Capítulo 24

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Cuando llegaron hasta la nueva aldea que se encontraba muy muy alejada de la anterior, muchos niños se abalanzaron hacia él como locos y le dijeron que le habían echado tanto de menos que le habían hecho hasta regalos. Izuku los aceptó todos y repartió besos de agradecimiento a todos los niños, después se dispuso a seguir su camino hasta Kacchan.
Al parecer allí se acababa el trayecto ya que Eri y Kirishima se habían parado en esas tiendas, pero no veía a Kacchan por ningún lado.
Se acercó a ellos y les preguntó:
—¿Dónde está Kacchan?
Kirishima miró al suelo y respiró hondo.
—Hermano, han pasado muchas cosas desde que te fuiste, además, a parte, cuando rescatamos a Bakugo él cogió su tienda y se internó en el bosque. Está allí, suele aparecer para ayudarnos con la comida y la aldea, pero vive apartado de los demás.
Izuku asintió ante esas palabras y decidió emprender la marcha hacia la parte más oscura del bosque. Aquello no le abrumó lo más mínimo y continuó su camino como si hubiese sido ayer cuando caminaba por allí. Respiró hondo y recordó todo lo que había hecho, lo que había aprendido, el olor y los murmullos del bosque eran fascinantes, además que los sonidos, el ambiente...lo había echado tanto de menos que no se había dado cuenta hasta ese momento. Esperaba que no le ocurriese lo mismo con Kacchan, que al final descubriera que en realidad le había echado mucho de menos. No quería eso. Además esperaba que no le diese tiempo como para cogerle cariño de nuevo.
Qué iluso fue.
Nada más llegar a la tienda de Kacchan, entró sin preámbulos. No encontró allí lo que buscaba, así que volvió a salir sin mirar si quiera lo que se encontraba dentro. De haberse fijado se habría dado cuenta de algunos detalles importantes, pero no lo hizo, debió de ser por la emoción de reencontrarse con él.
Respiró hondo y avanzó un poco más, Kacchan no debía de haberse alejado mucho de su tienda, así que no estaría lejos. Avanzó hasta que escuchó el fluir de un río. Lo buscó y cuando lo encontró siguió caminando a su lado. Caminó y caminó y se le hizo interminable los minutos que pasaban sin saber nada de aquel poco sociable Kacchan. Suspiró y se mojó la cara para despejarse, y entonces, mientras descansaba, escuchó una voz, lenta, calmada y suave. Jamás imaginó que el propietario de aquella voz fuese Kacchan, se acercó hasta que estuvo detrás de él. Nunca esperó oír aquello de su boca, fue lo que más le sorprendió  
Palabras de amor.
—Tranquila, todo está bien. Eres preciosa...sabes que te quiero más que a nada en el mundo. —suspiró pesadamente.
Kacchan estaba sentado el borde del río con al parecer algo en los brazos, ya que los tenía flexionados, y le dirigía aquellas palabras a alguien, eso estaba claro. El corazón de Izuku se volvió loco. No podía pensar ni por un segundo que alguien como Kacchan hubiese encontrado a otra persona, otra mejor que él, y fuese mucho más feliz con ella que con él. Se le estrujó el estómago. Estaba preparado para afrontar aquello, en cierto modo él había hecho lo mismo, se había buscado a otra persona en su nueva vida, pero ahora sufrirlo desde aquella perspectiva de que le estuvieran reemplazando o cambiando por algo mejor, le dolía.
Sin darse cuenta había rodeado por completo a Kacchan y en aquel momento se encontraban cara a cara. El rostro de Kacchan reflejaba asombro, y a la vez miedo. Eso no encajaba muy bien con la situación.
—De...Izuku, —se corrigió rápidamente. —¿Qué haces aquí? Me dijiste que no volverías para luchar una guerra que no era tuya. —espetó enfadado, y esta vez con razón. Nadie en la aldea de las tortugas le había preguntado jamás sobre porqué se había ido a vivir alejado de ellos, y él no quería contarles lo que realmente escondía en aquél lugar.
—Kacchan, tú...—y las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas sin control. —...tienes un hijo.
En efecto, en los brazos de Kacchan se encontraba un pequeño bebé de apenas unos meses de edad. A pesar de ello ya mostraba unos pequeños cabellos rizados de un rubio apagado, casi castaño. Izuku no podía apartar la mirada de aquel bebé tan hermoso. Cuando se acercó lentamente para mirarle, vio que tenía pequeñas pecas sobre sus mejillas. Aquello no hizo más que confundirle. Aquél podría haber sido su bebé también.
—Hija. —le corrigió. Después se levantó y caminó a toda prisa de vuelta a su tienda. Una vez dentro acostó a su hija en una pequeña cama que le tenía preparada y le dijo a King que la vigilara (el león había permanecido en la tienda todo ese tiempo que él había estado fuera). Se dirigió a Izuku y le miró como si quisiera matarlo.
—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó sin más.
Izuku tragó saliva.
—Me alegro mucho por ti, de verdad.
—Vale, no me vengas con idioteces para quedar bien conmigo. Cállate y respóndeme.
Izuku asintió algo confuso por todo.
—Quería pedirte disculpas, yo no sabía lo que te habían hecho los de mi manada.
—Te lo ha contado Kirishima, ¿verdad?—Izuku asintió. —¡Ese bastardo! Le dije que lo olvidara, pero no puede tener la boca cerrada ni por un momento. —hizo una pausa. —De todas formas me dijeron que tú me habías entregado a ellos, no importa que supieses lo que me hicieron o no. Tú lo empezaste.
—¡No! —gritó. —Yo no sabía que estábamos llegando a mi aldea, yo soy la última persona que quería ir allí. Y esa noche, cuando...
—¡No me lo recuerdes, maldito inútil!
—...te dieron un golpe en la cabeza y decidieron ascenderme sin yo quererlo. Me negué a aceptar mi puesto más tarde, y me engañaron.
—¿Te engañaron? —preguntó irónicamente.
—¡Sí! Estuve buscándote durante cuatro días, sin descanso. Y me dijeron que te iban a matar y que ya no podía hacer nada...
—¡Sabías que me iban a matar y no intentaste salvarme antes de aquello!
—¡No sé porqué no seguí buscándote! ¡Me hice a la idea de que ya estabas muerto y que debía continuar con mi viaje!
—¡Claro! Mejor solo que mal acompañado, ¿No?
—¡Tú fuiste la mejor compañía que tuve!
—¡Mentira! ¡No me querías!
—¡Sí te quiero!
Al oír aquellos gritos la pequeña se puso a llorar y gritar.
Kacchan la cogió en brazos, pero no paraba de berrear, así que Izuku se ofreció voluntario. Kacchan se negó, por supuesto, pero finalmente se la dio.
Para Izuku fue la primera vez que cogía en sus brazos un ser tan diminuto y frágil. Le dio un beso en la frente y empezó a acunarlo. No fue hasta que la pequeña le agarró unos rizos con sus manitas que consiguió calmarse. Después la dejó de nuevo en su cama, ante la atenta mirada de Kacchan que se acercó hasta él rápidamente. No tardó en juntar sus labios en un dulce y nostálgico beso. No movieron las manos, pero aquello fue suficiente para decirse todo lo que tenían que decirse.
Ahora sí que estaban en problemas...

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora