Capítulo 28

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Estaban tranquilamente caminando con la niña en brazos hacia la aldea de las tortugas cuando a Katsuki se le ocurrió una idea loca. Un tema de conversación, para nada agradable para el lobo.
—No entiendo...si llevas toda tu vida huyendo de tu hogar, ¿Porqué te interesa tanto que conozca a tu madre?
Izuku respiró hondo y miró a la niña que estaba tranquilamente descansando en sus brazos.
—Ella, no hizo nada para frenar a mi padrastro...—no le dirigió la mirada a Katsuki, ya que se sentía más seguro mirando a la pequeña. —...pero me cuidaba, me curaba, y yo la quiero, aunque no sea mi madre biológica, ella fue la única madre que tuve. —dijo tranquilamente, después alzó la vista hacia Kacchan y sonrió ligeramente. —Fue mi única familia, verdadera.
Katsuki le miró y se acercó a él lo suficiente para que se rozasen sus narices.
—Ahora ella y yo somos tu familia...—susurró mirándole fijamente.
Izuku empezó a reírse como loco y Katsuki se sorprendió ante su acción. ¡En cima que decía algo poético por él, y se reía de ello!
—¿Me estás pidiendo casamiento tan rápido, Kacchan? —preguntó sonriendo y con las mejillas rojas como los tomates de la aldea.
Katsuki en unos segundos se puso igual. No pretendía dar a entender aquello, pero supuso que tampoco le importaba.
—No es eso, tú y yo somos amantes. —dijo con una mirada seductora.
—Claro, amantes. —respondió riéndose. —Vas muy rápido, ¿no?—preguntó entre risas.
—Estoy aprovechando el tiempo que debimos estar juntos y que no pudimos. —Izuku rió con más fuerza aún. —¿Acaso te estás riendo de mí, maldito bastardo? —después de ese insulto Izuku le dio un pequeño beso y consiguió calmar a la bestia que había despertado de repente.
—No sé qué harías sin mí. Está claro que no puedes controlarte sin mis encantos. —dijo mientras andaba pavoneándose delante de un atolondrado Katsuki.
—¿Qué? ¡No te necesito para nada, inútil!
Izuku se giró y le miró serio, esto hizo que Katsuki se callase de golpe y le mirase desinteresado.
—¿Qué? —preguntó secamente.
—Si ahora vamos a ser pareja, me gustaría que me tratases mejor, o sea, para con los insultos.
—¿Cómo? ¿Estás pidiendo condiciones?
—Sí. —respondió secamente, igual que Katsuki.
—¿Insultarte? ¡Jamás te he insultado! ¡Si eres un inútil no es mi culpa!
—Ya, pero resulta que te has enamorado de un inútil que al parecer no le gustan mucho tus comentarios...
—¡Pues coge y...! —se detuvo de inmediato y le miró fijamente, Izuku representada la perfecta cara de la seriedad, algo que no pegaba mucho con él. Respiró hondo, contó hasta diez y le besó tranquilamente. Eso le hizo relajarse y a la vez soltar toda la energía que corría por sus venas. Se sintió tan bien cuando se separaron que Katsuki rodeó a Izuku con un brazo y caminaron así hasta la aldea.
Empezaron una conversación de a qué tribu irían primero, a la de los lobos o a la de los leones. Acabó ganando Izuku, y decidieron ir primero a la de los lobos.
Nada más llegar a la aldea, todos los niños se les arremolinaron alrededor y empezaron a abrazarles fuertemente.
Ambos sonrieron, pero se pusieron algo nerviosos por la seguridad del bebé. Cuando por fin les soltaron a ambos, empezaron las preguntas a Izuku. El lobo se asustó tanto que le dio el bebé a Katsuki y se quedó respondiendo preguntas de los pequeños.
Mientras su lobo estaba ocupado poniendo al día a los pequeños de la aldea, él debía resolver algunos problemas.
Entró en la tiendas principal, donde dormía la pequeña Eri y donde se recibían a los invitados. Allí debía tratar con cierta chica que aseguraba ser la amada de Izuku.
Respiró hondo y cuando entró, se encontró a Kirishima con un escudo, mientras que la chica de cabeza redonda estaba encima del que tenía unas cosas cuadradas en los ojos, aparentemente, haciéndole una llave inmovilizadora. Eri estaba tranquilamente sentada en el suelo, en medio de todo aquél caos.
—¡Katsuki! —dijo felizmente cuando le vio entrar con la niña en brazos. Fue corriendo a cogerla de nuevo y esta vez, Katsuki no opuso resistencia. Se acercó a los amigos de Izuku, algo amenazador.
—Vosotros...
—¡ASÍ QUE TÚ ERES EL IDIOTA CON EL QUE SE HA IDO IZUKU!
Katsuki, para sorpresa de todos los presentes que le conocían, no actuó de forma agresiva, es más, suspiró y sonrió tranquilamente.
—Izuku y yo nos vamos a ir unos días a arreglar unas cosas...
—¿Os vais de luna de miel?
—No, solo vamos a convencer a nuestros pueblos de que no se maten mutuamente. —contestó Katsuki cuidando sus palabras. —Y deja ya el tema entre Izuku y yo, ¿Vale? No es momento de hablar de sentimientos.
Y con eso, todos los presentes asintieron, incluso una Uraraka, sorprendida por el comportamiento tranquilo de aquél león. La verdad es que estaba sorprendida, ¿Qué le había hecho Izuku, para que de repente se comportase tan bien? En comparación a como se había portado en su anterior encuentro, estaba claro que algo había pasado. Miró a los amigos de aquél león, que no parecían tan sorprendidos sobre aquella seriedad y madurez repentina, así que tuvo que callar y escuchar.
—Iremos a la tribu de los lobos, y después volveremos para contaros lo que hemos conseguido. Después partiremos hacia mi tribu. Y cuando volvamos, supongo que, o tendremos guerra, o viviremos en paz. —declaró Katsuki algo apesadumbrado.
—Vale, supongo que es la única idea que tenemos hasta ahora. ¿Verdad? —preguntó Eri. Katsuki asintió y miró al suelo. Después se acercó a los amigos de Izuku, que se habían quedado mudos.
—Tenéis dos opciones. —les dijo Katsuki. —O volvéis a casa y no comentáis a nadie sobre esto. O os podéis quedar y ayudarnos a conseguir armas e información para detener a los lobos, y algunas otras tribus que pretenden unirse a ellos. ¿Qué vais a hacer?
El chico alto de cosas en la cara lo pensó por un momento y le devolvió la mirada llena de valentía y coraje.
—Vine sabiendo que Izuku estaba en problemas, así que me quedaré y ayudaré en todo lo que pueda.
Katsuki asintió ante sus ganas de ayudar.
—Yo...tengo que hablar con Izuku. A solas. —contestó mientras salía de la tienda algo confusa y triste.
—Ella está enamorada de Izuku, no se lo tengas na cuenta si decide no quedarse. —le dijo el chico de cabello negro.
—No pensaba que ninguno os fueseis a quedar, es más, pensaba que te irías corriendo como un cobarde. —el chico frunció el ceño ligeramente y después sonrió.
—Pues ya ves, soy más valiente de lo que aparento. —soltó felizmente, después se acercó a Kirishima y con entusiasmo le preguntó en qué podía ayudar. El pelirrojo soltó su escudo y salió con él de la tienda.
Katsuki, orgulloso de que al menos uno se hubiese quedado a ayudar se acercó a la niña y le besó la frente. Eri ante esto sonrió, como si ella fuese la madre y después miró a Katsuki.
—No permitiré que le ocurra nada. —le prometió.
—Más te vale. —le contestó Katsuki con una sonrisa. Eri asintió y empezó a balancear a la pequeña para que su sueño durase más.
Katsuki cuando salió de la tienda vio a la chica de cara redonda y a Izuku sentados juntos, hablando seriamente. Decidió no molestarles y se fue con Kirishima y el chico nuevo a enseñarle algunas cosas sobre la lucha cuerpo a cuerpo.
Esto no hacía más que comenzar.

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora