Capítulo 40

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Los siete que le habían rescatado estaban ahora a su alrededor, observándole a través de sus máscaras de madera, Izuku podía sentir sus respiraciones agitadas por el esfuerzo que acababan de emplear. Decidió calmarse, no parecían agresivos y mucho menos letales, pero uno nunca debía fiarse.
Se levantó del suelo dónde le habían dejado. Les miró fijamente a todos ellos, expectante, alerta, y sobretodo estratega. Ninguno de ellos parecía querer si quiera moverse, es más, Izuku pensó por un segundo que podría hablar con ellos como amigos, pero de todas formas, se colocó en una postura defensiva con las dos espadas que sus dedos se rehusaban a soltar, ellos ni se inmutaron.
Izuku los miró largo rato, aún con esa postura de ataque, intentado descifrar sus planes, pero para su sorpresa aquellos personajes se quitaron las máscaras con total tranquilidad y se sentaron en el suelo o alguna roca que estaba por ahí. Todos le miraban con una admiración que le hacía sentir algo intimidado, y asustado, ¿Quién era esa gente?
Dos de ellos se alejaron un poco y se apoyaron en dos árboles, les dieron la espalda y se pusieron a escrutar el follaje. Mientras Izuku bajó sus espadas y les miró a cada uno de ellos. Todos eran lobos, ya que sus animales acompañantes estaban un poco más alejados de allí, pero todos reunidos y tranquilos. No sabía donde estaba Colmillo y eso le asustó y le inquietó por segundos. Si seguía así, su cordura podría desaparecer y entonces sí que tendría problemas.
—No te preocupes, ya están buscando a tu lobo. —le dijo un chico unos años más joven que él. Tenía el pelo negro y unos ojos amenazadores, parecidos a los de Kacchan, pero completamente distintos. Aquellos ojos solo reflejaban oscuridad y odio. Izuku tragó saliva y se sentó junto con el resto. Se sintió idiota al haberse dejado descubrir de aquella manera.
—¿Sabéis dónde está? —les preguntó poco convencido.
—Sí. Endeavor no se lo pensó mucho a la hora de separarte de él. Además, —siguió pensativo el chico. —tampoco podían separarte mucho de él, sino, perderías tu cordura y no les serías muy útil.
Izuku asintió. Ya sabía de todo eso, antes de que el chico se lo dijese, pero bueno, tampoco le importaba que se lo recordase. A simple vista no parecían querer hacerle nada.
A simple vista, claro.
Los observó un rato y después preguntó:
—¿Qué queréis de mí?
Se miraron unos a otros con asombro ante la pregunta. Después sonrieron algo cansados y le devolvieron la mirada.
—Nada. —le respondió con sinceridad el chico. —Simplemente queríamos hablar contigo, y rescatarte, claro. —contestó con una sonrisa tranquila en el rostro. —Después de todo fuiste tu el que nos inspiró a seguir nuestros propios pasos.
Se sonrieron unos a otros y después le dedicaron una sonrisa cálida a Izuku, una que él jamás olvidaría.
—No entiendo bien. —intervino confuso. —¿Endeavor no os dijo que me había expulsado por no ser útil para la manada?
—Sí, claro. Pero no le creímos. Te conozco desde que tenía seis años, y nunca has hecho nada que no sea útil para la manada. Das lo mejor de ti siempre y sabía que si te habían echado no había sido por ser inútil.
Izuku sonrió ligeramente. Aquellos eran los lobos que le seguían y que habían tenido la suficiente fuerza de voluntad como para seguir sus propios pasos. Se sentía orgulloso de que aquél pequeño grupo fuese completamente independiente y sabedor de conocimientos. Sonrió abiertamente y respiró hondo.
Sabía porqué estaban allí, porqué le habían salvado y se sentía tan culpable de ello que se le hizo un nudo en el estómago.
—Chicos, no quiero que lo hagáis. —les dijo muy desilusionado. Aquella frase tuvo tal impacto en el grupo que hasta los dos que estaban de espaldas vigilando por si los perseguían, se dieron la vuelta. —Me habéis salvado para ir a la guerra, para luchar a mi lado, por vuestra libertad. —les soltó. —No quiero que hagáis eso. Sois libres, podéis ir a cualquier otro lugar que no esté en guerra...
—Lo sabemos. —le cortó el chico. —Pero a pesar de que vayamos a muchos lugares, aprendamos muchas cosas, y conozcamos a más personas solo habrá un hogar para nosotros. Y es éste. —respondió con una sonrisa triste en el rostro. —No elegimos nuestro punto de salida, pero sí el camino.
Izuku asintió, comprensivo. Aquellos chicos eran igual que él. Proscritos que habían querido continuar con su vida en diferentes lugares, la diferencia era que no tenían el mismo hogar. Para Izuku su hija y Kacchan eran su hogar, daba igual adónde fuesen, pero para esos chicos, su hogar sería la aldea de los lobos para siempre. Suspiró, ahora tenía graves problemas. Era bueno que tuviese más aliados, pero no quería que aquellos chicos que probablemente no habrían visto ni la mitad del mundo que querían ver, fuesen a morir en combate por una estúpida guerra. Se sintió impotente, idiota, estúpido, de todo, pero sobretodo protector. Haría lo posible porque aquellos chicos no muriesen en la guerra y el enfrentamiento que iba a tener lugar.
Mientras pensaba en alguna estrategia para que la menor cantidad de aliados saliesen heridos de entre los matorrales salieron dos chicas, con sus lobas acompañantes y un tercer lobo que era Colmillo. Izuku se levantó rápido y se acercó a recibirle. Le acarició y le dio mimos, después le dio las gracias a las dos chicas e hizo lo mismo con los demás integrantes de aquella secta.
Después volvió a sentarse en el centro de los chicos para que le mirasen bien.
—Queréis luchar, pero antes debemos entrenar para saber qué habilidades tenéis y qué os cuesta controlar a la hora de luchar cuerpo a cuerpo...
—Me temo que no podrá ser así. —le cortó una de las chicas que habían traído a Colmillo. Izuku la miró expectante de información y a la vez, asustado. No quería saber aquellas noticias, porque sabía que no iban a ser buenas. —Hemos escuchado que el enfrentamiento con los leones será en dos lunas, en la tercera luna los lobos atacarán. —la chica parecía inquieta mientras hablaba de lo que había oído. —Hemos podido sacar a tu lobo de allí porque estaban muy ocupados preparando las armas y a la gente. Van a moverse ya hoy y van a empezar a buscar la aldea.
—Bien, al menos no saben la posición de la aldea, en eso tenemos ventaja.
—¿Tú sí la sabes, Alfa Izuku?
—Por favor, no me llames Alfa. —hizo una pausa para mirar a todos ellos. —Aquí nadie es Alfa, Beta o Omega, todos somos igual de fuertes e igual de útiles. Así que trabajemos juntos para que no destruyan una tribu entera. —todos asintieron convencidos y Izuku satisfecho les sonrió. Lo que necesitaba ese grupo era un líder, o a lo mejor le necesitaban a él como líder.
—De acuerdo, si ellos ya están en marcha hacia la aldea, nosotros nos quedaremos aquí, todavía no es seguro si habrá un enfrentamiento directo, así que debemos esperar y fortalecernos.
Ante aquello todos le miraron poco convencidos.
—No entiendo. ¿No deberíamos perseguirlos e intentar robarles las armas? O, no sé. Incluso buscar aliados entre los leones. —le dijo uno de los integrantes que hasta ahora había permanecido callado.
—Prefiero no tratar con los leones, por ahora. Y si vamos a la aldea de éstos, cualquier lobo podría vernos y entonces estarían perdidos, no podemos arriesgarnos. Debemos contar con las cartas que tenemos a nuestro favor y no desperdiciarlas. —les explicó Izuku. Asintieron ante su explicación y él continuó. —Ellos no saben donde se encuentran los leones exactamente, eso es bueno, tardarán más en usar su estrategia, si tienen una, ya que no sabrán nada de la aldea y menos de sus costumbres. —Izuku suspiró. —Yo sí conozco donde está su posición y como pelean. Así que tenemos que entrenar para poder pelear.
Hubo un ligero silencio.
—Pero, Izuku...—dijo una chica algo tímida. —...¿En qué bando estamos?
Izuku sonrió triunfante.
—En ninguno. Lucharemos por lo que queremos. Lucharemos porque nuestro hogar no se destruya a sí mismo. Lucharemos para tener algún sitio al que regresar.

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora