuki de forma poco amigable.
—No lloverá en unas semanas. —respondió algo apenada. Eso era una mala noticia, ya que se acercaba el verano y si no conseguían guardar alimento y agua para cuando llegase, estarían perdidos.
—Bueno, creo que ya estás listo. —Katsuki abrió los ojos después de que su padre hubiese pintado sobre ellos símbolos para el encuentro. Katsuki miró a su madre para asegurarse de que tenía su aprobación y después le levantó del suelo. Se colocó sus pantalones holgados y se dispuso a ir hacia la plaza. Las cuevas, o así era como las llamaban, eran unas rocas encima de otras. Simplemente eran refugios para resguardarse del Sol. La piel de Katsuki estaba ligeramente bronceada y en contraste con las pinturas algo nerviosas de su padre sobre su piel, le daban un aspecto amenazador. Algunas pinturas eran de las batallas anteriores y la cantidad de dominantes que había tenido su manada. Su padrastro era un completo artista.
Cuando llegaron a la esplanada vio a algunas de sus amigas que habían crecido con él y las cuales algún día cazarían para él y ellas le darían vida a sus hijos. Así eran las manadas de leones. Todo o nada.
Le aclamaron. Estaban llegando tiempos diferentes y complicados y necesitaban a un nuevo líder. Y él estaba ahí, para salvarlos a todos.
—¡Vamos Bakugo, tú puedes! —gritaban todos haciendo una pequeña canción.
No tardó en ver al dominante, en toda su gloria y sus pinturas muchísimo mejores que las suyas. Se convenció a sí mismo, cuando quiso retroceder, que podía ganarle, que podía vencerle. Y le vencería. Lo conseguiría.
Sonó un golpe y comenzó el duelo.
El dominante grande y fornido se quitó su capa roja que le diferenciaba de los pocos machos que había en la manada e hizo crujir sus nudillos.
Los dos se colocaron en cuclillas y listos para correr hacia el otro.
Después se oyó el segundo golpe. Katsuki clavó las uñas en la tierra, preparado para lo que venía a continuación.
Al tercer golpe en una roca cercana los dos leones se lanzaron en una batalla la cuál solo tendría un ganador.«Y el más débil es el que es desterrado y olvidado. El que se queda sin nada»
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El Cuento Del León Y El Lobo
FanfictionUn mundo en el que las personas viven acompañadas de animales, como parte de sus almas. Un mundo en el que, a pesar de la diversidad de razas, religiones, leyendas, dioses...hay grandes desigualdades y guerras. Un mundo muy parecido al nuestro, pero...